«No me ganan los prejuicios a la hora de elegir una canción»

Fotografía: Pablo Rivero Maldonado.

Chambouleyron explora, versiona, incorpora. Y en ese tono itinerante de este cantor nacido en Francia se mezclan desde una milonga a un bolero, desde un antiguo samba brasilero a la chanson francesa. Con su guitarra expresiva, ejecutada con solvencia, fluctúa con libertad entre estilos y géneros diversos. «Tal parece que el deseo de cantar y el de pulsar me vino dado. La guitarra: orquesta. La voz: cantante. Y siempre, la pelea en soledad para arrancarla al tiempo sus acordes», relata en su sexto y último disco solista llamado Juglar. Allí lo encontramos interpretando trece canciones en un formato despojado, donde aparecen y pueden convivir Manifiesto (Victor Jara), Tu pálida voz (Charlo y Manzi), o Mi negra (Lucho Guedes).
Guitarrista exquisito, considerado una de las mejores voces actuales de la música argentina, Chambouleyron es original, de cantar suave, que fue rocker en su exilio mexicano y se dejó ganar por la seducción del berimbau en Campinas, pero que cuando el tango logró atraparlo, no tuvo necesidad de cortar con esa fuerte ligazón. Entonces, las firmas de Gardel, Contursi, Manzi o Le Pera, por citar algunas, emergen en su mar musical, allí donde se sumerge con su guitarra para transportarse sólidamente con esa expresión, mayormente en su clásico formato de «juglar criollo». Aquél que canta y se acompaña con su instrumento.
Su primer disco solista, Chambouleyron le canta a Gardel (2004), es una delicada recreación del tradicional repertorio gardeliano, en su triple rol de arreglador, intérprete y productor. Antes había participado de espectáculos de renombre como Glorias Porteñas o Patio de Tango. Esa experiencia le permitió incorporar interpretaciones muy personales que alimentan su postura escénica. Después llegaría el tiempo de Voz y guitarra -una antología de canciones rioplatenses rescatadas del olvido- (2006) y Tracción a sangre (2008), para grabar en 2010 Figuración de Gabino Bettinoti, una obra integral de Oscar Steimberg y Pablo di Liscia (fue Premio Nacional de las Artes). En 2011 creó el espectáculo Los caminos de Gardel, con el que transitó diferentes escenarios de Europa, y su quinto trabajo fue Canciones al oído (2012), “un disco autobiográfico”, según palabras del propio artista.
La marca de ritual intimista quedó grabada días atrás durante su presentación en el Auditorio de MEDANO, en el marco del Ciclo Cultural 2016 que desarrollan de manera conjunta la UNLPam, la Dirección de Cultura local y Corpico. Abordando un repertorio diverso, dando muestras de su ductilidad interpretativa, pero sin olvidar el núcleo de la canción criolla de Buenos Aires. «Lo que viví en esta visita a General Pico fue realmente algo fantástico, similar a lo ocurrido hace algunos meses en Santa Rosa. Obviamente es mi trabajo pero me gusta mucho recorrer el país para presentar lo que hago, por ahí existen algunos destinos que tengo estructurados como Mendoza, Rosario, La Plata, Mar del Plata o Córdoba, y este año incorporé a la provincia de La Pampa. Fue una grata sorpresa encontrarme con tan excelente recepción en la gente. El vínculo con el público es algo que se produce de a poco, voy proponiendo un tipo de repertorio o canciones de determinado carácter, voy viendo lo que va sucediendo con la gente y a partir de eso también me doy bastante libertad para elegir en el momento mismo. Vivo trabajando y viajando, el tipo de repertorio amplio que tengo me permite presentarme en diferentes países», contó Chambouleyron, abriendo la charla con Lobo Estepario.

– ¿Cómo nace tu vinculación con la música criolla?
– Fue a través de mi abuelo materno, muy tanguero y músico también, si bien era amateur se destacaba en el piano. Es como que había mucha música en casa, preferentemente en el aire estaban las grandes orquestas de tango y siendo un chico escuchaba y empecé a entrar en contacto con la música nacional criolla tanguera. Con el transcurrir de los años, cuando estudiaba, comencé a investigar y a realizar trabajos sobre el folklore y el tango. Ahí me involucré de lleno, y de alguna manera pudo salir a la luz en mi primer espectáculo en 1996 con Rita Cortese y Soledad Villamil, y que se llamó Recuerdos son recuerdos. Empecé a bucear intensamente en las colecciones de discos, en las orquestas, y también emergió en paralelo mi parte solista, con el formato actual de «juglar criollo».

