Como si fuera un tajo que abrió el aire: Una poesía de Dardo Cuellar.
Un hombre vivo y del otro lado del andén, muerto.
Todavía el velo fresco,
de mis hijos corriendo al costado del tren.
Saludando al sueño que se hace rito, que se hace riel.
Que se hace galope,
con un ritmo que irriga todo mi ser.
Filósofo del camino dijiste: Están solos en calle del espanto.
La poesía se guarda sus lágrimas en el recuerdo.
Caricias al sonido del retorno.
Vieja reja forjada en llanto, fortaleza en obra que esconde,
Sueños de juguetes, que duermen al pie de un limonero.
Alambre caído por el salto de un hombre.
Hiedra prendida a mis huesos.
En este abrir de mis ojos y corazón,
Siento la incertidumbre de saber,
Si mis hermosos hijos, cada vez más lejanos,
En la imagen eterna de su niñez, saludan al tren.
A mí.
O a mis fantasmas.
Fotografía: Federico Lederhos