«Mi trabajo habla de los seres y sus entornos»

El arte constituye algo vital a partir de su relación con la percepción y cómo se percibe el mundo. Es una manera de ver y de ser, que afecta no sólo a los sentidos sino a la concepción de la realidad en conjunto. Muchos sostienen que el arte es ver lo invisible. Un bagaje de saberes y recuerdos que alimentan el inconsciente colectivo y conforman una obra que ya está ahí antes de que se le dé forma.

La escultura es una forma de arte visual. Y quienes se manifiestan a través de ella perciben el aliento creador que está en la naturaleza misma de la materia. Es alguien que trabaja con las manos, pero también con energías imaginarias. El escritor inglés John Ruskin, autor de Las siete lámparas de la arquitectura y a quien Proust consideró uno de los directores de la conciencia del mundo, escribió que “la escultura no consiste en el simple labrado de la forma de una cosa, sino el labrado de su efecto.” Se trata de darle forma a esa obra pensada, esa obra como testimonio, y la exigencia inherente de manifestar.

La artista y docente Bibiana Tittarelli viene estableciendo una convivencia con materiales como hierro, madera o acero inoxidable, desde mediados de los años ’90. Lidiando con ellos, negociando, empezó a forjar un camino que no se ha interrumpido hasta hoy. «Todo arrancó en 1996 aproximadamente, mientras cursaba la carrera de Artes Visuales. Comencé a transitar mi experiencia en la escultura de la mano de Yolanda Díaz, una profesora que nos organizó en el formato de taller, trabajando cooperativamente, compartiendo espacios, esfuerzos y herramientas», recordó, abriendo la charla con El Lobo Estepario.

«Pasado el tiempo, me fui orientando en mi búsqueda en el metal, en el hierro específicamente, desarrollando una técnica qué si bien no deja de ser soldadura, es una técnica en la que el material derretido cobra fuerza expresiva y protagonismo. Robarle tiempo a la rutina para poder llevar adelante mi trabajo artístico, poder realizar un recorrido, una búsqueda, es un gesto que ha requerido de una gran voluntad. Estar día a día predispuesta a la tarea, a la soledad, a la constancia», agregó la también docente.

Consultada por la temática principal de su obra, Tittarelli destacó que «mi mensaje habla de aquello que me interpela, sobre todo lo relacionado a la niñez, a la adolescencia, a los seres vivos, al espacio. Mi trabajo habla de los seres y sus entornos. En mi viaje por el camino del arte, del trabajo, de la maternidad, me he encontrado con personas que son mi red, que me han permitido brillar con su estrella propia hasta que he vuelto a encender la mía, personas que abrazan y acompañan. Ellas son mis compañeras dentro del proyecto Fauna pampeana, donde realizamos escultura de metal de gran tamaño y para espacios públicos. Mis amigas y amigos de la música y la poesía, donde siempre encuentro refugio para crecer y profundizar, cuestionarme y creer».

La escultora, nacida en Buenos Aires, pero viviendo en La Pampa desde hace mucho tiempo, mencionó también como actores decisivos de su entorno a «mis compañeros y compañeras de trabajo que creemos en una escuela diferente, en donde el arte es el protagonista, el lenguaje principal con el que se aprende, disfruta y transforma. Mis hijos, los que parí y crié; y los otros hijos que la vida me donó…Que me deslumbran con su andar en el mundo, me cuestionan y me acompañan creyendo en lo que amo. En la actualidad, trabajo en mi taller, en una serie de personajes que son un poco humanos y un poco bichos, tratando de encontrar en esa ambigüedad esos caminos de encuentros y desencuentros entre los humanos y lo que nos rodea».

¿Qué le hubiese gustado ser?

Me hubiese gustado ser una acróbata de circo, hacer maravillosidades con mi cuerpo en el espacio.

¿Un lugar para vivir en el mundo?

El mar en el sur…en San Antonio.

¿Qué desea para su vejez?

Estar activa, física y mentalmente. Y sino, irme en paz.

¿En qué tarea no se siente inteligente?

En las tareas administrativas, y en aquellas relacionadas a la tecnología digital.

¿Cuál fue el momento más feliz de su vida?

En mi infancia, bajo el cuidado de mis tíos Omar y Aidé, porque fue una felicidad otorgada, entregada…Luego supe construir una hermosa felicidad junto a mi hermano y mis hermanas en la adolescencia. Soy feliz con mis hijos e hijas, y en mi trabajo.

¿Su primer trabajo?

