Joaquín Giannuzzi: “Poetizar y trascender lo cotidiano”

A 100 años de su nacimiento

Joaquín Giannuzzi: “Poetizar y trascender lo cotidiano”

Por Alfredo Lemon

Autor marcadamente existencialista (1924/2004), lo primero que llama la atención en su poesía, es que ha sido construida a partir de reflexiones y sensaciones de la realidad circundante, que invitan a ser captadas en profundidad para encontrar su más nítida esencia. Es una escritura que exige despojarse de su sentido superficial para bucear en el lenguaje de lo simbólico y lo metafórico, sin abandonar cierto tono apesadumbrado que lo muestra a la vez humano y vulnerable. “Comprendo que hay un límite/cuyo paso en el tiempo/me está vedado/de modo que el puro conocimiento/sólo cabe en la mera travesura de la mente.”

Tras la lectura de una obra rica en diferentes interpretaciones, hija encabalgada de la generación del 40/50, emparentada con un objetivismo sigiloso entre poesía y indagación, se encubre y descubre, manifestándose en los intersticios de una palabra que puja por sentirse viva entre las cosas que nos rodean y se exponen a una constante divagación. “Contemplé el cuerpo de la paloma/ que la muerte hizo descender/ extrañamente, con un peso desconocido/ hacia un trozo increíble de la tierra. /Liberado del cielo pedía sombra/ el temblor abatido de su gris azulado.”

Las vertientes señaladas reflejan en un mismo espejo, una conciencia desdichada o brevemente gozosa, una aproximación, cercana o distante a Eros (pulsión psicológica del deseo) y a la Razón (pulsión reflexiva del pensamiento): “Einstein abrió la ventana/hacia la noche clara de verano./El universo era demasiado aún para un hombre como él./ Qué difícil meterlo en el cerebro;/ los delicados muros/del cráneo le rompía,/estremeciendo los agudos, dramáticos finales de los restantes huesos… la muerte quedaba desde entonces liberada/como esencial finalidad del cosmos”.

Gramática del mundo

No es la suya una dicción hermética, experimental o surrealista, sino que se está delante de una inteligencia renovadora del lenguaje, una expresión precisa y por momentos ascética, lograda a través del oficio que dan los años vividos y sufridos: “Alguien pensándolo bien, / se equivocó esta noche para que yo esté vivo”.

Entre luces y sombras aparecen entonces, esas interrogaciones eternas que siguen siendo contemporáneas, lo antiguo y lo moderno en la tradición de la más alta literatura metafísica de Occidente. “He observado el comportamiento de las mariposas/ sorprendidas por la lluvia en el jardín. / En vano buscaron refugio bajo las hojas / y en la profundidad de las flores. / Pero una de ellas se elevó y se elevó/hacia las nubes sombrías y eligió la muerte en el rayo/perdida la memoria de la especie”. 

Igualmente, esta voz nos abisma en el vigor de su elaborada expresión, entre la música y el silencio de una caudalosa vena lírica que se concentra en la crítica de momentos puntuales, familiares y subjetivos, íntimos y únicos. “A falta de ventana lo mejor parecía el suicidio. /La puerta daba a un frío corredor de aire muerto. /Y había una cama mortecina, un ropero como un seco ataúd/ y un espejo para despedirse de uno mismo…”

Pretende reivindicar la poesía como vivencia y sentimiento, invitar al hombre a una resurrección, a no sentirse un zombi alienado en la ciudad urbana del posmodernismo, sino a salvarse mediante la ensoñación (la gran preocupación de Bachelard), perfilando un universo transformado en belleza y en comunión con demás: “El domingo está desierto. La calle se alarga sin finalidad precisa. /Detrás de las paredes la vida parece haber agotado su última oportunidad. /Llamo al azar en algunas puertas y nadie acude…/ La historia ha concluido aquí. / Las empresas humanas han hecho el ridículo…” / “He aquí el mundo componiendo una música tan excesivamente humana/ que un accidente no modificaría la situación. /Yo bebo una cerveza y me pregunto si valía la pena, si necesitábamos este tumulto, / si este vértigo de la materia torturada es digno de nuestra fe.” 

Al leer su último poemario titulado “¿Hay alguien ahí?”, puede afirmarse que el autor ha conjugado equilibradamente “la honestidad como condición de la estética” y “el talento, en grado de excelencia”. Se encuentran composiciones potentes que vale la pena remarcar: “Una palabra virgen: Sólo ella sobrevivió, de un texto que olvidé. Desde entonces/ es presencia musical en mi cabeza. /Me era desconocida, y no obstante, /mantuve cerrado el diccionario donde sigue esperando, en estado puro, para entregarme su secreto”.

Época opaca

Decir para ser recordado, definir un estilo para la memoria de los que vendrán después, para las generaciones que le siguieron y sobre las que tanto influyó. “La poesía no tiene mercado. Lo que define el arte es la forma, no los contenidos. El artista habitualmente nunca está conforme con su propio destino ni con el destino de la sociedad. Además, es la condición humana también. Creo que ese culto del fracaso (como si dijéramos “vivir es fracasar” o “nacer es fracasar”, para citar a Cioran) se vive con cierta voluptuosidad”.

Concluyendo, la poética analizada no proviene de otra existencia que la vida diaria, circunstanciada. Es la vida de cada día que nos excede y reclama. Es el producto de la saturación del espíritu agobiado por la rutina. Es la obviedad hecha añicos por efecto de acumulación; cierto tono palidecido y que el poema con sutileza y habilidad pretende rescatar y destacar. “Todo el pasado invierno acurrucado junto a la estufa, /sudando de miedo por la mañana siguiente, cautivo de la luz lechosa del televisor, /apenas era libre para pasar al baño:/ y en la noche, la época que funcionaba con disparos y aullidos de neumáticos/ y gemía que no era esa a lo que había apostado/ y que sólo la verdad era culpable / y humillado y pidiendo perdón/ a los helados príncipes de nuestro tiempo/ en cuyas manos había dejado su dinero”.

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