Vivimos en una delgada línea roja

Las escenas que desplega Germán Wendel como modo de reflexión son escenas llenas de espacios vacíos y desolados, casi sin presencia de lo humano. En algunas parecen perfiles de bosques quizá incendiados, en otras, crudos inviernos porque hay mucha nieve. En mi última recorrida por el Museo Caraffa pude apreciar la obra pictórica inconfundible de este artista nacido en 1969 en la cordobesa Villa Reducción. Más allá de que esa frialdad nos hace pensar en la representación de la humanidad, sin necesidad de materializar su existencia, nos invita a refexionar sobre la capacidad de meditar como espectadores, sin caer en una mirada moralista sobre la guerra, desde una poética más bien definida y defendida por un artista sensible, que maneja con holgura los recursos técnico-expresivos del oficio.
Cada una de sus obras, presentadas bajo el título Krieg? Est Ist Dumm?, pareciera formar parte de un catálogo de invenciones y registros tecnológicos. Así, la soledad, el vacío, la desolación, devendrá en sensaciones emergentes de sus lienzos. El horror causado por los métodos y las estrategias militares llegan hasta nosotros a través de testimonios e imágenes. Las representaciones sobre el dolor, el horror y los imaginarios sobre la muerte, transmiten al sufrimiento su aspecto formal, generándonos una reflexión íntima. Las obras de arte formatean imágenes que circulan en una cultura y funcionan de algún modo como una memoria de la misma.
¿Para qué, entonces, representar la muerte? ¿Qué nos impulsa hacer de la muerte algo para ser recordado? Es más fácil recordar el dolor que el placer, y esto podrá ayudar a comprender el significado de la representación y estetización del dolor en obras de arte. Vivimos en una delgada línea roja que ante cualquier evento catastrófico podría detonarse y despertar los horrores que la guerra trae consigo. Trabajar sobre el horror es una forma de calmar el dolor.

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Autor

Raúl Bertone