Un libro: El tambor de hojalata, de Günter Grass.
«Me agarró de sorpresa…Venía en bolas leyendo cosas de colegio. Murió un familiar lejano y nos dijeron que tomáramos lo que quisiéramos. Agarré un libro enorme de Leonardo Da Vinci y el tambor. Se me acomodó toda la osamenta de imágenes, sonidos y colores. Me di cuenta como un libro puede sonar…»
Fragmento: «¿Qué más diré? Nací bajo bombillas, interrumpí deliberadamente el crecimiento a los tres años, recibí un tambor, rompí vidrio con la voz, olfateé vainilla, tosí en iglesias, nutrí a Lucía, observé hormigas, decidí crecer, enterré el tambor, huí a Occidente, perdí el Oriente, aprendí el oficio de marmolista, posé como modelo, volví al tambor e inspeccioné cemento, gané dinero y guardé un dedo, regalé el dedo y huí riendo; ascendí, fui detenido, condenado, internado, saldré absuelto; y hoy celebro mi trigésimo aniversario y me sigue asustando la Bruja Negra. «Amén». Dejé caer el cigarrillo apagado. Fue a parar a las planchas de la escalera eléctrica. Después de haber ascendido por algún tiempo en dirección del cielo en un ángulo de pendiente de cuarenta y cinco grados.»
Una canción: The old man’s back again, de Scott Walker.
«Cuando descubrí quien era Scott Walker, ya les había enseñado cosas a Bowie y a un montón de músicos geniales. La voz más perfecta que escuché en mi vida. Desde los Walker Brothers, banda que lo hizo famoso, y su posterior desaparición de la escena por 20 años…Luego volvió de una forma completamente nueva».
Un disco: Psychocandy, The Jesus and Mary Chain.
«Sin lugar a dudas cuando en 1985 me llegó este casete pensé que estaba roto, que el calor había estirado la cinta, que se había deformado…Era Psychocandy. Digerirlo me costó bastante tiempo, luego, se convirtió en la biblia para armar una banda».
Una película: Corazón satánico, de Alan Parker.
«La película El tambor de hojalata, dirigida por Volker Schlöndorff, también me impactó pero ya había leído el libro. Mucho después vi este film. Y me costó dormir por un par de semanas».

