Apasionado, intenso y con un gran sentimiento. Declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO, el tango es el símbolo más representativo de Buenos Aires. El espíritu de esa música nació junto al de la gran urbe y es por esto que no es posible conocer la ciudad sin sumergirse en su magia. Buenos Aires es la cuna y capital del tango, en cada rincón, en cada esquina podemos encontrar referencias. En cada barrio porteño se encuentra una milonga o un reducto donde se respira esa expresión surgida de un cóctel perfecto que atrapa a través de una melodía, una danza de seducción y romance o una voz que cuenta una historia llevada a su más nostálgica expresión.
Alejandro Avalos tuvo un paso por el Coral XX de Setiembre, hasta que cierto día se dejó ganar por el tango. El maestro Alberto Pelizzari acompañó sus primeros pasos, le enseñó los secretos y fue quien insistió para que comenzara a transitar ese terreno. «A mí me gusta mucho la poesía, le doy mucha importancia a las letras de lo que tengo que cantar, y el tango es profundo en ese sentido, conmovedor, más allá de lo instrumental”, contó cierta vez en una entrevista con Lobo Estepario.
Avalos fue solista de Pelizzari en la Orquesta de Cámara durante más de cuatro años y a comienzos de 2016 decidió emprender otros rumbos, buscando sumar nuevas experiencias. En ocasión de asistir a un espectáculo ofrecido en Buenos Aires por la cantante Sandra Luna, Avalos logró establecer contacto con Rodrigo Albornoz y Mariano Escobar, guitarristas que acompañaban a Luna, quienes se interesaron por su estilo y su repertorio, por lo que una vez regresado a nuestra ciudad envió algunas grabaciones. Al poco tiempo recibió como respuesta una invitación para compartir presentaciones en diferentes sitios porteños a los que concurren habitualmente.
«Ellos se dedican exclusivamente a la música, viven de eso y tocan durante casi todos los días de la semana. Albornoz también es guitarrista del cantor porteño Osvaldo Peredo, una figura emblemática del circuito under del tango, a quien me presentó y tuve el honor de mantener una larga charla, de la que rescaté muchas cosas. Peredo me brindó la posibilidad de interpretar varios tangos en su show, algo que resultó muy emotivo para mí, y cerramos juntos cantando Volver. Sinceramente un momento que atesoraré por siempre en mi corazón. En cierta manera se trató de un gran desafío personal, ir a cantar tangos en barrios donde toda la vida se escuchó eso, y rodeado de músicos que son especialistas y de un público que sabe muy bien de qué se trata. Obviamente estaba con la incertidumbre de no saber cómo recepcionarían lo de uno, si gustaría o no. Lo definiría como un curso intensivo, una experiencia inolvidable donde aprendí un montón de cosas. En toda esta aventura estuvo a mi lado mi esposa Fabiana, brindándome su compañía y su apoyo», contó el nacido en General Villegas y radicado en nuestra ciudad hace 30 años.
Avalos comentó que las puertas quedaron abiertas en cada uno de los reductos, por lo que se ilusiona con regresar en poco tiempo. «Gracias a Dios gustó lo que hice, en todos los lugares, al momento de la despedida, me recordaron que era mi casa y que no dudara en volver cuando quisiera. De aquí a fin de año tengo pensado seguir recorriendo la provincia con esos dos excelentes guitarristas como son los santarroseños Juan Cruz Santa Juliana y Franco García Decristófaro. Además, a través de Fabián Lagos, un ex vecino mío que estudiaba aquí y actualmente reside en Barcelona (España), donde tiene una Academia donde se enseña a bailar tango, además de una milonga a la que concurren muchos músicos argentinos, se produjo un vínculo con un bailarín que tiene un reducto en el barrio de San Telmo, y me transmitió la invitación para ir a cantar. Las oportunidades que surgieron son varias, obviamente la distancia es grande y el factor económico influye, pero se verá. Lo importante es seguir aprendiendo, hacer contactos y continuar adquiriendo experiencia».
La recorrida artística comenzó en ese espacio de culto llamado El Bar de Julio, a pasos del Obelisco, y prosiguió en la Peña Mandiyú -ubicada en el barrio de Almagro-, donde Avalos salió a escena para cantar sin micrófono, como se estila en el lugar, acompañado por un guitarrón y dos guitarras. Un contacto previo con el reconocido guitarrista Román Vergagni posibilitó esa actuación. También pisó el escenario del Bar Los Laureles, otro sitio emblemático declarado de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de Buenos Aires, y La Casa del Tango, donde trató al maestro Leandro De Rosa.
Las impresiones que le produjeron cada uno de los momentos quedaron impregnadas, adosadas. Saberse en un momento recorriendo un circuito establecido nada menos que en la cuna del tango. «Obviamente tengo que mencionar la calidad y la excelencia de los músicos, los cantores y los bailarines, el paisaje, el ambiente, pero también algo que me impresionó fue haberme encontrado con gente muy bondadosa, de corazón muy grande y dispuesta a dar una mano. Nunca vi un acto egoísta. Eso es algo que quiero destacar ya que no es habitual que suceda», concluyó.
«Lo definiría como un curso intensivo»
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