«La música es un abanico de alternativas»

Cada color conlleva distintos matices y lo mismo pasa con los sonidos. En la película “La lista de Schindler”, dirigida por Spielberg en 1993, hay un solo para clarinete que interpreta Giora Feidman junto al violinista Issac Perlman. Feidman es hijo de un inmigrante judío argentino, está considerado uno de los ejecutantes más importantes de la música judía-klezmer, y cuando volvemos a encontrarnos con ese film, y volvemos a escuchar esa música, confirmamos que el instrumento comparte un mensaje que trae comida espiritual. Es el micrófono del alma de quien lo ejecuta.
El clarinete era el instrumento predilecto de Mozart. “¡Ah…sí también pudiéramos tener clarinetes! No te puedes imaginar el maravilloso sonido de una sinfonía con flautas, oboes y clarinetes” le escribe a su padre desde Manheim, el 3 de diciembre de 1778. En ese momento era un instrumento muy joven, y eran pocos los compositores que se “atrevían” a incluirlo en sus obras. En ese sentido, Mozart contribuyó de forma decisiva para su consolidación. Y para los clarinetistas es un punto de referencia obligado.
Los instrumentos de viento, en general, no tienen un repertorio tan amplio como el violín o el piano. Pero sus características le confieren al clarinete, uno de los más ágiles, un lugar especial en el mundo de la música. Logra un sonido homogéneo capaz de una gran suavidad en todos los registros. De ahí que se transformara en un elemento imprescindible de toda banda marcial, agrupaciones de cámara u orquestas sinfónicas que decidieran armar su camino un par de siglos atrás. Y como solista marca su territorio en músicas tan diversas como la samba brasileña, el swing y el mencionado klezmer judío.
El tercer encuentro del Ciclo de Cuerdas y Vientos, organizado por la Dirección de Cultura local, contó con la actuación de un clarinetista pampeano que muestra una libertad creativa ligada a una visión artística madura. Camilo Sánchez es un instrumentista delicado y preciso, de cuidada expresividad. La Sala 1 del Centro Cultural Maracó se vió colmada de un público ávido por nutrirse de climas especiales, esos logrados junto a la pianista Verónica Baraybar. Un dúo de Cámara que se formó hace siete años, que difunde la música compuesta para clarinete y piano, y que no ceja en su empeño de mantener una constante formación.
Independientemente del instrumento que utiliza, Sánchez se considera, por encima de todo, un músico. En ese sentido, tiene una actitud muy abierta respecta a algo fundamental llamado sonido, y, obviamente, lo que quiere hacer con él. Habla de un constante aprendizaje, de lograr la mayor variedad de colores y timbres, todo dentro de límites de corrección y calidad. La búsqueda permanente de todo músico; poder transmitir un mensaje y emocionar a quien lo recepciona.
“Con Verónica (Baraybar) venimos trabajando juntos desde hace rato, arrancamos en 2007 y siempre que podemos estamos perfeccionándonos. Entre los dos elegimos las obras que le puedan llegar a la gente y crear esos climas es un trabajo que llevó su tiempo. En esta presentación ante el público piquense hicimos, entre otras obras, dos cosas originales; lo que nos compuso especialmente para nosotros Viviana Dal Santo, y una sonata de Francis Poulenc, también para clarinete y piano. Es un concierto con mucha variedad, bien contemporáneo, con autores del país, de nuestra provincia, eso a veces no sucede en otros lugares. Claro que también tenemos otro repertorio íntegramente para clarinete y piano, pero eso es otra cosa”, contó Sánchez.

– Tus comienzos fueron en la Banda Sinfónica de La Pampa ¿con quién diste tus primeros pasos en la música?
– Fueron de la mano de Manuel Gerez, en ese momento concertino (primer violinista) de la Banda. Empezamos a estudiar junto a Matías Rasch, los dos arrancamos el mismo día. El lo hizo con Sergio Bongiovanni y yo con Manuel. Tendríamos once años. Después llegaría el momento de capacitarnos fuera de la provincia, tuve la oportunidad de viajar a Brasil, donde vivimos un tiempo para seguir aprendiendo, y cuando volvimos me encontré con Carlos Céspedes, solista del Colón, con quien sigo trabajando y perfeccionando en todo lo que es música clásica.

