«Cuando reclamo con una canción, a muchos se les atraganta el churrasco»

Pero está tan frío en Cutral Có,
encima hay huelga y humedad,
ladra un perro por allá y una canción, una canción intento yo.
Me han contado que una vez,
esta tierra floreció.
Primavera de niñez, fertilidad, petróleo y pan.
Petróleo y paz.
A donde se han ido los días de ayer,
decía un viejo mapuche sin ley.

Plantado sobre un escenario, con su pelo largo y el puño derecho levantado para gritar con todas sus fuerzas Aonikén, permite bosquejar cierta actitud punk. Y esos desgarradores gritos a los que nadie puede sustraerse. Es difícil no conmoverse ante la fuerza del mensaje. Ante su contenido. Rubén Patagonia (Rubén Chauque, tal su verdadero nombre) siempre tiene mucho para decir. Sin importar el lugar ni el momento. Lo que importa es transmitir, comunicar, reclamar.
Este folclorista chubutense se encarga de generar diferentes tipos de emociones. Recitando, temblando, cantando, llorando. No pasa desapercibido ni provoca indiferencia. Es algo así como un volcán en erupción. El vozarrón de Patagonia sale desde las tripas. Con ese grito que raja la tierra. Y que surge con ganas de romperlo todo. «Dónde están los guanacos y los ñandúes, dónde está la bravura de Orkeke y Casimiro, dónde la china María y los abuelos, dónde mis treinta caballos y mis perros, llueve mucho hoy, llueve mucho hoy, y aún es nuestro el cielo sobre esta tierra chaysqui nush que tehua, chaysqui nush que tehua, chaysqui nush que tehua» escribió Hugo Giménez Agüero para su canción Talenke-Yten, que Patagonia incluyó en el disco Cutral Có.
Wiñoy tripantv significa Vuelve el sol. La Madretierra, la Pachamama, renueva su ciclo, germinando la vida a su paso, fortaleciendo el presente desde la memoria y eso es lo que quiere reflejar Patagonia desde ese mensaje que es sencillo y directo. O la invocación permanente a los pueblo originarios, cuando Indio deja el mezcal se transforma en la suma de las rogativas milenarias. Días atrás estuvo nuevamente General Pico en el marco de la Jornada Socio Cultural Volver a ser uno, con la que viene recorriendo el país. Compartió un momento con alumnos de la Escuela 26 y ofreció un espectáculo musical abierto en El Viejo Galpón, en una jornada organizada por CORPICO, la ONG Biorregión y la Mesa Solidaria Pampeana.

– La continuidad de un camino que, a la par del musical, intenta rescatar y reinvindicar la esperanza como modo de vida, construyendo ese futuro sin olvidar el pasado ¿Qué sensaciones te siguen ganando con los talleres didácticos que desarrollás en los ámbitos educativos?
– Nuestro camino del éxito no es el aplauso fácil, es dejar una semilla en los chicos. Los momentos con ellos son momentos que no se repiten y hay que vivirlos intensamente. Puedo decir que esa semilla ha prendido muy fuerte, uno lo observa a través de los años. Todavía se sigue discriminando en este país, se vive relegando, cuestiones que los distintos gobiernos de turno no resolvieron, todo lo contrario. Feliz de estar otra vez en esta ciudad para cumplir con el objetivo de comunicar en pos de una madre tierra más sana, que nos cobije a todos, que nos siga dando el alimento. Hay que saber llegar con este tipo de mensaje a niños y jóvenes, ellos perciben enseguida cuando se trata de algo sincero, lo importante es que les quede un poquito de todo eso que uno pregona desde hace tantos años. Forma parte de una nueva manera de mirar todo nuestro entorno cosmográfico. En mi familia somos la hermosa consecuencia de nuestro mensaje, de cuidar la madre tierra, de no contaminarla, de respetarla…Mi hijo Jeremías vive entre Sauce Viejo y Coronda, al lado del río, y allí construyó su cabaña con su compañera, en un monte de eucaliptus, con una huerta, con un gallinero, una vaca…Saber que podemos ser felices viviendo con pocas cosas, valorando y respetando un pedazo de tierra. Una forma de reencontrarnos con la raíz originaria.

– Los pueblos originarios continúan siendo bastardeados por el poder ¿se hace difícil marchar en la defensa de una cultura usualmente relegada, donde la premisa es beber libertad y transpirar dignidad?
– Los pueblos originarios tienen que tener su espacio y que nadie los moleste. Lamentablemente sigue sucediendo que una noche se encuentran con un alambrado que los cercó o que los sacaron a tiros. Las comunidades insisten con su lucha pacífica pidiendo su lugar y el poder sigue apaleando, pero ocurre que hoy día cualquier tipo de represión se viraliza, se expone en las redes sociales, se conoce inmediatamente, y antes se reprimía y todo quedaba en el silencio, no se sabía, se ocultaba. Para que eso sea posible también hay que tener la memoria bien cargada y guardada. En mi caso, uno siempre encuentra piedras en el camino, pero trato de sortearlas como puedo. Con un canto digno, sin grandes producciones ni marketing. El marketing lo hacemos entrando en los pueblos, recorriendo una calle. Cuando reclamo con una canción sobre la problemática de los pueblos originarios, a muchos se les atraganta el churrasco. No sé si una canción puede cambiar la realidad pero uno manda el mensaje. No se busca revanchismos sino el decir que entre todos logremos ese camino de historia que nos permita hermanarnos y mirar hacia adelante, de tomar conciencia de ese concepto tan importante como es amar a la tierra, de mirar a la naturaleza como un bien cultural y no como algo de mero interés económico.

