Intenso intérprete es Federico Pecchia. Artista comprometido. Principalmente con sus ideas. Una vocación puesta al servicio del otro. Recorre el país con su guitarra de sublimes notas dejando a su paso un mensaje de conciencia para grandes y chicos. Desde el vamos viene pregonando una canción como concepto. Algunas de sus obras como Son de clases, Don Evaristo o La ternura, manifiestan premisas sobre la reinvindicación de los oprimidos o la lucha contra la desigualdad.
Nacido en 1984 en Garín, partido de Escobar, el cantautor se graduó en el Conservatorio Juan José Castro. En 2010, Pecchia ganó el Pre Cosquín en el rubro solista instrumental, lo que le abrió las puertas del festival mayor en su 50° aniversario. Luego fue convocado a los Paralímpicos en donde presentó el himno Con alas de cristal de su propia autoría, que interpretó junto a Teresa Parodi y Nahuel Pennisi, además de formar parte de la campaña 30.000 árboles por la memoria para la que compuso Chacarera del árbol.
El músico que apela a la sutileza de la música de cámara y a la belleza del cancionero popular latinoamericano, mixturándolos con la improvisación y la armonía de géneros contemporáneos y el jazz, tiene editados tres discos –Paisaje interno, De acordes y flores, y Racimo de luz-, y está en la producción de su cuarto trabajo, Corteza, de fuerte raíz folclórica, con el aporte de Los Carabajal y Antonio Tarragó Ros. Su primer disco solista, en 2008, contó con invitados de la talla de Juan Falú, Lucho González o José Simón, mientras que en De acordes y flores, seleccionó diferentes géneros como la chacarera, el son cubano, la zamacueca peruana y el tango, placa que incluye un homenaje a María Elena Walsh y cuenta con la participación del actor Rodrigo de la Serna en recitado. En Racimo de luz, editado en 2014, Pecchia aborda en 11 canciones de su autoría la desigualdad, la ternura y el amor. Un disco conformado por géneros como la chacarera, la cumbia, el candombe, el son cubano, y el latin jazz.
Días atrás el músico visitó nuestra provincia, con presentaciones en General Pico y Santa Rosa, ciudad que ya lo había cobijado anteriormente. «Me llevé un montón de buenos momentos, fue gratificante volver a Santa Rosa después de unos cuantos años para encontrarme con un público muy sensible, atento a lo que tengo para decir. Fueron días lindos para mí, como la noche en América Bodegón de Pico, sitio al que concurrió bastante gente en relación a la lluvia que caía. Obviamente quedó la puertita abierta para volver en cualquier momento» contó Pecchia, en el transcurso de la charla que mantuvo con Lobo Estepario.
– ¿Cómo has venido armando tu camino musical, ese donde converge una mixtura de géneros?
– Todo lo que yo conozco, lo que investigué y lo que he estudiado, y sigo estudiando, es música popular argentina, pero he tocado música de Perú, Cuba y de casi toda Latinoamérica. Ahora especialmente hice foco en nuestra música y creo que la misma tiene un magnetismo especial porque está basada en lo que vivimos, en nuestra crianza, en la familia. Yo no soy de provincia pero nací en un pueblo del conurbano bonaerense que es muy provincia, es decir, tiene ese alma, y bueno, la música que emana de todo eso en general es nuestro folclore. Si bien es cierto cuento con una formación en Conservatorio, todos esos recursos que estudié, también del jazz y demás, siempre los puse al servicio del amor por la música argentina.
– A la tarea social importante que realizás en tu pago Escobar se suma lo que venís pregonando desde siempre arriba de un escenario, contando la realidad que nos envuelve y rodea…
– Mis letras reflejan la desigualdad. Especialmente el último disco Racimo de luz tiene canciones que son una marcada visión de lo que pasó en nuestro país y lo que pasa en Latinoamérica cuando los pueblos empiezan a tomar fuerza. Hubo un proceso donde hubieron millones de pobres menos y ahora estamos en un proceso muy difícil donde los pobres están volviendo a hacerse presentes, y a perder derechos que se habían recuperado. A mí la verdad no me la cuenta nadie, no es que miro el noticiero que me dice que hay pobres, yo trabajo en barrios carenciados donde la gente que antes comía poco, ahora no come. Estamos en un momento muy especial y canciones como Son de clase, Don Evaristo o Madre del paco son como tesis, marcan fuertemente lo que uno siente por el de al lado. Y también el desarrollo de la empatía, para mí el arte tiene una de las misiones que es desarrollar la empatía, que el dolor del otro sea propio. Compartir la satisfacción también, pero insisto, el dolor del otro tiene que ser común. Si una persona se está muriendo de hambre en este momento, el resto de la humanidad no puede ser indiferente. A eso apunto con mis canciones. Poder sentir el dolor y las injusticias sociales como propias. El cuidado del medio ambiente es también una temática que me interesa mucho, tengo algunas obras hacia esa dirección. Una se llama Tierra madre de luz, que habla de la Quebrada de Humahuaca y del descuido existente con todo eso de la minería a cielo abierto y de forma no responsable. La Chacarera del árbol y Canción del agua que hablan del cuidado de ese vital elemento, del impacto ambiental.
– Paisaje interno fue tu primer trabajo ¿qué surge cuando mirás hacia atrás y te encontrás con el músico que sos hoy?
– Uno es lo que hace, yo siento eso, que soy lo que he compuesto desde el primer día. Las canciones a veces hablan de uno más de lo que uno piensa que hablan. Ese primer disco fue el collage de lo que a mí me había pasado hasta ese momento. Yo había tocado solo la guitarra y hay solos de guitarra, había tocado en dúos y estoy con Lucho González, había tocado en banda y hay canciones en grupo. Ahí también empieza mi preocupación por la realidad y a medida que el tiempo pasó uno fue evolucionando, buscando desarrollarme con el instrumento. En los últimos discos me acompaña una banda estable conformada por gente muy talentosa, con ese objetivo de desarrollar la sonoridad propia. Ahora se viene Corteza, un disco que es una vuelta al folclore profundo.
– ¿Qué significó en el comienzo de tu carrera el humahuaqueño Ricardo Vilca?
– Vilca significó un cambio de paradigma en mi vida. Yo venía estudiando en el Conservatorio, venía con formadores que me decían que tenía una condición natural y la verdad que a mí me daba lo mismo tenerla o no, realmente me estaba aburriendo. Entonces me encontré con un hombre que me enseñó que la música va de adentro hacia afuera, me enseñó a proyectar, que sea el medio y no el fin en sí mismo. A partir de muchos encuentros con Ricardo pude darle un giro muy fuerte no solo a mi carrera sino a mi vida personal.