«Si algún día alguien nos soñara juntos, entonces nos encontraríamos»

St. Gilles su Vie, 2 de agosto de 1926

(…) Y bien, el día de mi onomástico recibí el más bello regalo: tu carta. Como siempre, inesperadamente. Nunca me podré acostumbrar a ti (como no me podré acostumbrar a mí misma) ni a esta extrañeza, ni a mis propios pensamientos sobre ti. Tú eres aquello con lo que soñaré esta noche, aquello a quien yo apareceré en sueños esta noche. (¿Ver un sueño o ser soñada?) Como extraña en un sueño en un sueño ajeno. Nunca espero, siempre te despierto. Si algún día alguien nos soñara juntos, entonces nos encontraríamos.

Rainer, quiero estar contigo, lo quiero para ese nuevo «yo» que puede realizarse únicamente contigo, en ti. Y también, Rainer («Rainer» es el leitmotiv de la carta) -no te enfades, soy siempre yo, yo quiero dormir a tu lado- adormecerme y dormir. Maravillosa palabra popular, y cuán profundo y exacto, cuán falto de doble sentido, cuán verdadero es su significado. Sencillamente dormir. Nada más. No, algo más: hundir mi cabeza en tu hombro izquierdo, mi mano en el derecho y nada más. No, algo más: saber, aun en mi sueño más profundo, que tú te encuentras a mi lado. Y algo más: escuchar el sonido de tu corazón. Y…besarlo. A veces pienso: debo aprovechar la casualidad de ser por ahora (a pesar de todo) un cuerpo vivo. (…)

M.

Compartir

Autor

Raúl Bertone