Es un verdadero animal del escenario. Y verlo ahí arriba transmitiendo su arte de forma tan visceral constituye un soplo de aire fresco en este mundo compungido. Mimo, bufón, clown. Mas allá de similitudes y diferencias entre unos y otros, son los que desde la antigüedad llevan este arte arraigado, permitiendo su propagación por diferentes culturas hasta hoy. Personajes que, desde tiempos remotos, han sido asociados a fiestas rituales y a ritos de iniciación, aunque la forma que actualmente conocemos (maquillaje, ropa graciosa, gestos exagerados) es occidental y proviene de la modificación de antiguos personajes de la commedia dell’arte italiana del siglo XVI que hicieron los cirqueros que recorrieron Europa y los Estados Unidos durante los siglos XVIII y XIX.
Artista ecléctico el Loco Brusca. Pero sobre todas las cosas un bufón entendido como un clown provocador, irreverente, que se planta sin demasiados atavíos y sin ganas de asociarse a planteamientos tiernos o inocentes. El nacido en Ingeniero Luiggi en 1964 bucea permanentemente en el costado más oscuro del hombre moderno, ese que se muestra vencido por el estrés, los comportamientos violentos, las noticias vomitadas por los medios o por el exceso. Toda una escena donde lo físico y lo corporal son vital alimento para recrear cualquier tipo de situación. Y en esa vorágine, de repeticiones como diapositivas de lo que somos y en lo que nos vamos transformando, Brusca logra llevarte al extremo para que uno pueda encontrarse con miedos, tabúes o creencias. Pero siempre en clave de humor.
El filósofo francés Henri Bergson describió en La risa o sobre el significado de lo cómico, algo así como que fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. El ser humano suele reírse de lo que se le presenta como una caricatura de sí mismo: deformidades, expresiones ridículas, automatismos, rigideces, repeticiones. “Todo es más cómico cuanto más natural parezca la causa que lo determina”, señala Bergson, y adjudica a la risa una función y una significación social. Creo entonces que la risa es una interesante evasión. Que es salirse por un momento de quiénes somos y ver que no estamos congelados en una situación. Que podemos ser otros. Nos evadimos de quiénes somos un instante. Nos tomamos distancia. Qué hacemos después, depende de cada uno. Pero por un momento, nuestra risa es más importante.
El humor es la herramienta fundamental de su trabajo desde hace más de 30 años, y eso expuso días atrás en el Auditorio de MEDANO, con su espectáculo El hombre esquizofrénico del siglo XXI, acercándose con su estilo propio a un público atento y asombrado. La experiencia acumulada en cualquier terreno le ha permitido a Brusca sumar habilidades por doquier. Pantomima, bufón, monociclo, malabares, globoflexia, pirofagia, danza. Y la lista sigue.
«Feliz de estar aquí y feliz de iniciar un nuevo festival de humor, algo que hoy en día está haciendo falta en el mundo entero. Cada vez las derechas van intentando poner más difícil todo, entonces de alguna manera hay que contrarrestar todo eso. El humor es una de las armas más importantes y efectivas para hacerlo. No dejarse llevar por ese gran pesimismo que están sembrando. Yo recorro el mundo con mi trabajo y lo percibo en cada sitio, y con diferentes niveles. Las noticias en todas partes son patéticas, y las que son buenas no se saben, no hay interés de que se conozcan. Con mi espectáculo trato de que la gente se divierta lo más que pueda, mayormente es un humor ácido y contiene un poco de crítica al mundo que habitamos. Es un show con el que la gente se identifica en todas partes, por ahí en lugares muy extremos o con mentalidades cerradas puede que a uno no lo interpreten, pero eso ocurre en pocos lugares», contó Brusca, abriendo la charla con Lobo Estepario sobre el escenario donde un par de horas más tarde daría su función, inaugurando el primer Festival Pico Ríe.