Mi primer trabajo formal fue en la Banda Municipal como saxofonista, donde estuve casi 15 años y por el que no tuve ningún tipo de reconocimiento, ya que era en negro. Antes, limpié autos y vendí planes de autos, y otras cosas en la calle.

¿Cuál es el buen cine?

Es el que te hace viajar a través de nuestros múltiples sentidos. Hay un buen cine, solitario o íntimo que te atrapa, te abraza o te descuartiza, es difícil volver de ahí y otras veces el buen cine te permite compartir con amistades, estar ahí compartiendo, y es más liviano, pero no deja de ser bueno…

¿El último libro que leyó?

El espía del Inca, de Rafael Dumett.

¿El mejor libro que leyó?

No tengo uno mejor, tengo autores que descubrí en mi adolescencia y que amé, a los que a veces vuelvo y releeo como Galeano, Benedetti, Pizarnik, Dolina. Libros que me conectaron con la vida y la obra de artistas como Esther Barugel, Roberto Rosas, Leonardo Da Vinci, entre otros. Me encantan los libros de pedagogía, que me acercan y ayudan a entender, a ver cómo construyen el saber de los niños. Me encantan La leyenda del bicho colorado o El vuelo del sapo que tan sabiamente escribió Gustavo Roldán. O Cartas al Rey de la Cabina de Luis Pescetti. Hace unos años amé Pampa libre. Anarquistas en la pampa argentina, de Jorge Etchenique. Amo las investigaciones de Miguel Angel Palermo, revisando el encuentro entre nativos de América y conquistadores…Amo las historias de Adolfo Colombres, su mirada sobre los mitos y el arte en la América libre.

¿Mira T.V?

Recitales y películas.

¿Qué artista influyó en su camino?

Creo que mi primer acercamiento al arte lo tuve desde muy pequeña, en la soledad de las siestas en mi infancia descubriendo La primavera, de Botticelli, en unos diccionarios. Eran unas láminas pequeñitas y muy coloridas que despertaban una gran fascinación en mí. Y unas de cacerías de Paolo Uccello. Siempre las miraba y miraba. Luego, en mi adolescencia descubrí el arte en las tapas de los discos. Amaba los trabajos de Ricardo Cohen, más conocido como Rocambole, la estética del punk y los dibujos de Tomás Müller en la revista Fierro. Más tarde aparece Yolanda Díaz, en mi camino por el arte ella fue un gran impulso y trampolín para todo lo que se venía. Y puedo mencionar a Antoni Berni, Guasayamín, Carpani, Auguste Rodin o Dalí, y más cercanos como Roberto Rosas, Tato Corte, Guillermo Rigattieri. Y mis compañeras y amigas Gabriela López y Mariela Maisterrena.

¿Qué hito de la historia mundial le hubiese gustado vivir personalmente?

Me hubiera gustado estar presente durante los juicios a los militares, o estar en los momentos en que encuentran a los hijos de desaparecidos. Esos encuentros nieto-abuela me encantan, me llenan de amor, de emoción. Me devuelven la esperanza.

¿Cuál fue la vez que más lloró?

Lloré mucho y por mucho tiempo cuando murió mi padre, no recuerdo haber llorado de manera igual. No era la muerte en sí misma, sino nuestra historia de desencuentro.

¿El mejor político en la historia de su país?

No creo en los políticos, carecen de “detalles”, son básicos, me desilusionan constantemente. Me gustan algunos discursos de Pino Solanas, me gustan gestos de Néstor Kirchner. Me gustaban las ideas de Artigas o Bolívar, y claramente no son los héroes de nuestra tierra.

¿La mejor persona que haya conocido?

No puedo nombrar a una sola. Conocí a muchas, pero amo a Estela de Carlotto, a León Gieco, a la Negra Sosa, entre otros. Ejercen un tipo de pedagogía sobre el resto con su andar en el mundo. Si nos faltaran, quedaríamos totalmente desamparados. Ya hemos perdido a algunos.

¿Extraña algo de su niñez?

Los abrazos y mimos de Aidé, la persona que me crió y cuidó. Los lugares que recorrí, el médano, el monte de caldén y sus bichos, de las manos de Omar.

¿Qué profesión u oficio nunca ejercería?

Nunca sería un político, ni ocuparía cargos administrativos, ni me sentaría en un sillón de poder.

¿Un personaje nefasto de la historia?

Roca, Pizzarro, Vasco Núñez, Valdivia…los conquistadores. Videla, Astiz, Massera, Agosti…los dictadores. El policía que mató a Fuentealba o los que mataron  a Santiago Maldonado.

