Es dueña de una estética musical muy personal y original. En sus tres discos ha revalorizado de alguna manera el material de folklore como pieza artística, para verdaderos oídos abiertos. La salteña Sandra Aguirre es una cantautora que nunca se queda quieta. Y en esa necesidad de explorar los infinitos caminos de la música, de bucear por ese mar de posibilidades, se introduce en la rica canción norteña para revalorizarla, pero también para condimentarla con otros sueños.
En su primera placa llamada “Sí”, en 2001, se largó al ruedo con temas de su autoría. En ella pueden encontrarse reminiscencias de Cuchi Leguizamón y Chacho Echenique. Luego fue con “El hombre de barro”, también a través del sello Melopea, con canciones que se parieron –ocho de las diez del disco le pertenecen- bajo el influjo de Julio Spinoza. Aguirre sabe de qué se trata. Se sube a un escenario y desde allí instala el mejor clima intimista, con su delicada y despojada voz. Poseedora de una gran extensión vocal y una afinación perfecta, conjuga cualidades pocos comunes en una escena donde no siempre se exponen los valores musicales.
La salteña fue revelación en el Pre-Cosquín de 1998 y en 2000, luego de ganarse el reconocimiento en los premios Octubre, tuvo en su mano la «llave» para grabar su primer disco, producido por Lito Nebbia. En 2013 fue el momento de “Flores”, disco que fue seleccionado entre los mejores del folclore alternativo en los premios Gardel, y en el que incluyó “Los aromos de Toay”, tema de su autoría con aires de milonga, que hace algunos años fuera estrenado en la Casa Museo Olga Orozco, de Toay.
Y esa impronta esencial de Aguirre, de articular lo clásico y lo nuevo del folclore sin perder, en ningún caso, la valiosa luz de cada época, se pudo disfrutar el sábado pasado en el Auditorio de MEDANO. Con su repertorio compuesto por canciones propias y de autores clásicos como Cuchi Leguizamón, Manuel Castilla, Falú o Miguel Pérez, entre otros, y acompañada por el músico piquense Leandro Mulatero, habló de los lapachos en flor, del color de la tarde, de la poesía, de la siesta y del silencio. Heredera de la riquísima tradición folklórica salteña, que ha entregado varias de las propuestas esenciales al género, Aguirre confirmó que es viva presencia de ese terreno fértil, diciendo lo suyo con el alimento de una generosa geografía musical.
“Siempre había venido a tocar a Santa Rosa, pero pasó bastante tiempo de mi última vez a esta provincia. Es mi primera visita a General Pico y me puso feliz encontrarme con una sala como la de MEDANO, creo que los piquenses, y los pampeanos en general, tienen que sacarle el jugo a pleno a este lugar, se tiene que llenar de artistas. Nosotros presentamos el proyecto y fue posible concretarlo. Muchas veces sucede que cuando se está muy cerca de las cosas, a veces no nos damos cuenta de lo que se tiene. Es una sala óptima para tocar, tener esto “vale oro”, realmente es así. Con La Pampa me pasa algo particular y es que por alguna razón siento que las puertas se abren gentilmente hacia mi trabajo”, contó la salteña, a pocas horas de lo que fue su recital en nuestra ciudad, ya en el corolario de más de un mes girando por el país. Aquí, además, brindó una clínica de canto, otra de sus facetas en este camino trazado.
– ¿Cómo está ese espíritu inquieto que te impulsa a no cejar en el compromiso de llevar tu música y tu poesía por diferentes lugares?
– Básicamente nunca he dejado de cantar y de presentarme, a veces en grandes escenarios, otras en escenarios pequeños. Sigo tocando, y soy feliz haciéndolo. No soy parte de la música más comercial ni tengo el respaldo de multinacionales, soy una artista independiente, que autogestiona su trabajo y puedo vivir de esto. Estoy componiendo y terminando de armar mi cuarto disco. Mi camino se hizo así, el andar cantando y con gestos simples. Cuando puedo viajar con los músicos con quienes grabé “Flores” lo hago, y cuando no puedo, viajo sola con mi guitarra. La gente siempre está y eso es algo que debo agradecer.
