Ese privilegio de albergar al eterno trovador

– «¡A ver si se callan, che…!»

Un dueto conformado por un tal Gardel y Martino ha entrado a cantar en el escenario. Y mientras una cifra silencia el Cine Bar Don Pepe, “calaverones” fundan esta aldea desvelada. Es setiembre de 1912. Afuera, algún cochero de plantón, semidormido en su victoria.

– «Se me antoja, don -le espeta un circunstancial noctámbulo callejero- que pronto vamos a tener podridita en Europa».
– «Dejemé apoliyar, dejemé».

General Pico estaba queriendo olvidar la “aldea” de la primera década del siglo XX. Con casi ocho años de vida ya se perfilaba con su sostenido avance y en ese momento estaba al frente del territorio en cuanto a población, con un poco más de seis mil habitantes. La región era una inmensa pampa. Los negocios se contaban con los dedos de una mano. La galleta se conseguía en la panadería de Boles y la carne preferida era la de vaca y a nadie se le vendía menos de tres o cuatro kilos diarios: el kilo se cobraba a diez o veinte centavos. El almacén de ramos generales de los Ayerra irradiaba riqueza y movimiento comercial en la esquina de 19 y 20. Por la misma 19, el Molino del Oeste de Etcheto no le iba en zaga en capital y clientela. Ellos dos eran los pilares.
– ¡¡Qué sean seis esos cafeses…!!

Mientras el mozo vocifera de punta a punta del salón del Don Pepe, surge como una instantánea la imagen de ese trovero algo gordón, peinado en bandós el pelo muy lacio y muy negro, que deja ver sus perfectos dientes al trefilar el canto. Ese trovero de canciones camperas llamado Carlos Gardel que en esa noche piquense de hace 98 años enfrentaba por primera vez a un público en una breve gira artística, aconsejado por Barena, algo así como el tutor de Gardel. El mismo le había aconsejado al Morocho que abandonara la idea de buscar empleo y se dedicara lisa y llanamente a cantar. Esta versión la rescató Armando Delfino para su libro “La verdad de una vida”.
El propio Francisco Martino lo refrendaba en un reportaje al diario Crítica en su edición del 26 de junio de 1935. Así fue. La historia se encargó de sostenerlo. El debut del Morocho, a cuyo registro de voz la UNESCO declaró patrimonio de la humanidad, tuvo lugar en General Pico, una de las paradas de esa breve gira artística inicial. “En el ‘12 Gardel pensaba no seguir cantando, le había ido muy mal con las primitivas grabaciones que había realizado para Colombia y entonces quería dedicarse a trabajar como tipógrafo o algo por el estilo. Barena, que era muy amigo de Nicoletti, el famoso “rey blanco” por la cantidad de ovejas que poseía por estos lares, le insistió a Gardel para que continuara con la faceta de cantor y en un contacto con Nicoletti, le consigue una actuación aquí. Fue el 15 de noviembre, pero no viene con Razzano, quien tenía un compromiso familiar, y sí lo hace con Martino, el restante compañero. Esa fue la primera actuación mundial, pública, que registró Carlitos”.

Gardel junto a Francisco Martino, formando el dúo  en la primera gira por el interior del "Morocho del Abasto".

Gardel junto a Francisco Martino, formando el dúo en la primera gira por el interior del «Morocho del Abasto».

Quien esto dice no es otro que Daniel Mollani, admirador de la obra de Gardel y uno de los más comprometidos historiadores en nuestra ciudad de la vida del Zorzal Criollo. “En esa primera etapa Gardel interpretaba cifras, algún escondido por ahí, valsecitos criollos”, agrega Mollani. Siempre con acompañamiento de guitarras, en 1912, Gardel había dejado los siguientes registros grabados para el sello Columbia: “A mi madre”, el vals “A Mitre”, “Brisas”, “El almohadón”, “El sueño” (estilo), “Es en vano”, “La mariposa”, “La mañanita”, “Me dejaste”, “Mi china cabrera”, “Mi madre querida” (“Pobre mi madre querida”), “Pobre flor”, “Sos mi tirador plateado” y “Yo sé hacer”. Betinotti, A. Cepeda, I. Canaveri, F. Curlando, Martino, Mármol o Roldán eran entonces los que aportaban la autoría a su repertorio.
El guitarrista y cantor Martino se había agregado en ese mismo año ‘12 y los tres fueron de la partida en los festivales de la Casa Suiza en Rodríguez Peña al 254. En diciembre de 1913 se desvinculó Martino y durante ese año estuvo también el cantor Saúl Salinas. El contrato con la casa Tagini, representante del sello Columbia en Buenos Aires, especificaba que el cantor grabará quince obras y la remuneración será de 180 pesos. Gardel se comprometía además a no grabar ni actuar en relación con otras empresas fonográficas por el término de cinco años. Ese plazo se cumplía en 1917, fecha en la que firmaría contrato con el sello Odeón para grabar en dúo con Razzano.