– Mencionás a cada rato a la radio como esa fiel compañera en tu niñez y juventud transitada en el sur el país ¿cuánto ayudó para tu formación musical?
– Poder escuchar la radio era el momento más esperado cuando vivíamos en un campamento de YPF instalado en Cañadón Perdido, a 50 kilómetros de Comodoro Rivadavia. Me quedaba prendido a ella. Mi padre había instalado un caño largo, colocaba una antena y recuerdo que sintonizaba frecuencias de otros países. Así entendí que existían también otras culturas, con sus diferentes maneras de expresión. Mi madre mientras lavaba la ropa o cocinaba me pedía después que le cantara, y entonces yo, siendo un niño, tarareaba «el Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja…» o «hoy es tu cumpleaños mamita linda». Mi padre me inculcaba a escuchar mucho folclore, con los años empezó a gustarme el folclore de compromiso, ese que hacían Violeta Parra o Los Jaivas. Y si bien siempre escuché folclore, también escuché música clásica y obviamente rock, principalmente en los inicios de los años 70 mamé lo que transmitían Manal, el Flaco Spinetta, Los Abuelos, Pescado Rabioso y tantos otros. Ah, y por supuesto Vox Dei…-«Desde días viajé bajo la tempestad, voy en busca de mi cabaña de nogal, alguna estrella me vendrá a contar por donde andará…»(canta).

– Estuviste con Divividos, Almafuerte, La Renga, Gieco, Willy Quiroga, Los Gardelitos, el Tano Marciello, es algo habitual ver en tus recitales a muchos chicos metaleros, Iorio te dedicó una canción…¿dónde nace esa relación tan intensa con el rock?
– Sabiendo que hay una necesidad de fortalecer nuestra identidad, más allá de que sea folclore o música patagónica, el rock forma parte de esa búsqueda. Después, en distintos momentos de mi vida, pude acercarme y compartir escenarios, estar con muchas bandas. Me siento halagado por eso. Ellos le dan importancia no a si cantás lindo o feo, sino a que transitaste el mismo camino. Como me dice Iorio “usted amigo es de verdad”. Con Ricardo existe una linda relación, el público metalero me quiere mucho y lo demuestra cada vez que soy convocado para subirme a un escenario y compartir. Lo conocí hace muchos años cuando estábamos tocando en una peña en Ayacucho y se presentó una persona como “Néstor Egea, motoquero y fotógrafo de Almafuerte”. Nos compró dos cassettes y uno se le llevó a Ioiro. Al tiempo me llama y me dice que Ricardo había puesto el cassette y lo había escuchado llorando. Ahí me hizo una canción que lleva mi nombre y está incluida en el disco “Del Entorno”. Recuerdo que me llamó de madrugada y me dijo “Rubén, hice un tema suyo maestro, lo invito a que venga a mi casa porque el sábado presentamos el material en Cemento”. Fui, lo escuché y subí al escenario. Fue un honor para mí. No puedo olvidar tampoco cuando Divididos me invitó a cantar Talenke ytén en el Cosquín de 2008. Ellos me habían halagado mucho cuando presentamos el disco Volver a ser uno, en 2001. Mollo salió a decir en una revista que era una de las mejores voces del rock de Argentina. Imaginate lo que fue para mí leer tamaño elogio. Yo apenas canto fuerte, no canto lindo.

– En nuestro anterior encuentro recordabas lo que le cantabas siempre a Elena, que ya no está a tu lado, eso que dice Vox Dei en Prométeme que nunca me dirás adiós: «lo que quieras, lo que quieras yo lo haré. Pero, vamos, nena, prométeme que nunca me dirás adiós…» ¿Cómo transcurre hoy tu vida en Córdoba?
– Vivo tranquilo, me despierto contento todos los días para seguir adelante. Y he cambiado costumbres alimenticias para poder estar bien, para poder seguir en este camino trazado. Comí mucha carne en mi vida, por lo que ya no como carne. En cuanto a lo que me decís, la vida te da y te quita, pero no hay otra opción que seguir. Eso que le cantaba a Elena y deseaba no sucediera nunca, ese momento tristemente llegó. Y después de tres años de su ausencia, sin querer, sin estar buscando, la misma vida, el mismo entorno cosmográfico, hizo encontrarme con otra compañera. Las personas son irrepetibles, pero puedo decir que cuento con otra guerrera a mi lado y a quien también le debo un montón, Quizás el hecho de estar vivo. Yo había caído en un pozo anímico importante después de quedarme sin la mujer que estuvo a mi lado 37 años.

Fotografía: Pablo Rivero Maldonado.

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Autor

Raúl Bertone