El hombre de la muchedumbre

Come sobre una mesa ovalada de nogal. La misma gigantesca y ovalada mesa donde hace Las flores del mal. Un gato es el rey del lugar. Es mayo de 1843. La última resaca de vino blanco y haschisch fue compartida con una puta del barrio latino, en el Ouai d’Anjou, en París. Allí se hospeda. En el hotel Pimodan. El llamado fundador de la modernidad ahora disfruta su soledad en la habitación. Alucinado aspira a la novedad perpetua. Excitando la imaginación. Es Baudelaire inventando un nuevo mundo sensible. Dándole voz y alma a través de la poesía. Al igual que su querido y admirado Poe, se ha convertido en el hombre de la muchedumbre. En un dandi. Y se aburre gracias a la novedad. Es que su tarea consiste en estar atento a las novedades precisamente para enterrarlas. Un dandi desnudo que investiga el lado satánico de su existencia. Lo límites del yo que quiere aniquilar. Baudelaire piensa que el hombre ha buscado huir del espacio fangoso y chato de lo cotidiano. «Habéis esparcido vuestra personalidad a los cuatro vientos del cielo y, ahora, ¡cuánto esfuerzo para reunirla y concentrarla!…» El navegante callejero, el yonqui experto, finalmente publicó Las flores del mal en 1857. Allí está toda su vida. Y toda su búsqueda poética. Morirá diez años más tarde. Convencido de que el Edén es la Poesía como estado. El viaje satánico hacia los límites del yo había concluído.

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Autor

Raúl Bertone