Aunque parece que los bytes no terminarán con la tinta, el negocio y los hábitos de lectura tienden a cambiar, para bien o para mal. Gutenberg dio el primer golpe de gracia en la escritura. La creación de la imprenta de tipos móviles arrebató la tarea exclusiva de los monjes copistas que trabajaban en los conventos. Aunque esa invención no eliminó las formas tradicionales. La publicación de manuscritos continuó por tres siglos más. Las versiones digitales, tanto de libros como de diarios, surgen cinco siglos después transformando así la forma conocida de lectura. Pero no desplaza lo otro.
El libro digital o e-book no pasa desapercibido en la actualidad. No se lo puede ignorar. En cuestión de almacenamiento, los dispositivos de lectura electrónica posibilitarán todos los títulos sin limitaciones. Es como que todos los libros estarán al alcance de la mano. Obviamente, antes de que suceda, se deberán encontrar respuestas a lo que significa el consumo y el acceso democrático a Internet. Un estudio realizado hace algunos años atrás por Internet World Stats detalló que en América Latina, de los casi 570 millones de habitantes, unos 170 millones tienen acceso a la red. En nuestro país, aunque desde el año 2000 al presente el crecimiento de penetración de Internet fue del 700 %, cerca de un 48 % de la población es usuaria.
Ese gigante llamado Amazon propuso por estos días una nueva forma de leer. Con un abono de 9,99 dólares mensuales, se accede a un catálogo de unos seiscientos mil libros electrónicos y audiolibros. Sucede en un momento donde Amazon mantiene un duro conflicto con editoriales como Hachette. La forma del reparto de ganancias de la venta de libros es el problema. Amazon está haciendo con los libros lo que Netflix hace con películas o series, o Spotify con la música. Esa idea de lo infinito.
¿Se redistribuirá en la balanza el peso de la pulseada entre los dos universos, el impreso y el digital? El semiólogo italiano Umberto Eco señaló sin dudar, en 2009, que el libro impreso no desaparecerá a causa del electrónico. Está claro que transcurrirá el tiempo para que aparezca una perspectiva concreta y contundente sobre si ambas posibilidades son antagónicas o podrán armonizar. Para quien escribe, no se trata sólo de una cuestión de elección. Pasa por esa extraña fascinación que ejerce el papel. Leer allí la forma manuscrita será una actividad que me seguirá contando entre sus adeptos. Sin ignorar, claro está, la utilidad de un soporte electrónico para descubrir sensaciones a través de un texto.
El mundo digital llegó para ser un complemento. Es un período de transición hacia un futuro que va a ser totalmente digital. Pero aún no estamos allí y no sabemos cuándo llegará. Juliana Orihuela es licenciada en Letras por la UBA y editora digital. Es cofundadora de Libresque, una empresa de libros digitales que tiene más de una década de presencia en el mercado. Asimismo, brinda sus servicios a distintas editoriales como Penguin, Edhasa, Mondadori y Random House. Días atrás visitó nuestra ciudad para disertar sobre “La edición digital y el mundo de los e-books”, actividad cumplida en el auditorio de MEDANO.
– ¿Existe actualmente un mercado de literatura digital en nuestro país?
– La oferta es bastante amplia, en general las editoriales grandes están digitalizando sus libros a pesar de que para esas editoriales el volumen de venta de los libros digitales todavía no representa un porcentaje muy alto. Sucede todo lo contrario con las pequeñas editoriales, las independientes, donde ese porcentaje es importante. Ellas sí aprovechan al máximo las posibilidades. Ocurre que no poseen grandes distribuidores para estar presentes en lugares muy distantes y de esta manera así pueden vender sus libros digitales donde quieran. En estas editoriales, ese tipo de venta representa actualmente un veinticinco por ciento del ingreso total. Es un número bastante importante.
– ¿La obra es mayormente poesía?
– Te diría que digitalizan todo. Hay mucha poesía gratis, en general las editoriales que publican poesía argentina contemporánea, ponen todo online de forma gratuita porque les interesa mucho más la difusión. La poesía no es un género muy comercial como, por ahí, lo es la novela romántica, aunque también existe una gran oferta de libros gratis. La calidad, sin embargo, no siempre es la mejor. Sucede que con los libros gratuitos, salvo los de poesía que ya vienen propuestos por grupos editoriales, la autoedición no pasa por la mirada o por el cuidado de un editor que puede ayudar a mejorar la obra.
