Los días 24 y 25 de abril se llevaron a cabo las 24° Jornadas Internacionales de Educación, dentro de las actividades educativas organizadas en el marco de la Feria del Libro. Fue el momento en que investigadores, profesores universitarios y docentes de distintos niveles de Argentina y América se congregaron para evaluar la situación de la escuela hoy y compartir experiencias de las aulas. Experiencias y reflexiones que apuntan a debatir: ¿qué es lo que tiembla y qué es lo que se debe reconstruir en la escuela?
Hace 24 años que la Fundación El Libro organiza estas jornadas, y según Susana Avolio de Cols, experta en Didáctica General de la UBA e integrante del comité organizador, desde la primera vez se está hablando del «cambio en la educación”. Vale preguntarse entonces: ¿cuál es el cambio que debe enfrentar la escuela? o ¿de qué hablamos cuando hablamos de “cambio”? Un consenso bastante generalizado, sin embargo, parece dar en el mismo clavo: que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han revolucionado todo, ya sea la forma de pensar de los chicos como los cimientos mismos de la estructura escolar.
La primera conferencia de las jornadas dejó abierto un debate que no puede ser evadido, aunque sí dispararse para varias puntas, precisamente porque apuntó al fondo de la cuestión: ¿Por qué no ver a la institución escuela como una tecnología de época pensada para la formación de un tipo de sujeto? ¿y si lo que cambió no son meramente las herramientas que se usan en el aula, sino que estamos ante una nueva interioridad de los hombres, una nueva forma de pensarse con respecto a sí mismos, ante el mundo y ante otros?
La encargada de esa apertura, Paula Sibilia, sostuvo que las tecnologías digitales (como los teléfonos “inteligentes” que conviven en el aula con el resto de los útiles) no son solamente herramientas que se usan para un fin, son “formadoras de subjetividad”, como en otro tiempo lo fueron otras tecnologías, como por ejemplo el libro.
Paréntesis para decir que esta conferencia tuvo lugar en la sala Borges del predio ferial de la Rural, al segundo día de iniciada la Feria del Libro de Buenos Aires. “Hizo falta crear las escuelas para que el libro cumpliera sus efectos”, manifestó la antropóloga frente a más de un centenar de docentes y autoridades educativas. “El libro” en su significado absoluto y difuso, no un libro en particular. Leer en silencio fue también un invento, sostuvo. Un libro implicaba “un modo de ser interiorizado que se propagó por los siglos XVIII y XIX, luego de ya afianzada la imprenta gracias a la burguesía y luego al capitalismo”.
Por esto… ¿cómo puede sorprender tanto que otra tecnología, como la red, venga a cambiar el estado de las cosas? ¿Qué ideal de persona educada se pretende manteniendo la escuela inmune a los cambios? Y ¿qué ideal persigue el nuevo modelo digital? Preguntas que no formuló textualmente la autora, pero que se desprendían de sus hipótesis. Inquietantes, pero a la vez reveladoras. Porque desde una perspectiva macro podrían llevar a cuestionar qué estructura de poder sostiene la educación a escala global, o qué objetivos tiene respecto a los modos de ser en el mundo.
El cuarto de lectura, el tiempo en soledad de interacción mental con el libro, con el conocimiento, quedó obsoleto, porque ahora son otras las herramientas que necesitamos para la autoconstrucción. Pero “¿por qué y para qué nos volvimos compatibles en tan poco tiempo con estas nuevas herramientas?”, indagó la autora de “Redes o paredes” y remarcó que la proliferación de estas tecnologías está rompiendo la intimidad del hogar, como también volviendo porosas las paredes de las aulas, ya que “el mundo contemporáneo” (mercado, medios de comunicación y tecnociencias) solicita cada vez más “visibilidad y conexión”. En tanto, “ya no son necesarias las paredes de la escuela para formar a los sujetos que se necesitan hoy”.
Una disertación picante, podría decirse, por las preguntas que generó y que pocos pudieron expresar debido al tiempo planeado para el resto de las actividades. Pero vale mencionar la que hizo uno de los educadores oyentes:
“Si la escuela está obsoleta ¿cómo ve usted el futuro de la profesión docente?”
Sibilia respondió que lo que está en crisis es la “transmisión del saber” con reglas rígidas, crisis que los docentes deben aprovechar, pese a las amenazas de caos, para generar diálogos con los estudiantes, porque las condiciones de enseñanza-aprendizaje todavía están en la escuela, y conviene aprovecharlas para inventar nuevas oportunidades de conocimiento.
El abordaje de las tecnologías digitales en el aula flotó en las siguientes charlas y talleres de las jornadas. Cómo insertarlas en las tareas tradicionales se transformó en el quid de la cuestión en varias oportunidades, o se dispararon ideas más “novedosas” como los docentes twiteros, el estar online para responder o guiar a los alumnos fuera del aula.
Al respecto, tres profesoras universitarias, dos de ellas de la Maestría en Tecnología Educativa de la UBA, coincidieron en que estamos ante una nueva concepción de inteligencia y que las tecnologías “son prótesis de la mente”.
Plantearon además la necesidad de “alivianar la currícula”, es decir, quitarle contenidos a las planificaciones y presentar en el aula temas de actualidad con enfoques diferentes, y no aquellos que los chicos pueden copiar de la red para luego repetirlos y que el docente verifique así si aprendieron.
Los conceptos de convivencia y diversidad también provocaron la reflexión de los docentes, en la mesa redonda de Silvia Baeza, Daniel Levy y Noemí Drazer «Convivencia escolar: del derecho y del revés»; en la conferencia de Alejandro Castro Santander «Estar bien en la escuela. Cuando convivir y aprender son inseparables» que giró en torno a minimizar los casos de violencia apelando al diálogo entre educadores-alumnos-padres; como en el taller “aprender a convivir. Estrategias para educar en valores”, dirigido por Adriana Gasalla.
La evaluación fue el tema abordado por Alicia Camilloni, directora de la Maestría en Didáctica de la UBA, quien en su conferencia “La responsabilidad pedagógica y social de la evaluación de los aprendizajes” problematizó el rango cuantitativo de notas y la falta de criterios comunes en los docentes a la hora de poner una cifra por alumno.
Los días 24 y 25 fueron intensos para los comprometidos en la educación, y la oportunidad además para conocer a formadores y profesionales reconocidos de América; todo ello potenciado en el ámbito de la Feria. Vale aclarar que los siguientes 27 y 28 se llevó a cabo también allí el 15° Foro Internacional de Enseñanza de Ciencias y Tecnologías.