– Cada uno de tus tres discos editados están “amasados” con un idioma propio, en los que se acunan mitos, leyendas, y donde concentrás la propia metafísica existencial del hombre ¿qué podés anticiparnos del próximo?
– Considero que se trata de un trabajo distinto a todos los otros, vuelvo de alguna forma a algo muy esencial mío. Contendrá canciones que quedaron afuera de los anteriores proyectos por distintos motivos y considero que es el momento de sacarlas a la luz. Estará registrado con otra instrumentación y el entusiasmo en mí es muy grande. En “Flores” se puso “toda la carne en el asador”, con ocho músicos increíbles grabando, y eso genera toda una energía y una estructura especial. Después de eso me agarraron ganas de volver siempre a mi guitarra y a ese vínculo que tanto me gusta conseguir con la gente, establecer con el público, que colabora con su sensibilidad. Trato de mantener y preservar eso.
– ¿Cómo te sentís actualmente durante el proceso de componer?
– Son momentos muy preciados, muy valiosos. Entre las cinco y las siete de la tarde es el lapso favorito del día. Y no es una cuestión de inspiración. Me siento a tocar, y busco. Es una búsqueda permanente, no es algo que sale porque uno tiene el talento. A mí me cuesta componer. Hoy tengo varias canciones en proceso. Me conmueve lo humano a la hora de escribir. Los momentos del hombre, en su soledad y también acompañado. En todas sus instancias. El ser humano sigue siendo para mí una fuente inagotable de inspiración, de alegrías, de broncas, es algo incomprensible, y a mí me divierte lo que no comprendo. Me gusta pensar, dudar, desordenarme. Yo me amigué con todo eso y componer es algo que no puedo evitar.
– Es lo mismo que perseguís cuando alimentás tu propuesta con esa rica poesía de notables autores de tu provincia…
– Sí, esa es la intención. Interpretar clásicos es un desafío, pero es algo que me divierte también. Trato de no cambiar nada, de respetar todo lo que tiene que ver con el origen de la canción y aún así, al pasarlo por mí, ya sé que lo estoy pasando por otra época, por otra edad, por otro género también, han sido mayormente hombres quienes compusieron en su momento. Me encanta interpretar canciones de Cuchi Leguizamón, Manuel José Castilla, Miguel Angel Pérez o Falú, y también de algunos autores contemporáneos que han hecho cosas hermosas, no hay muchos, pero los rescato y los canto. Me interesa lo que escribieron otros y me interesa escribir algo que quede bueno, por eso a veces tardo mucho. No puedo escribir una canción en quince minutos. Pero bueno, no me ganan las urgencias, nadie me corre, es como que me tomo libertades en ese sentido, es decir, el único plano en el que me siento libre es en mi trabajo.
– Instalada en Buenos Aires, si bien fuiste y viniste varias veces, ¿cuál es la percepción que lograste del transitar de la escena en todo este tiempo?
– Lo que puedo ver es que a algunos les cuesta menos que a otros, eso está a la vista de todo el mundo. Personalmente me encantaría trabajar más, soy, junto a Sara Mamani, una de las pocas cantautoras salteñas que están vigentes, y mi deseo de querer trabajar ha quedado expresado a través de diferentes formas. Me alegro por los compañeros que laburan, hay un montón de gente valiosa que se lo merece definitivamente. Igualmente no dejo de seguir hacia adelante, los momentos cambian, la vida es larga, en un tiempo donde no adhería a la política que se aplicaba laburaba un montón y después con un gobierno con el que sí adherí, trabajé menos. Pero eso es solo una parte, no podemos volvernos todos hijos de un padre que es el Estado y que si ese padre no te tira un hueso, no tenés qué hacer. No estoy de acuerdo con eso. Creo que mi pensamiento es de alguna manera anarquista, a veces me sale decir ¡y bueno, no hay por acá, será por allá…!.