Mirando hacia arriba

Normalmente, y como es natural, cuando salimos a la calle rara vez elevamos la mirada hacia lo alto de los edificios, o de las casas. Por eso muchas veces nos sorprendemos cuando un día echamos la vista hacia arriba y nos da la sensación de que hay cosas que no conocemos a pesar de vivir muchos años en la misma ciudad. «Todo ciudadano tiene largos vínculos con una u otra parte de su ciudad, y su imagen está embebida de recuerdos y significados. Los elementos móviles de una ciudad son tan importantes como las partes fijas. No somos tan solo observadores de este espectáculo, sino que también somos parte de él, y compartimos el escenario con los demás participantes”, escribió el urbanista y escritor estadounidense Kevin Lynch.
No cabe duda que cada pueblo es diferente. Tiene su propio carácter, su atmósfera y sus propias leyes de habitarlo. Es un particular escenario para las vidas de quienes pertenecen a ese lugar y de los visitantes (cambiante a lo largo del día, año y época). Las ciudades se transforman influidas, como mayoría de las cosas, por el tiempo que refuerza algunos de sus factores y destruye otros. Así surge, tanto el desarrollo urbano como los problemas que podemos tener con las zonas obsoletas urbanística, energética y socialmente hablando.
Cuando transito una calle, particularmente en un sitio que conozco muy bien como General Pico, cada tanto miro hacia arriba, a la parte superior de lo que me rodea. Ahí me encuentro con esas postales arquitectónicas piquenses de las primeras décadas. Principalmente en las zonas con negocios en la planta baja, el resto del edificio es radicalmente distinto. Muchas de ellas pertenecientes a los primeros años de nuestra ciudad, algunas edificaciones resisten como pueden el paso del tiempo, y otras se muestran relucientes con su pintura nueva.
Estamos acostumbrados a mirar horizontalmente, y a veces para abajo. Hagan el experimento: miren hacia arriba, aunque sea tan sólo unos metros, prestando atención para no tropezar, y van a descubrir una edificación y una ciudad totalmente diferentes de los que ya creían conocer. Que seamos turistas de nuestros barrios. Turistas por lo curiosos. Y por las ganas de llevar la vista lejos de los comercios. Esas cosas para mirar que no están a la altura de las vidrieras. Arboles florecidos, molduras de edificios y también las nubes, que a veces alcanzan una belleza extraordinaria.

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Autor

Raúl Bertone