«No creo en el castigo bíblico, sí en un ‘gran tirón de orejas’ a la soberbia»

«Y la tarde suelta pájaros… hacia la libertad del mundo en cuarentena”

«Hace muchos años escribí una letrilla, con un tono tal vez más sentencioso que empírico: “Uno crece con el viento / que destroza nuestras velas…” (Y la tarde suelta pájaros – zamba de 1986). Desde entonces muchos pamperos, por, citar uno regional, nos han azotado, nos han puesto en vilo y en la real situación de aprender, de crecer y sobreponernos a ese designio “airoso” del clima. Pero esta vez, más que un viento ha sido un huracán, vórtice enloquecedor en nuestras almas. Uno de esos remolinos que nos hacen girar a 180° (espero). No creo en el castigo bíblico, sí en un “gran tirón de orejas” a la soberbia, a esta desmesurada arrogancia humana que en muchos se perfila como un gran status. Pero también al atropello permanente, que muchas veces en nombre del progreso, practicamos con exageración, sobre la madre naturaleza; alcaldada que ya estamos pagando caro desde antes del Coronavirus. De pronto, quedamos ciegos, como aquel personaje de Saramago detenido ante el semáforo que entra en pánico porque el verde no lo ve, tampoco el rojo ni la calle para continuar su tránsito y da comienzo a “El ensayo sobre la ceguera”. Así nos quedamos ante un virus que atemoriza el planeta entero, lo conmueve, lo desestabiliza, vacía sus calles, libera a la buena del Señor a las economías nacionales. Pero unos cuantos acá estamos. Claro está que ya muchos han marchado, en la edad, en el descuido, en la irresponsabilidad, en la desobediencia ciudadana: han marchado para siempre. Los que quedamos, tenemos una importantísima oportunidad de crecer en nuestros modos y conductas. El Covid-19 no es una enfermedad de una determinada clase social, sí un llamado a la reflexión general. Obligado? Sí. Necesario? No lo sé. Solo sé que el giro al que nos ha sometido, implacablemente, debe ser de 180°, como ya lo expresé. De formularnos el mismo pero de 360°, nos dejará un regusto amargo, el de saber que nada hemos aprendido, crecido. Pero ni el dolor de los cientos de miles de muertos en todo el mundo, ni la incertidumbre en que nos ha posicionado, la posibilidad o no de estar infectados por el virus, han de ser vanos, ilusorio, de no experimentar semejante giro. Ninguno de nosotros saldrá indemne de esta situación tan excepcional como inesperada, que nos sobrepasó a todos y a todas. Vientos de cambios en nuestras existencias, por éste que destrozó nuestras velas, que puso al borde el naufragio total a nuestro barco que ya venía en turbulencias: “…pero siempre llega el día / que inaugura vida nueva…”. Tarde, no anochecida, que libera todos los pájaros hacia el nuevo horizonte, con todos nosotros a la vez».

Ernesto del Viso

Nació en Santa Rosa, el 5 de junio de 1959. En 1968 comenzó sus estudios de guitarra con el Profesor Orlando Hernández, en el Instituto Provincial de Bellas Artes, continuando con el Profesor Aníbal Olié, recibiendo el título de Profesor Elemental de Guitarra en 1976 en la Escuela Congreso, dirigida por Isis y Pedro Bustos. Su carrera comenzó en 1979, como cantor solista de Música Folclórica Argentina. Actuó en distintos escenarios de la provincia, varias veces como soporte de artistas de la talla de Horacio Guarany, Los Trovadores, Raíces Incas, etc. En 1980, junto a otros músicos pampeanos, inició una verdadera difusión del cancionero regional, formando parte de espectáculos integrales como Cantares que van y vienen o Musicanto, que congregaban a miles de espectadores. Su acercamiento definitivo al cancionero pampeano se produjo cuando Guri Jáquez lo convocó para una serie de recitales auspiciados por la UNLPam. En el 82 fundó, junto a Jáquez, Cacho Arenas, Sergio La Corte y Carlos Urquiza, la Agrupación Pampeana Confluencia, registrando en cassette parte de la obra musicalizada del poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz, presentándose en localidades de la provincia. Desvinculado de Confluencia, durante dos años formó un dúo junto a La Corte, y luego hubo un paréntesis hasta que retomó en 1989 como solista, presentándose en espectáculos de integración como fueron los Encuentros de Músicos Patagónicos. Junto al Coro Municipal de Adultos de Santa Rosa, el poeta Julio Domínguez El Bardino, la artista plástica Teresita Lavoine y el artesano Juan Carlos Fernández, realizó una gira por el noroeste argentino. Fue artífice, junto a Lalo Molina, Roberto Yacomuzzi, Paulino Ortellado, Beto Urquiza, Mario Figueroa, Tucho Rodríguez, Roberto Sessa y Julio Domínguez, de la creación de la Cooperativa de Trabajo Artístico (CoArte). Se conformó la agrupación Los Músicos de CoArte, grabando en 1990 la cantata La epopeya del riego, con poesía de Edgar Morisoli y música de Lalo Molina; intervino cantando Coplas del gajo nuevo. En 1993, junto al Coro Municipal de Santa Rosa, interpretó Las canciones de Juanito Laguna. Dicho trabajo se grabó y se presentó en escenarios de Santa Rosa, Toay, Parera, Mendoza y Melipilla (Chile). A partir de 1994, sus presentaciones artísticas se hicieron esporádicas aunque la inactividad no fue tal, ya que en ese periodo brindó charlas en colegios sobre música aborigen y llevó a cabo sus primeras investigaciones sobre la temática musical pampeana junto a la Profesora Sandra Enrietti. Esa otra actividad lo llevó a brindar su aporte escrito en el suplemento Caldenia, del diario La Arena. Y ese espíritu de difusión del folclore lo exteriorizó también con el programa radial Cantos en el tiempo, que se mantuvo en el aire de Nacional Santa Rosa por espacio de 26 años, además de otras experiencias radiales como Orígenes, Una cita con la historia -junto al Profesor Milton Rulli- o Vamos juntos. Ha presentado a numerosos artistas del país y entre 1993 a 1995 organizó el Archivo Sonoro Musical de La Pampa junto a la clasificación de toda la colección de partituras (más de 100) y recortes periodísticos que hacen a la vida y obra del compositor e intérprete Argentino Valle. Junto a Sandra Enrietti se abocó a la tarea de rescatar canciones y poesía de autores pampeanos en la temática infantil, proyecto que cobró vida con la edición de un libro con 34 poemas musicalizados con sus líneas melódicas, ilustrados por alumnos de la Escuela 38 de Santa Rosa. También fue grabado por músicos locales y se armó un Coro Escolar, presentándose dicho trabajo en el Teatro Español, el 30 de octubre de 1997. La gestación de ese cancionero dio pie al nacimiento de lo que con el tiempo fue el Grupo Vocal de Integración de Niños Ciegos y Videntes, que tuvo su desarrollo hasta 2003. Fue Secretario de Cultura y Extensión Universitaria de la UNLPam y Director Municipal de Cultura de Santa Rosa.

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Autor

Raúl Bertone