Louis Armstrong fue quien hizo que el jazz se transformara de una variedad folklórica a una forma sofisticada de arte. Aunque claro, la grabación de “West End Blues”, en junio del ’28, fue posible gracias a una pulsión colectiva. Esos pioneros que estaban dando lugar a una estirpe. Armstrong se salió de los cauces de la literalidad e improvisó con total libertad y hondura, es decir, creó otro mundo. Pero también lo describió Michael Ondaatje, que el jazz fue parido por Buddy Bolden, cuando la tristeza lo ganó una noche para hacer brotar de su corneta «un blues y un himno más triste que el blues, y después un blues más triste que un himno».
Hay una frase de Henri Matisse que traduce muy bien todo: «El jazz es ritmo y significado». Así como Armstrong ha sido una de las individualidades que aportaron búsqueda, genio, trabajo, también lo fueron Hawkins, Coleman, Monk, Parker o Coltrane. Definitivamente, esta música, a decir de Alan Lomax, surgió «de un grupo en el que todos los ejecutantes pueden improvisar juntos aportando cada uno algo personal a un constante efecto colectivo».
Transcurridos más de ochenta años de ese momento, de «West En Blues», el jazz sigue vivo, ofreciendo alternativas. Los faros proliferan con distintas intensidades. Tiene algunas similitudes con el tango. Origen urbano, con ligazón al baile. Dos expresiones que se forjaron en sus períodos con intérpretes, compositores, orquestas, estilos, convirtiéndose en músicas para escuchar. Lo que lo diferencia del tanto es la improvisación.
El Grupo de Jazz Santa Rosa se presentó días atrás en nuestra ciudad. Fue en ocasión del 67 aniversario de CORPICO, coincidiendo con su lanzamiento del servicio de TV. La agrupación fue fundada en julio de 1977 y durante estos 38 años ininterrumpidos en la ruta, son muchos los festivales, los logros y las giras internacionales que ha tenido, cobijando a un total de 29 músicos.
Se destacan presentaciones en el Festival de la Heredad de Nueva Orleans (primera banda latinoamericana en participar), el Jazz Club de Nueva Orleans y en escenarios de países de Europa, como Alemania y Holanda, además de ser también el primer grupo de jazz en actuar en el Salón Dorado del Teatro Colón. Siempre proyectando y generando cosas, el grupo fue evolucionando y la incorporación de una voz femenina (la cantante María Emilia Sapegno), hizo que, sin alejarse de ese cimiento que es el jazz puramente tradicional, se sumergiera en el jazz contemporáneo. Además de Sapegno, están Rodolfo «Nino» Fiks (trompeta y corneta), Nelson «Tucho» Fernández (clarinete y saxos), Carlos Peláez (tuba), Pablo Weht (banjo y guitarra), Lisandro Dasso (piano) y Juan «Neco» Santoro (batería y washboard). Meses atrás presentaron su último trabajo discográfico “Tradicional y más…”. Los piquenses pudieron deleitarse con la magia de una música que sigue viva.
Fotografía: Pablo Rivero Maldonado