Brusca comenzó a estudiar actuación en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Buenos Aires y un buen día eligió desarrollarse como artista en Barcelona, donde estudió Dirección de Cine mientras comenzaba a dar sus primeros pasos en la actuación de calle. El camino inicial del aprendizaje fue recorrido con maestros como Johnny Melville, Jango Edwards, Albert Vidal, Gabriel Chamé Buendía y Elizabeth Couchetief, ingresando después en el universo de la comedia y más tarde pulir la actuación del clown con John Wright, drama con Ernie Martin, y teatro experimental con Stephan Metz. «Mi carrera empezó a desarrollarse en Europa a mediados de los 80, había arrancado en Buenos Aires, en la Escuela de Arte Dramático, donde estuve casi un año, y no seguí producto de que la organización de la escuela era un verdadero caos en ese momento, y no tenía ganas de vivir tanto caos. Después se sucedieron talleres, cursos, como un trabajo de lo que uno quiere en concreto y no de todo lo que te van a dar, esto es, iba sacando de cada cosa lo que quería o lo que me permitía la situación. Mucho en la calle, en espectáculos o festivales, una cosa te lleva a la otra y de esa forma querés hacer siempre algo más. Es como que uno anda con un toque de insatisfacción sana, diría que rozando más la curiosidad que la insatisfacción, porque si sucediera esto último uno no estaría feliz con lo que hace», agregó Brusca.
Con sus personajes Speerman, General Mierden, Don Zoilo, El hombre esquizofrénico del siglo XXI, Mr.X, Guasavi o Baca Shtruck, donde en cada uno expone su evolución a través de diferentes y particulares visiones de los tiempos que corren, utilizando diversos lenguajes del humor blanco, negro, adulto, intelectual, infantil, ácido, bizarro, político, picaresco, directo o indirecto, el pampeano logra que sus shows en varios idiomas se adapte a todo tipo de espacios, mostrándose en festivales por todo el mundo. Países como Japón, Australia, Francia, Holanda, Inglaterra, Irlanda, Portugal, Escocia, Israel, Italia, España o Canadá son algunas de las estaciones donde ha desembarcado con su arte. «Intento que cada uno de mis espectáculos se fortalezcan. En el caso de El hombre esquizofrénico del siglo XXI, bueno, no pude hacer una película porque en ese momento el cine estaba un poco distante de mis posibilidades. Y la historia es como una película. Hay un guión, una historia que sucede, fue la primera que hice con un guión más concreto que el show anterior que era Speerman. Muchas noticias, algunas eran reales, y ahí adapté un poco las situaciones. Todo eso salió de una improvisación en un casting que hice para el Cirque du Soleil, donde me pidieron que hiciera algo que sucediera en un autobús. Les dije que me dieran cinco minutos, pensé y bueno, improvisé eso en un ratito, con la gente subiendo, el conductor…Me di cuenta que ahí había algo interesante y me propuse trabajarlo, fui puliéndolo hasta que pude presentarlo. Luego empezó a crecer, de 10 minutos pasó a 40, después se hizo de una hora, y si lo hiciera entero dura una hora y 40 minutos aproximadamente. Encarno unos 30 personajes con las dos historias. A mí me encantaría siempre hacer los dos finales pero es tan contínuo el punto de humor que no hay posibilidad de volver a subir, el humor tiene algo que cada media hora más o menos se puede mantener, luego es muy complicado», comentó.
Brusca tiene un total conocimiento de su cuerpo, realiza un buen control del mismo, y como actor formado con distintas técnicas, no se excede en sus posibilidades. Pura creatividad, la experiencia recogida sustenta esa postura donde el humor es la lucha entre la luz y la sombra, esa parte que es una pátina de la vida misma.
– Sabedor de tus inquietudes permanentes, de tu curiosidad ¿cómo te ves en 10 años?
– De acá a 10 años me veo hecho mierda, !qué querés que te diga…! (risas). Eh, me veo buscando con esa inquietud que me caracteriza, buscando nuevas maneras… Mirá, te cuento algo, ahora por ejemplo estoy pensando en trabajar algo con los miedos, buscar el lado de humor de esto que nos está pasando con los cambios climáticos, los refugiados, las guerras, la corrupción, con todo eso que tenemos que bancar constantemente. Por ahí uno busca eludir algunas situaciones pero tus amigos o tu familia no, y te llega de alguna manera, y obviamente te termina afectando.