Las primeras imágenes se presentan con la fuerza y el misterio de observar la espalda de quienes caminan.
A continuación se pone de manifiesto un mundo invisible en el sistema legal penitenciario en Francia, país en el que desde 2014 funciona la justicia restaurativa.
Profesionales y voluntarios realizan una escucha sin emitir juicio, no hablando en lugar del otro, respetando sus silencios y, sobre todo, posibilitando el pensamiento propio y ajeno.
Se ofrecen al espectador dos modos diferentes de abordaje.
Uno de manera coral y en disposición circular, intercambian opiniones tres sentenciados por robos violentos con tres víctimas de robo -con diferentes grados de violencia- supervisados por personal especializado.
El otro, es un cara a cara entre una víctima de violación incestuosa y su perpetrador, ambos acompañados por la mediadora especializada.
La película no se focaliza en la violencia sino en la conversación y presenta semejanzas con el cine documental.
Cada personaje tiene el espacio que necesita y no hay protagonistas principales. Cada uno se toma su tiempo. Los diálogos, las caras y las voces son la materia prima de la obra y la comunicación es la acción principal. Es todo un proceso que puede significar el renacimiento de una nueva oportunidad.
Una película abierta a múltiples reflexiones.
Nos queda un sabor a esperanza y a fe en la humanidad.
Por Rosa Audisio