– Un momento ganado entonces por los cambios de hábitos en una parte de los lectores y de los autores también…
– Lo mejor de los libros digitales es que se adaptan al dispositivo en el que los quieras leer, lo cual es buenísimo. Cuando hablamos de lo intangible que es un libro digital, en realidad pasa por el soporte; además, no tiene fronteras, es decir, podés publicar tu libro en La Pampa y lo podrá leer un primo tuyo que vive en España en el mismo momento en qué lo publicás, por lo que no hace falta todo ese tema del envío de ejemplares, facilitando de esa forma la difusión. Son más baratos de hacer y son más baratos a la hora de comprar, por lo que si sos un lector voraz, tenés ahí otro punto a favor. Le falta todavía crecer, tal vez, en diseño editorial, son un poco más rústicos que los libros en papel, que tienen una larga historia de tipografías. Hay un escritor y editor bastante conocido que se llama Hernán Casciari, que propuso un modelo un tanto revolucionario, y que consiste en un escritor y el público casi sin mediadores, sin editoriales ni librerías. Algo mucho más directo, otra manera de acceder a la literatura. Es lo que nos permite Internet. Hay maneras de pensar las cosas nuevas y distintas.
– En tu charla mencionaste el desempeño de la tablet ¿se lee literatura a través de los teléfonos celulares?
– Hace algunos días escuché a una docente de literatura que fue entrevistada en Necochea, la ciudad donde vivo, y contaba que los chicos le preguntaban si pueden conseguir libros para leer en los teléfonos. Cada vez se usan esos aparatos para más cosas, teniendo en cuenta además que los teléfonos vienen cada vez más grandes. Para mí no son la pantalla más cómoda para leer, prefiero la de los e-readers, que no tienen luz, pero también he leído en mi celular, por supuesto, y tengo un montón de libros en la biblioteca del teléfono.
– ¿Cuáles serían, a tu entender, las nuevas formas de contar en la literatura digital?
– Creo que lo mejor, y aún es un terreno por explorar, está en la literatura infantil. Pasa por ahí. Los libros ilustrados, que pueden ser animados, en los cuales, por ejemplo, podés permitir la opción de que la madre grabe con su propia voz el cuento y de esa forma el chico escuche esa grabación. Tenés distintas opciones para aprender los colores, los números, todo ese conocimiento para los más pequeños. A la hora de contarlos permite infinidad de posibilidades, esto es, audición, movimiento…Si querés enseñarle a un niño que aprenda los colores, le ponés el tachito de la pintura roja y uno de pintura azul, el nene toca y puede formar el violeta entre los dos colores, viéndolo ahí.
– Es cómo que el límite lo establece la imaginación…
– Absolutamente. Y también tenés que contar con alguien que conozca hacer ese tipo de programación. Si sos ilustrador, sabés eso y está bárbaro, pero si no tenés esta nueva figura que aparece ahora con los libros digitales, y que se llama programador, no podés volcar fácilmente esos contenidos. Las tiendas grandes, como Amazon, te ofrece herramientas para que uno pueda subir lo que hace, pero en este tipo de publicaciones más complejas necesitás de un programador para que te guíe.
– Vargas Llosa, por ejemplo, señaló que el libro digital “es mucho más superficial y puro entretenimiento” ¿Cómo creés que esta nueva manera de abordar la actividad de la lectura está cambiando nuestra forma de pensar?
– Cuando empezaron a existir los celulares, por ejemplo, casi todos pensábamos que se trataba de algo invasivo, molesto, que era un elemento que no íbamos a querer tener y hoy son muy pocas las personas que no usan celular. No sé si nos vamos alienando, o no, lo que sí te puedo decir es que, en alguna medida, se trata simplemente de un dispositivo más para leer. Mientras Vargas Llosa siga escribiendo sus libros, nosotros vamos a seguir leyéndolo, aunque no nos guste lo que piense. El que es lector, aquel que tiene curiosidad, que necesita acceder a un contenido, va a dejar de pensar en el formato. Lo importante es que accedan, nada más. Uno seguirá escuchando música, existe el mp3 cuando antes tenías un cassette, o el vinilo en un principio. Lo único que te importa es seguir escuchando la canción de tu grupo preferido, y en el soporte que venga. Uno se acostumbró a escuchar a través de un «aparatito» con tal de no perder esa sensación que te produce la música. En la medida que los escritores sigan produciendo, que siga existiendo gente que tenga ganas de escribir, siempre van a haber libros, y estarán los libros en papel, que serán más caros en algún momento y se volverán un bien de lujo, como sucede hoy con el vinilo. Estarán entonces los melómanos que dirán que “no se escucha nada mejor que un disco” y aquellos que asegurarán que “nunca un vinilo podrá superar a un blue ray”, y estarán quienes te digan que “sólo pueden leer en papel” y los que no compren más libros en papel debido a que no pueden pagarlos. Y deseo señalar también que mi casa está llena de libros en papel, yo nunca quiero ser una fundamentalista de lo digital.