– La raíz tanguera fue fundacional en tu modo de cantar y tocar por lo que no debió resultar extraño que iniciaras tu camino solista interpretando obras de Gardel
– Ahí empezó todo, fue mi primer trabajo en el año 2004. Era un repertorio que me gustaba muchísimo hacer y en ese sentido me di un gran gusto de juntarlo. Hice bastantes arreglos, puse violines, ensamble de guitarras, contrabajo. Quedó un muy lindo laburo. Gardel es uno de los grandes y cuando me preguntan cuál es la canción que más me gusta, no sé responder. Es como un menú, donde cada plato es diferente y tiene su particularidad, su gusto. Eso me pasó con Gardel, un tipo que marcó camino, que no solo cantó el primer tango canción y de algún modo inauguró este género, sino que además lo trabajó y lo desarrolló muchísimo, lo exportó para generar esa explosión que hubo de la música argentina por distintos países del mundo. Todo eso que sucedió afuera se lo debemos en gran parte a Gardel, a su figura y a su empuje.

– ¿Qué diferencias encontrás entre ese primer disco y Juglar, el último?
– Por supuesto hubo una maduración y una evolución, el tiempo que va pasando y las experiencias de la vida que también te van modificando o colocándote en otro lugar como artista. Colocando también tu voz en otro lugar, uno canta de otra manera. La cantidad de presentaciones en vivo ayuda por supuesto a que sea diferente, por ejemplo escucho ese primer disco y me parece muy bien realizado, pero quizás siento que esa persona no sea lo que yo soy hoy. Puedo decir de alguna manera que este es mi mejor momento, lo que soy ahora.

– Desde que te dedicaste a hacer un trabajo muy solitario en el escenario la buena crítica no ha dejado de acompañar tus pasos
– Sentirme tan reconocido me resulta muy halagador. Cuando me toca trabajar afuera del país también me miman mucho. No soy un artista masivo, ni mediático, y en ese sentido tengo como un circuito bastante acorde a mi manera de ser, el de una persona tranquila que no gusta de las grandes exposiciones. Prefiero reductos o escenarios chicos, pero vivirlos con mayor intensidad.

– De alguna forma sos continuador de la línea del cantor nacional de otro tiempo, haciendo un poco de todo y armando un repertorio que tiene mucho que ver con tu propia biografía
– Hay como dos instancias. Por un lado sumo más canciones, es como un cuerpo que va creciendo, y por otro lado van apareciendo cosas nuevas, en realidad vienen apareciendo desde hace un buen tiempo de forma azarosa, me entrego un poco al azar. Puede ser a través de una radio en la calle, un amigo que me pasa una grabación, algo que escucho en un disco viejo o entro en Youtube. Tengo una amplia apertura en eso, no me ganan los prejuicios a la hora de elegir una canción. Mucho más ahora que estoy volcado hacia un repertorio que va más allá de lo tanguero y criollo, y que incluye música latinoamericana e internacional también.

– ¿Cómo surge la musa inspiradora, te visita seguido?
– Sí, siempre aparece. Basta con sentarse y empezar a «calentar el fuego» del trabajo, que algo aparece. Hay que respetar ese momento, parar un segundo y tomar nota para después poder hacer un posterior desarrollo. Generalmente soy más un versionador, agarro obras que ya están, de autor o a veces anónimas, y las vivifico, como que les doy una nueva vida. Eso es algo que me gusta mucho, y claramente me doy cuenta inmediatamente cuando encuentro una canción que me seduce y que voy a poder cantar. Es como una corriente que me arrastra hacia pensar un arreglo, a imaginarme como encararlo, como cantarlo, desde dónde. Ese es un proceso maravilloso.

– Me hablaste de Gardel como artista referencial ¿a quiénes acudís también cada tanto?

– De la escena del tango me gustan mucho Cátulo Castillo, la dupla que conformaban Anselmo Aieta y García Jiménez, Troilo es inevitable y Homero Manzi es algo así como el cenit. Abriendo el abanico, otro enorme compositor, y que me encanta, es Angenor de Oliveira, más conocido como Cartola. Alguien que tuvo una vida muy dura y fue responsable de grandes himnos musicales brasileños. Podría mencionarte también al mexicano José Alfredo Giménez, otro que está entre mis preferidos.

Compartir

Autor

Raúl Bertone