El Cine Bar Don Pepe en 1909. Ese reducto cobijó las dos primeras actuaciones de Gardel aquí.

El Cine Bar Don Pepe en 1909. Ese reducto cobijó las dos primeras actuaciones de Gardel aquí.

La segunda actuación aquí fue en el ‘18, el dúo Gardel-Razzano estaba consolidado y con su fama a cuestas. Habían debutado como tal en el Armenonville. Otra vez fue en el Don Pepe y en el repertorio se podía encontrar al tango. En el ‘17 Gardel había estrenado en el teatro Empire “Mi noche triste”, en lo que fue el bautismo del cancionero ciudadano. Recién en 1919 volvería a grabar otro tango, “Flor de fango”, del mismo Pascual Contursi. “En esa presentación, en la que la dupla estuvo acompañada por la orquesta de Roberto Firpo, es muy recordada la escapada de ambos, en la madrugada, hacia Buenos Aires, para llegar a tiempo al hipódromo. El viernes 15 de noviembre actúan por la noche, la gira concluía en Eduardo Castex pero Firpo se queda acá, esperándolos”, rememoró Mollani. Gardel venía de filmar la película “Flor de durazno”, parte en Buenos Aires y parte en Villa Dolores. El film, sin sonido, mostraba al Morocho cumpliendo un papel importante en el film. Por esos días Gardel pesaba más de cien kilos.
Si bien no existen elementos fehacientes que sirvan para documentarlo, algunos testigos de esa década del diez hablaron siempre de otras visitas de Gardel a este pueblo que crecía vertiginosamente. Ocurre que el oriental Razzano era hermano de la esposa de Julio Speranza, un jefe de estación que se instaló en estos lares por aquellos años. “Sin temor a equivocarme puedo decir que entre el ‘12 y el ‘18 Gardel vino varias veces, muchos vecinos antiguos me lo manifestaron en su momento, seguramente transitaba las calles como un piquense más. Estaba aquí, eso sí, con la sola finalidad de descansar, pasar unos días tranquilo y compartir asados y guitarreadas”, agregó Mollani.
El 24 de junio de 1923 fue la tercera y última actuación de Gardel en un reducto piquense, al menos hasta donde se conoce. El agosto del 21 había debutado un nuevo guitarrista acompañante: Guillermo Desiderio Barbieri, el Barba, un fiel amigo que lo acompañaría hasta el final. Con Barbieri y José Ricardo entonces, que estaba con el dúo desde 1915 (lo conocieron durante la actuación en la obra “Juan Moreira”), fue la salida ante el público, esa vez en el Cine Bar Centenario, situado en calle 22 esquina 17.

El Cine Bar Centanario. Allí actuó por última vez Gardel ante el público piquense.

El Cine Bar Centanario. Allí actuó por última vez Gardel ante el público piquense.

“Ahí sí te puedo decir que fueron muchos a verlo, Gardel hizo matineé y noche, las dos actuaciones. A las cinco de la tarde era la primera función y a las nueve de la noche la segunda. Existe una versión que habla supuestamente de otra presentación del Morocho en el Cine Armonía. Pero encontrárselo alguna madrugada en el Bar Fernández, que estaba a una cuadra de la estación del ferrocarril, podía ser algo habitual. Muchas veces venía de cantar en otro sitio y en la espera del tren de las cinco, se arrimaba a ese lugar para compartir un momento con los parroquianos”, comentó Mollani.
Después de la última actuación en esta ciudad, viajaron con la compañía Rivera-De Rosa y actuaron con ella en España. El debut fue un 10 de diciembre en el Teatro Apolo de Madrid con la obra de Florencio Sánchez “Barranca abajo”. La despedida como dúo sería en Rafaela, al año siguiente. En los nueve años que duraron juntos, registraron setenta y cuatro obras. Razzano solista 6, Gardel solista 224, de las cuales 165 son tangos. Hoy se cumplen 80 años de la muerte del recordado cantor popular. Basta el simple acto que la púa caiga sobre el surco en que su voz quedó apresada, para que Gardel eternamente cante cada día mejor.

La placa como testimonio ubicada en una de las paredes del edificio que perteneciera al Cine Bar Don Pepe, sobre calle 20.

La placa como testimonio ubicada en una de las paredes del edificio que perteneciera al Cine Bar Don Pepe, sobre calle 20.

Imagen de portada: Imaginarlos así. Gardel y Razzano, tras el arribo en tren, caminando por el andén de la estación ferroviaria piquense.

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Autor

Raúl Bertone