Viene dejando su huella profunda en la canción, aportando el mismo universo de diseminaciones innumerables, sin menoscabar la contagiosa emoción de una profunda sencillez. Hablando de la naturaleza, capturando la esencia del paisaje. La poesía de Roberto Yacomuzzi no sólo hace un rescate sensible de vivencias profundamente humanas o la embellecida imaginación de la palabra, sino por la conciencia con que la forma y la emoción se conjugan. La palabra de Yacomuzzi apunta al paisaje, pero sumergiéndose en su propia infinita sugerencia, lo trasciende encandilada.
La naturaleza. La pampa que nos desvela. Realidad metafísica de nuestro ser. «Jaula de su horizonte», definió Martínez Estrada en su célebre Radiografía de la Pampa, la concepción del mundo del hombre de nuestra llanura, a quien veía «cautivo en los límites de esa concepción (…) que no tiene salida al mundo». Es el hombre y su circunstancia, esa férrea ecuación de la que hablara Ortega y Gasset, en la que el inasible territorio argentino es la circunstancia modeladora de una nostalgia tan infinita como el vacío que atenaza a quien la habita.
Conoce Yacomuzzi el secreto del aliento final de una estrofa. Cuando parece que se acerca el declive de un verso, da con audacia una brazada más: golpea el remo en el agua del lenguaje y regresa con la última palabra inesperada, festiva. Como señaló una vez Atahualpa Yupanqui: «Respondo al reclamo interior, al «cascabel», como lo llamaba Ortega y Gasset: cuando se agita dentro de uno el cascabel, es cuando se necesita andar ese camino para ver qué rebaño lo anda buscando». Y vaya que anduvo, y anda caminos el quemuense. Certero en su demanda por convertirse en aquello que bulle en los alrededores del paisaje.
Las capas de la memoria en la que los recuerdos se parecen a los sueños. Una memoria en la que el recuerdo es presente contínuo y es por eso magia, no maravilla. La construcción de apretadas imágenes poéticas que resumen dos o más sensaciones físicas es, a su vez, el modo de la poesía de Yacomuzzi. Y la lejanía adánica y feroz que provocan en su encantamiento. Como si la palabra de este poeta pampeano transformada en música fuera capaz de despejar el cielo de nubarrones.
Días atrás, la presencia aquí de Yacomuzzi engalanó una velada realizada en el Auditorio de MEDANO. Su impronta tan personal para una visita que es siempre muy bienvenida. «Hemos retomado el vínculo con realizadores de General Pico, una ciudad que en otras épocas tuvo manifestaciones importantes y por ahí, se perdió un poco en el tiempo. Es imprescindible recuperarlo. La convocatoria no logró demasiada respuesta de la gente pero considero que se debe insistir, como hicimos siempre, desde que tengo memoria. Porfiando en el mismo sentido. Nunca hubo resultados que tengan que ver con lo espectacular, pero sí con el sustento de las cosas, logrando reconocimientos y comunicaciones que se fueron consolidando», señaló al trazar una referencia del momento actual al que se vivió hace algunos años en nuestra ciudad y la provincia misma.
– ¿Cómo te sentís hoy, en este presente que te encuentra pintando tu aldea con letras y música como hace largo tiempo?
– Hoy siento de la misma manera que sentía ayer. No hay más remedio que seguir pujando por lo mismo. El asunto es muy sencillo. Es hacer llegar a la mayor cantidad posible de gente a qué conozca lo que hacemos, es el único modo de que puedan querer o que con algún fundamento, o alguna autoridad, diga que no le interesa. Es un paso imprescindible.
– ¿Qué caminos te llevaron, cómo se produjo el acercamiento a la música?
– No sé realmente si hubo un acercamiento, me parece que estuvo naturalmente en mí, en espontáneas manifestaciones. Desde muy tempranísima edad, cuando mi abuelo escuchaba en Radio Porteña los programas de las comunidades italianas o españolas; luego en el secundario, cuando nos reuníamos indefectiblemente con una guitarra, y luego, ya en el camino de una cierta elaboración intelectual, entendí muy bien lo que debía hacer. Eso me pasó, por ejemplo, después de conocer a Julio Domínguez «El Bardino», y tomar contacto con otros inmensos creadores de esta provincia.
