La atormentada constancia de las rosas

La primera novela de Diana Irene Blanco, «La constancia de las rosas», se presentará en nuestra ciudad esta tarde desde las 20 hs. en la Casita de los Escritores, sobre Avenida San Martín y calle 19.

Diana Blanco presentará su novela La constancia de las rosas en vísperas de la celebración del Día del Escritor y la acompañará, como en otras ocasiones, la subsecretaria de cultura Analía Cavallero, quien oportunamente había expresado sobre este último trabajo al portal web Hora de opinión, que «trata de una novela que se suma a la gran producción literaria pampeana y que propone una historia que entrelaza múltiples historias. Como es su estilo, Diana Blanco re elabora sus lecturas en la propia escritura, retoma textos anteriores de su autoría y de otros escritores latinoamericanos, y desde la ficción abre nuevos caminos de lecturas. Una novela en la que abundan los personajes femeninos que transitan un mundo de obstáculos, de prejuicios y sospechas. Personajes que buscan la transgresión o renacer a la vida, una vida en medio de una atmósfera inquietante y una realidad agobiante que pareciera no tener fin. Treinta breves capítulos conforman esta novela publicada en Editorial Dunken.»
Diana Irene Blanco es una reconocida docente, poeta y narradora, con extensa trayectoria en la provincia y el país, y que ha cosechado varios premios internacionales por su labor como escritora. En esta oportunidad pone a consideración del público piquense su primera novela, «La constancia de las Rosas», en la que a través de la historia de la protagonista se cuelan pasajes de la dolorosa historia reciente de nuestro país.

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A continuación reproducimos un texto seleccionado en el IX Premio Orola- Madrid-2015-Tema convocante: “FACER ESPAÑAS.” Trabajo inspirado en su abuela materna, vasca navarra, Victoria Subiza de Ciriza.(1888-1980)

Ella era hermosa *

Ella era hermosa. Valiente, rubia y habitada de campanas.
Digo valiente porque hubo de trepar un barco incierto, masticar días largos en una bodega oscura y llegar a un país que no la esperaba. Pero ella decidió: llanura inhóspita, vientos ásperos, lluvias ausentes, cielos secos y lunas gigantes. Palabras cruzadas.
Digo rubia porque había que sembrar en América virgen doradas semillas de trigo para labrar el pan bueno de cada día.
Digo habitada de campanas porque regó los surcos de la tierra indómita, tan lejana a la suya, con lluvia de canciones pobladas de niñez hispana, clavel rojo, Quijotes errantes, Macarenas tristes y abanicos enlutados.
Ella era hermosa. La pampa argentina la vio cruzar el llano con vestidos sin colores. El sol que hervía en el aire se los había borrado. Los rústicos caldenes descubrieron su cabellera dorada, que los veranos convirtieron en blancos mechones siempre en llamas. Cosechó maíz, girasoles, rosas y amores generosos de hijas y esposo amable. Y sembró su idioma en jardines ajenos con aromas de España.
Ella era hermosa. Se llamaba Victoria. El nombre le calzaba como una castañuela prendida en la sangre. Un día cualquiera llegó a la pampa argentina y enterró la añoranza en un terrón de tierra que sí la esperaba. Aunque una lágrima traicionera, una sola, muchas veces le señaló el sitio donde España siempre le sangraba.

*Diana Irene Blanco en “Antología 100 Autores 100 Vivencias” Editorial Orola.Madrid.

Abuela-

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