Lo típico en el arte está conceptualizado por una serie de condicionamientos físicos y psíquicos. La corriente simplista considera lo típico como lo más usual, y no entiende como típicos tanto los rasgos positivos como los negativos, que en su unidad nos revela un personaje cómico humano, preciso y claro. Sus pensamientos y sentimientos; así como el comportamiento social están relacionados con las reglas de conducta practicadas en la comunidad que le rodea.
Lessing exponía que si la tragedia necesitaba personajes comunes, la comedia exigía personajes recargados. La hiperbolización es indispensable en la comicidad para demostrar personajes cargados de imágenes y de fantasías apoyados en el absurdo, lo grotesco, lo ilógico, lo bufonesco, la sátira y sin los cuales una verdadera clownada es inconcebible.
La Compañía «La Risotada, humor y circo» viene sumergiéndose en un mundo de improvisación. Utilizan ese antídoto efectivo. Construyendo personajes, los payasos «Zoquete» (Julián Martín Serralta) y «Sovaco» (Luciano Roggero) continúan logrando una complicidad única con chicos y grandes. Muchas veces salen los disparadores desde el público, y de esa manera generan un ámbito de compañía. Lo espontáneo, entonces, articula rápidamente la sonrisa.
Los dos componen criaturas queribles. Haciendo eje en el humor típico del clown, en el que la reiteración de situaciones provoca gracia. Tienen la voluntad de jugar hasta el último minuto. Con una estética donde priman la destreza física, la frescura y la complicidad con el público por encima de otras cuestiones más vinculadas con la tradición circense, el pasado domingo en el Auditorio de MEDANO, ante una sala colmada, generaron nuevamente ese ámbito de la impronta del teatro callejero.
En su último espectáculo «Parecidos pero diferentes» se expusieron una vez más con ese arte complicado de hacer reir. La misión establecida desde el vamos. Dedicación esforzada para construir situaciones que convoquen a ese estado. Stephen Chbosky escribió en «Pieces», una antología de cuentos cortos, que «no hay nada como las respiraciones hondas tras haberte reído tanto. Nada en el mundo como un estómago dolorido por una buena razón». «Zoquete» y «Sovaco», artistas de espíritu lúdico, se encargaron, ante su público fiel, de llevar sucesos de la vida cotidiana más allá de lo convencional para sacarles una sonrisa. Ya en la Edad Media −y quizá mucho antes− había personajes, como el bufón o el comediante, que tenían la función de hacer reír. Personajes que tienen la pretensión de llevar ciertas situaciones de la vida a niveles en donde el cuerpo hablé por sí mismo al unísono de la carcajada. Porque la risa es precisamente eso: cuerpo, devenir, pulsión, entraña y vida.
La risa como alimento
Compartir