– ¿Cómo llega el clarinete a tus manos?
– En realidad empecé a estudiar saxofón y a medida que asistía a los conciertos de la Banda Sinfónica, el clarinete comenzó a llamarme mucho la atención. Fue entonces que decidí, al poco tiempo, cambiar de instrumento. La verdad que no me equivoqué en la elección, es un elemento que me encanta, con el que se puede hacer un montón de música, desde clásica hasta folklore, pasando por jazz, tango o rock. Actualmente me estoy perfeccionando, desde lo acádemico, en lo clásico, pero he tocado, y lo sigo haciendo, varios estilos musicales. Integro el grupo de tango “Revirados”, toqué en grupos de salsa, incursioné en proyectos de folklore. Uno va aprendiendo de todos los estilos, busco rescatar algo de cada uno, y también está bueno investigar otros caminos.

– Mientras seguís descubriendo algunos secretos de esa forma de comunicación que es la música, seguramente la confianza ganada va fortaleciendo el oficio…
– Claro que sí. La música es un mundo, ocurre como con el lenguaje, es un abanico de alternativas. Mi vida es la música y cuanto te preguntan ¿a qué te dedicás?, y le respondés “trabajo de músico”, por ahí hay personas que te miran raro o no entienden que ese es mi medio de vida, creen que uno tiene que hacer, además, otra cosa. Es producto, lamentablemente, de un tiempo donde la cultura no es asunto prioritario y los pueblos lo terminan sufriendo. También soy docente en las Orquestas Infanto Juveniles, dicto clases particulares de música…Gracias a Dios trabajo en lo que me gusta.

– ¿Cómo se articulan tus diversas fuentes estéticas musicales?
– Escucho a un montón de músicos y sinceramente no tengo un estilo que me marque o identifique plenamente de tal forma que, por ejemplo, alguien pueda decir “Camilo Sánchez toca música barroca”. A mí me gusta tocar de todo y para el encuentro de clarinetes que hicimos en marzo trajimos a Luis Rossi, nos dimos el gusto de que uno de nuestros referentes estuviera aquí y brindara una capacitación junto a Carlos Céspedes, Marcelo González y Marcelo Moguilevsky. Es un clarinetista reconocido mundialmente, que nació en Bahía Blanca y actualmente se encuentra viviendo en Chile. Es, además, el constructor de los clarinetes que yo toco. Ellos serían de alguna manera nuestras referencias. Soy de conformarme con el sonido y la expresión que yo quiero, y la verdad es que con Luis Rossi lo encontré. Lo mismo sucede con Céspedes, en mi opinión el mejor profesor que existe en el país.

– ¿De qué forma se aviva el “fuego” de los vínculos que se establecen en la escena provincial procurando ampliar justamente las posibilidades de cada artista?
– A mi alrededor tengo un montón de personas que se dedican mucho a la música, con las que comparto proyectos laborales, intenciones de hacer algo para la comunidad. Por ahí no contamos acá con una Facultad o un Conservatorio, entonces tratamos de compartir la información, de trabajar en equipo, de hacer encuentros para perfeccionar a la gente que está estudiando o concretar conciertos de Música de Cámara, difundir algo que en la provincia no es tan conocido. Sucede también en las Orquestas Juveniles, intentamos tener una buena relación con los chicos, como docentes y alumnos, y la verdad que la pasamos muy bien.

– ¿Es difícil encarar una carrera musical desde La Pampa?
– Es muy difícil, hay que lucharla mucho, no se nos hace nada fácil llegar a esos lugares donde debemos conseguir información. Una de las premisas para enfrentar esa situación de la mejor manera es generar cosas acá para que los chicos no pasen por eso, queremos anticiparnos en el tiempo para que los movimientos se puedan simplificar un poco más.

 

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Autor

Raúl Bertone