Un libro: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.
«La lectura de Alicia abrió en mi una puerta encantada, me permitió desplegar mi propia capacidad de ver lo asombroso en lo ordinario, de percibir la magia en lo cotidiano, de comprender que la fantasía nace siempre desde la realidad más llana, solo que combina sus formas de manera inesperada. Lo más simple es la fuente del mayor misterio. Alicia y sus personajes me llevaron a recorrer surcos aún no explorados de mi propia mente y eso siempre se agradece. Lo leí por primera vez de niño y fue un gran descubrimiento».
Fragmento: «-¡Qué sensación más extraña! -dijo Alicia-. Me debo estar encogiendo como un telescopio. Y así era, en efecto: ahora medía sólo veinticinco centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita y meterse en el maravilloso jardín. Primero, no obstante, esperó unos minutos para ver si seguía todavía disminuyendo de tamaño, y esta posibilidad la puso un poco nerviosa. «No vaya consumirme del todo, como una vela», se dijo para sus adentros. «¿Qué sería de mí entonces?» E intentó imaginar qué ocurría con la llama de una vela, cuando la vela estaba apagada, pues no podía recordar haber visto nunca una cosa así.
(…)
Mientras decía estas palabras, le resbaló un pie, y un segundo más tarde, ¡chap!, estaba hundida hasta el cuello en agua salada. Lo primero que se le ocurrió fue que se había caído de alguna manera en el mar. «Y en este caso podré volver a casa en tren», se dijo para sí. (Alicia había ido a la playa una sola vez en su vida, y había llegado a la conclusión general de que, fuera uno a donde fuera, la costa inglesa estaba siempre llena de casetas de baño, niños jugando con palas en la arena, después una hilera de casas y detrás una estación de ferrocarril.) Sin embargo, pronto comprendió que estaba en el charco de lágrimas que había derramado cuando medía casi tres metros de estatura.»
Una canción: The great gig in the sky, de Pink Floyd.
«La primera vez que escuché -de verdad-, este tema, estaba solo, con auriculares, con mi vista puesta frente al sol y al mar, y me emocioné hasta las lágrimas. La voz de Clare Torry me llegó hasta las entrañas pasando por los huesos. Es un grito espontáneo y profundo, sin letra, desgarrador y terriblemente honesto. La secuencia de acordes creada por Richard Wright es realmente hermosa. Y todo comienza con la voz del portero de Abbey Road refiriéndose a la muerte: ¿Por qué debería tener miedo de morir?, no hay razón para ello, tienes que irte en algún momento. La conjunción de las voces grabadas, el piano de Richard y el grito de Clare generan un contrapunto sublime. La canción habla de la muerte, y por eso, habla también de la vida. Empezar a vivir es también empezar a morir. No hay forma para mi de pensar en esto y no emocionarme. El nombre del tema, en español El gran baile en el cielo, lo termina de coronar. Poesía en movimiento».
Un disco: The dark side of the moon, de Pink Floyd.
«Me encanta que sea un disco conceptual y que se perciba como un todo y no como partes aisladas, como la gran mayoría de discos. También me gusta que sea muy experimental -utilizaron técnicas de grabación de las más novedosas, loops, multipistas, sintetizadores analógicos, mezcladas con voces habladas y citas filosóficas-. Creo que es el único disco que escuché de principio a fin, sin interrupciones, varias veces en mi vida. Cada vez que lo hago me transporta a un espacio en el que pareciera no existir el tiempo. Una vez, oí a David Gilmour en una entrevista lamentarse por no tener la posibilidad de escucharlo de principio a fin por primera vez en su vida. Me impresionó esa reflexión. El creador de una obra nunca podrá experimentarla por primera vez toda junta, ya que es como si hubieran crecido juntos, compartiendo el mismo vientre, en el mismo proceso de gestación. Así que mi primer encuentro con este disco fue así, como conocer a un bebé recién venido al mundo, con el mismo asombro, con el mismo misterio, con la misma alegría. Es un disco que, además, contiene profundas reflexiones filosóficas y sociológicas, que cuestionan de forma sutil aunque contundente varios paradigmas imperantes que hoy mismo siguen vigentes.
Una película: Las alas del deseo, de Wim Wenders.
«La primera vez que vi Las alas del deseo quedé en pausa, sentí que me había encontrado con algo realmente conmovedor. Toda la narrativa de la película te centra en lo que quizás sea la pregunta fundamental: ¿Qué es ser humano? ¿Por qué un ángel querría sacrificar su inmortalidad para ser humano? ¿Por qué un ángel preferiría aventurarse en el plano del deseo y la fragilidad? ¿Por qué elegiría pasar frío, hambre, sueño, vivir el desamor y el miedo? Ver esta película para mi significó recuperar la experiencia de estar vivo, me recordó que puedo elegir estar despierto, viviendo y experimentando en primera persona con plena aceptación la alegría, el dolor, el café de la mañana, el viento en mi cara, mi intuición, mi vulnerabilidad. Hay varias secuencias de la película que me parecen brillantes y se grabaron en mi memoria con fuerza, especialmente la escena de los ángeles en la biblioteca que podían escuchar la sinfonía de todos los pensamientos humanos y la del hombre accidentado en su moto que es ayudado a morir en paz, repasando todos los recuerdos importantes de su vida. Es sutil, poética, profunda».
Un poema: El profeta, de Khalil Gibrán.
La belleza no es la imagen que quieren ver ni la canción que quisieran escuchar sino algo visible aún con los ojos cerrados, una canción que se escucha aún con los oídos tapados. (…) La belleza es la vida que alza el velo para mostrar su cara esencial y sagrada. Pero ustedes son la vida y ustedes son el velo. La belleza es la eternidad mirándose en un espejo. Pero ustedes son la eternidad y ustedes son el espejo.
«Para mi, El profeta es una poesía de principio a fin. Me asombra la claridad, la simpleza, la sensibilidad y la eficacia con la que allí se utilizan las palabras. Realmente trascienden la mente y llegan al corazón, transmitiendo una vibración elevada. Tan solo leer un fragmento ya me basta para vivir inspirado un día entero».