– «El Bardino», Bustriazo, Morisoli, Nervi, fueron entonces encendiendo ese fuego interior en un comienzo…
– Menciono a «El Bardino» porque fue un disparador en mis sensaciones, nosotros, cuando jóvenes, recibíamos los mensajes que nos mandaban las radios y era toda música del resto del país, esa maravillosa música del litoral, de la zona cuyana, del noroeste…pero la nuestra no estaba. Un día fuimos desde Quemú Quemú a Santa Rosa para participar en un concurso, y escucharlo a «El Bardino», con ese timbre tan particular, tan ajeno a lo que nosotros conocíamos, y nos llegaba, ahí me dí cuenta de lo que debía ser, sin que eso significara que yo hiciera lo mismo que Julio (Domínguez). Pero la esencia de todo estaba ahí. Seguramente, de forma inconsciente, responderé a un montón de admirados creadores, pero no te puedo decir que voy detrás de lo que hizo Fulano o Mengano. Creo que uno se va nutriendo de un montón de cuestiones que valora profundamente, que le llegan y le emocionan.
– Alpatacal y Libresur fueron dos experiencias que te marcaron ¿qué enseñanzas dejaron aquellos años de amistad y trabajo compartido?
– Con los amigos, cuando hay comunión de objetivos, cuando se vibra en una misma resonancia, está todo por hacerse, y todo puede hacerse…Así fue como hicimos un montón de cosas que me satisfacían interiormente, además ese movimiento me acercó a personas que puedo considerar maestros como Paulino Ortellado, y bueno, todo sirvió para ir redondeando ideas y sentimientos.
– «Huella de ida y vuelta» es un ícono del cancionero pampeano ¿cuan arraigada estaba la nostalgia por el pago en ese tiempo creativo?
– De una manera profunda. Justamente es una manifestación del desarraigo, del éxodo o del exilio, un exilio tal vez más corto, entre algunas provincias de distancia. Además, no olvidemos que a una determinada edad en la juventud, todas las pertenencias son terriblemente fuertes, todo pesa grandemente en nuestro sentimiento, en nuestra alma, y así me sentí a cierta distancia de mis afectos, de mis seres queridos. En esa letra están volcadas muchas de las sensaciones que me atravesaron a poco de alejarme de aquí. Sentí la necesidad de hacerlo, de expresarlo, y el destino o la trascendencia se lo terminó dando la gente, no es uno quien pueda determinarlo.
– ¿»Canción al canto de mi tierra» y «Confesión del viento», por citar a dos, llevan la música de referentes como Naldo Labrín y Juan Falú ¿qué sensaciones te ganan cuando agrupaciones o solistas las versionan en distintas grabaciones?
– Bueno, como te dije antes, es el destino que a veces toman las obras, las canciones. Está totalmente más allá de lo que uno pueda presumir, pero, por supuesto, que suceda todo eso me llena de satisfacción. Al ego le llegan absolutamente, pero dejando de lado esa cuestión tan individual, digo ¡pucha, a veces suele ser importante por la trascendencia que puede tomar todo lo que uno puede hacer o hacen tantos compañeros de mi provincia!.
– «Canción de cuna para levantar a Mariana» fue un poema que escribiste para tu hija y que recién musicalizaste mucho tiempo después ¿tenías que saldar esa deuda?
– Sí, fue así…(risas). Mis amigos, connotados músicos, miraban para otro lado, como que era una obligación absolutamente mía. Entonces no tuve más remedio que ponerme a componer. Tuvieron que pasar más de treinta años. Creo que a partir de ese momento me animé a hacer algunas otras cosas.
– ¿Considerás que la música de la región pampeana ocupa el espacio que merece?