– ¿Creés que el libro aún está lejos de ser desterrado por este primo joven llamado e-book?
– Si algún día deja de haber libros en papel, tendrá que pasar muchísimo tiempo para que eso suceda, si sucede en algún momento. Hace demasiados años que leemos libros en papel como para que nos desprendamos así nomás de ese objeto, que, además, no tiene ningún problema en sí mismo. Tal vez pueda suceder que si gana la creatividad, es probable que el soporte papel deje de ser suficiente. Simplemente eso. Depende de lo que vayas a leer. Repito, un libro en papel empieza a ser un bien de lujo, compré varios en las últimas semanas y gasté como setecientos pesos, pero no compré siete libros, compré menos. En cambio en su versión digital no lo es aunque requiera el mismo trabajo al momento de entregar la obra al lector. Tiene que ser corregido, diagramado, colocado en el dispositivo y ver que funciona bien. La tarea de hacer un buen libro, en cualquier formato, sigue siendo la misma. La diferencia básica está que digitalizar es más barato que imprimir.
– ¿Cómo es el comportamiento de los escritores argentinos contemporáneos hacia esta posibilidad?
– Conozco a algunos escritores argentinos que, en realidad, son también muy lectores, y todo esto les provoca curiosidad. Me imagino que cuando te acercás al dispositivo y ves que la experiencia de lectura no se muestra significativamente alterada, en ese momento cae una barrera. Entonces dices “ok, no pasa nada con leer mi novela acá, en este “cosito”. Si la novela es buena me quedaré metido dentro del “cosito” como otros lo harán dentro de un libro hasta que lo terminen”. Los aparatos están bien pensados, bien diseñados…Hay muchos que están escribiendo sus libros sólo para la versión digital, por ahí debido a que hacen algo más corto, o entregan por capítulos, en el transcurso de cada semana. Es como regresar a la escritura del folletín, pero la entrega es, si uno lo desea, por correo electrónico. Hay algo que siempre cuento en las charlas, me parece muy interesante. David Byrne, ese notable cantante que integró Talking Heads, recorre en bicicleta, a la que lleva consigo en sus giras musicales, cada una de las ciudades donde va a tocar. Hace poco escribió un libro que llamó “Diario en bicicleta” y en el prólogo se queja de no poder incorporarle a ese libro todo lo que filmó, o las canciones que compuso mientras paseaba con su bicicleta por ahí. Y dice “ojalá mi editor se anime a hacer esta versión digital”. Entonces, todo depende de lo que vas a contar, de las posibilidades, y de dónde y cómo contarlo.
– Una respuesta al nuevo contexto digital es la de aquellos que apuestan a la distribución sin trabas por Internet de sus libros electrónicos ¿qué tan grande es la diferencia del porcentaje por derechos de autor entre ambos mercados?
– En general, el porcentaje para los libros en papel es entre un siete y un diez por ciento del precio de venta al público, del precio de tapa, aunque claro, a los autores de renombre les pagan más. En la versión digital, existe una estrategia, imagino que para que los autores no empiecen a autopublicarse y tengan una relación directa con los librerías o tiendas digitales. Una de ellas es ofrecerles porcentajes más altos de regalías por derechos de autor que pueden fluctuar entre un veinticinco y un cuarenta por ciento en algunos casos. También es cierto que el precio de venta al público de un libro digital es mucho más barato que una edición en papel. Por ahora en el mercado argentino es muy probable que venda más el papel, es más, no creo que exista un libro publicado por una editorial grande que haya tenido más venta digital que en papel.
Rosa Montero, periodista y escritora española. Escribió las novelas «La hija del caníbal», «La loca de la casa» e «Historia del Rey Transparente», entre otras.
Pablo Arrieta, diseñador web colombiano. Ha recorrido toda Latinoamérica introduciendo a los diseñadores en las últimas herramientas.
Mario Vargas Llosa, escritor peruano. Uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos. Nobel de Literatura 2010.
