Una misteriosa estructura de hierro se asoma mimetizándose entre las copas de los árboles. Entre las serranías del valle de Punilla, en los recovecos de ese pequeño pueblo llamado Dolores, situado a dos kilómetros de San Esteban, emerge, altivo, este molino de hierro. Pero no es uno más sino uno diseñado y construido por Alexandre Gustave Eiffel, el padre de la torre Eiffel de París. Y ahora, ya sin sus aspas, se parece más a una torre de hierro, cual versión serrana de la parisina.
Fue en 1900 cuando Adelia María Harislao de Olmos (esposa de Ambrosio Olmos, quien fue gobernador de Córdoba) adquirió dos molinos Eiffel que ingresaron al país como atracciones de la Exposición Rural de Buenos Aires. Uno lo envió a la estancia El Duraznillo en Río Cuarto (con el tiempo fue desmantelado) y el otro lo trasladó a la casa colonial San Sebastián, en el paraje Dolores. Este molino abastecía de agua al sector y era el punto de reunión de la dueña de casa y sus amigas que se asomaban al balcón del tanque principal para disfrutar de una bella panorámica del valle.
Hace más de 30 años una fuerte tormenta volteó la enorme rueda con aspas que al girar permitía la extracción del agua. La rueda nunca fue reinsertada. El resultado es un desalineado molino de hierros retorcidos. La estructura está formada por tres niveles: el superior donde estaba la rueda con aspas, el del medio con un tanque de agua pequeño y el de abajo con un tanque de mayor tamaño. Los tres están delicadamente circundados por una barandilla decorativa y conectados a través de una escalera caracol enroscada alrededor del eje.
La magia parece desvanecerse ante el cartel de ingreso a Dolores donde un puñado de letras pequeñas pone en duda la autoría de Eiffel y adjudica la obra al ingeniero A.Saglio de Buenos Aires. Al menos, así lo demuestran las inscripciones de la industria metalúrgica grabadas sobre las paredes, al igual que la marca Hércules perforada en el piso de chapa del mirador superior. Aunque el ADN del oxidado hierro prefabricado del molino no confirme nada, se trata de un elemento histórico único por sus características en Argentina y tal vez también de Sudamérica, ya que hace un tiempo se habría desmontado uno similar en Paraguay.
El molino, aún imponente desde su porte de 35 metros de alto, sorprende al imaginar el viaje que hizo desmantelado desde Buenos Aires a Córdoba en tren. Una vez en el pueblo de Dolores fue trasladado en carros tirados por bueyes para ser montado con hierro forjado y remaches, en tiempos en los que no se conocían las soldaduras. Así sobrevive, después de erguirse en la soledad de aquellos parajes de Punilla como un disidente en el exilio.
Lo que el viento se llevó
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