Las tripas entre el barro y la sangre

Cuaresma entre las bestias, las ratas, los perros y los faenadores más salvajes; entre las tripas y la sangre y los coágulos licuados con el fango. La escena es un espacio primitivo, brutal. Un espacio de barro, violencia pura, de sangre, poder y muerte. Un hombre que pasa azarosamente por el sitio, un unitario, se convierte, también él, en carne en el matadero. Ahí donde las vacas se carnean. Donde todo se carnea.
En El matadero encontramos el origen de la prosa de ficción en nuestro país. Pero fue un origen casi clandestino. Escrito por Esteban Echeverría en 1838, el relato permaneció inédito hasta 1874 cuando Juan María Gutiérrez lo rescató entre los papeles póstumos del autor, muerto en Montevideo, exiliado y en la miseria, en 1851. Seguramente Echeverría no lo publicó porque era de un realismo tal vez demasiado crudopara el romanticismo de ese tiempo, porque la ficción no tenía lugar en la literatura argentina tal como la concebía quien fue uno de los principales representantes de la Generación del 37.
Echeverría construyó la realidad de la ficción sin más herramientas que una obligada sucesión de palabras en el tiempo, una de detrás de otra. «¡Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a leyes inviolables y que la Iglesia tenga la llave de los estómagos! Pero no es extraño, supuesto que el diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y que la Iglesia tiene el poder de conjurarlo: el caso es reducir al hombre a una máquina cuyo móvil principal no sea su voluntad sino la de la Iglesia y el gobierno. Quizá llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversar con un amigo, sin permiso de autoridad competente. Así era, poco más o menos, en los felices tiempos de nuestros beatos abuelos que por desgracia vino a turbar la revolución de Mayo. (…) Es de creer que el Restaurador tuviese permiso especial de su Ilustrísima para no abstenerse de carne, porque siendo tan buen observador de las leyes, tan buen católico y tan acérrimo protector de la religión, no hubiera dado mal ejemplo aceptando semejante regalo en día santo».
Tripas humeantes, animales carneados, matarifes a caballo, fieros mazorqueros, cuchillos, manos y rostros ensangrentados. La carnicería, como espacio y como acción, es el sustantivo y el verbo de una geografía y un tiempo.

Ilustraciones: de la serie de Carlos Alonso.

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Autor

Raúl Bertone