¿Le preocupa la muerte?

No mi propia muerte, pero sí la muerte por la violencia del sistema, producto de femicidios, miseria, gatillo fácil, la guerra, el desamparo.

¿El arte salva?

Sí. Nos permite transformar el mundo que habitamos, nos hace corrernos de las reglas obsoletas inventadas para que el sistema dure y perdure, nos permite desarrollar un pensamiento divergente, flexible…nos habilita un universo de múltiples miradas.

¿Qué opina del aborto?

Que debe ser legal y gratuito.

¿Qué le gustaría saber del futuro?

Aún, cuando yo ya no exista, me gustaría saber si la humanidad vuelve a recuperar su alma común, si la empatía y la solidaridad ocupan algún lugar en la vida de los seres, no solo entre los humanos, también con los bichos y las plantas y la tierra. Es por todo lo que he trabajado durante toda mi vida, y por lo que seguiré trabajando en lo que me quede en la tierra.

¿A quién no dejaría entrar a su casa?

No dejaría entrar a las personas violentas.

¿Donaría sus órganos?

Sí.

¿Recuerda su primera maestra?

Sí. Se llamaba Mimí.

¿Qué opina de la religión?

Que es una necesidad original del ser humano en principio, luego la religión como institución no deja de ser un mecanismo más del sistema materialista que sostenemos.

¿Una película?

El sabor del Edén, de Michael Hofmann, entre tantas otras.

¿Un disco?

Blackstar, de David Bowie.

¿Cuál es la persona que más le gustaría ver en estos momentos?

A mi papá.

¿Cuál es su idea de la felicidad?

La felicidad es cada día, un ratito…es un latido infinito, son cuatro horas compartidas entre amistades, es un instante de mimos con mi gato, son las mil preguntas en las mañanas compartidas con los locos de tercer grado, el bosque que nos envuelve, mis gallinas poniendo huevos.

¿Qué es lo que más valora en sus amigos?

El tiempo y los detalles, los simples detalles.

¿Qué siente nos dejó la pandemia?

Me dejó la certeza de que nada de lo que consumimos necesitamos, que el mundo puede ser más amable con los humanos encerrados, que no deberíamos dejar que nos roben el tiempo obligándonos a trabajar como autómatas.

¿A quién le gustaría parecerse intelectualmente?

A Francesco Tonucci. Me gusta su mirada del mundo de las infancias, me gusta como viene pensando el mundo para las niñeces. Aún estamos en deuda con eso.

 ¿Le niega o le negó el saludo a alguien?

No le niego el saludo a nadie, aunque a veces me aíslo de la gente, me meto en mi cápsula y no respondo ni contesto llamados ni mensajes. Me desconecto parcialmente, solo me quedo con los seres más allegados y con mis estudiantes.

¿Qué le gustaría saber ante todo?

No he pensado en eso…

¿Qué instrumento musical le gustaría tocar?

El charango.

¿Su peor defecto?

Mi espíritu vengativo.

¿Qué le gusta regalar?

De todo. Puedo regalar piedritas, cositas para dibujar, una pluma, semillas, una campera, lo que sea. Depende el contexto y la persona agasajada.

¿Qué piensa del periodismo en general?

Es un lenguaje necesario para la vida en comunidad, habilita aquello que las personas comunes no podemos ver o decir. No me gusta el periodismo que no interpela ni cuestiona, sino que enmudece, silencia, oculta, tergiversa.

Se incendia su casa, sólo puede llevarse una cosa, ¿cuál?

Mis gatas.

¿Una canción?

Ángel de los perdedores, de El Soldado, Indio Solari y Sergio Dawi, en la versión de Dillom.

¿Una obra de arte?

Me gustan las pinturas de Oswaldo Guasayamín, las pertenecientes a la serie La Edad de la Ira, las de Carlos Alonso que están en Manos anónimas y las esculturas de Roberto Rosas, su Hombre en devenir.

¿Cuál lugar de la casa es el mejor para leer?

Mi patio en otoño, en primavera y en verano. En invierno, en el sillón, al lado de mi estufita de leña.

¿Si fuese presidente, qué es lo primero que haría?

Redistribuir las riquezas, las tierras y los bienes excesivos.

¿Si fuese Dios, qué es lo primero que haría?

Anularía todas las cosas que destruyen el planeta, todas…

¿Cuál fue la persona que más lo ayudó?

Mi madre que me dio la vida, mi tía que me ayudó a conservarla cuidando de mi yo chiquita.

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Autor

Raúl Bertone