– Creo que la obra creativa de nuestros exponentes es muy importante, es mu grande. No como folklore, a la que considero una palabra que condiciona o limita mucho, sino como una propuesta actual, contemporánea. Ya el tiempo dirá si es o no folklore, pero sí sabemos que respetamos absolutamente nuestra esencia, nuestra pertenencia, y que no nos apartamos de nuestra impronta musical, de nuestros aires, que nos llegaron de las provincias que nos rodean, como Buenos Aires, pero principalmente de las pertenecientes a la región cuyana. Es una carga imposible de evadir y a partir de esa señal, esa marca, tenemos que realizar nuestra propia propuesta.
– El año pasado presentaste en sociedad tu último trabajo, el que denominaste «Ellas…las cantoras» ¿cómo decidiste vestir tu poesía con ropaje de mujer?
– Fue una idea de Mirta Losada, comunicadora social y escritora, quien cuando nos encontrábamos en algunas peñas me decía «tenemos que hacer a Yacomuzzi por las cantoras…». En ese momento me reía un poco y al cabo de un tiempo, y de dos o tres veces de haber escuchado lo mismo, me dijo «bueno, ya está, la Universidad de La Pampa, para el cincuentenario, va a contribuir a la realización de un disco interpretado por cantoras». A mí me pareció fantástico, aún cuando aquello que me daba risa antes me empezó a meter miedo, pero no había más remedio que hacerlo. Gracias a la voluntad y al enorme talento de las mujeres a las cuales les escribí, todas ellas admiradas por mí y quienes en algún momento se habían interesado por mis obras, se hizo mucho más fácil.
Foto: Pablo Rivero Maldonado
D.N.I
Roberto Yacomuzzi nació en Quemú Quemú el 12 de enero de 1945. Su producción poético-musical lo ha transformado en una de las voces más relevantes de nuestra provincia a lo largo de toda su trayectoria. Enraizado en lo más profundo de la identidad pampeana logró una proyección latinoamericana y universal a través de sus composiciones, que lo constituye en uno de los representantes más destacados de los músicos de su generación.
«Huella de ida y vuelta», musicalizada por Lalo Molina, integra el volumen II del «Cancionero de los Ríos» (2001). Algunas de sus obras tomaron el nombre de «Solamente poemas y canciones», editado por Nueva Era en 1993. Como integrante del dúo Libresur grabó el disco «Una rama del árbol», editado en México. De la misma manera, su obra «Canción al canto de mi tierra» fue musicalizada por el neuquino Reynaldo Labrín, y su poesía «Confesión del viento», por el guitarrista y compositor Juan Falú.
La trayectoria de Yacomuzzi incluye su participación en proyectos tales como la Cooperativa Pampeana de Trabajo Artístico (CoArte), integrando también el grupo Alpatacal. Demostró siempre su permanente búsqueda y exploración de la identidad pampeana, así como la defensa de los valores estéticos heredados de aquellos que conformaron la gesta fundacional del cancionero regional. Llevó su música a innumerables escenarios del país y el extranjero, ganando en 2003 el Primer Certamen Nacional de la Canción Inédita en Unquillo (Córdoba), como autor de la letra de «Como un vuelo de pájaros».
En 2007 integró el grupo de músicos y escritores que dieron forma a “De búsquedas y encuentros”, un CD en homenaje a las Abuelas de Plaza de Mayo, editado por la CPE. Ha realizado trabajos en TV y actuaciones en vivo en Radio Nacional. Como así también en el escenario mayor de Cosquín 2009, junto a Edith Rosetti y una delegación de artistas pampeanos, asistencia que se repitió el año siguiente junto a “Voces de la Patria Baya”, con el trabajo “La Pampa es un Viejo Mar”. En 2011 editó el disco “Ellas…las cantoras”, que contiene quince obras de su autoría, algunas compartidas con otros creadores, e interpretadas por voces femeninas, entre las que se destacan Liliana Herrero, Marcela Eijo, Edith Rossetti, Marita Londra, Luna Monti, Laura Albarracín, Laura Paturlane o el dúo Gavazza-Poggi. En 2012 se le otorgó el premio “Perito Augusto Tapia” por parte del Consejo Profesional de Ciencias Exactas y Naturales de La Pampa.


