Un libro: Flash, de Charles Duchaussois.
«Llegó a mis manos en algún habitual revoleo adolescente, en el que yo perdí algo, pero que me hizo ganar este libro, el cual ni siquiera tenía tapas. Me fascinó la manera de relatar un viaje al lejano Oriente de comienzos de los ´70, que involucra muchos kilómetros, drogas, miserias, alegrías, caída al infierno y redención en primera persona».
Fragmento: «Diez días después, me he integrado por completo al grupo de los hippies. Integrado es tal vez una palabra un poco exagerada. Admitido, sería mas exacto. Porque en realidad no soy uno de ellos. En primer lugar por la vestimenta. Estoy vestido como un trotamundos, como un típico mochilero. Botas de cuero, pantalón, suéter de cuello alto y una campera común y corriente. Mi única coquetería reside en que todo es de color negro (Dentro de poco me llamarán el hombre de negro). Y no uso el pelo largo. Por otra parte no comparto la filosofía hippie. Yo no digo “do your thing” que viene a ser un proverbio que significa mas o menos “haz lo que te plazca, porque lo demás no importa”. Tampoco digo “es pura dinamita” cuando alguien hace algo fuera de lo común. No tengo ningún Guru, ni “Inner space”. Mi lema tampoco es “plant your seed” (siembra tu semilla o por medio de tu ejemplo y del amor universal divulga tu filosofía), no busco desesperadamente la luz blanca, el descubrimiento de mi yo íntimo. No trato de “zap the cops”, de conquistar a los policías con amor. Resumiendo, soy un straight, una persona que no forma parte de la comunidad hippie».
(…)
«A mi alrededor, en el silencio cálido y pesado de la noche, pequeñas brasas resplandecen por turno, siguiendo el ritmo de las aspiraciones. Estoy bien, estoy contento. Mi olfato es tan fino como para percibir todos los perfumes del mundo, mi mirada tan penetrante y mi boca tan grande como para ver y comer todos los manjares de este mundo. La naturaleza entera me parece un paraíso terrenal hecho para ser devorado a grandes dentelladas y estrechado con todo mi cuerpo. Mañana partiré rumbo al oriente, el que me espera con sus puertas abiertas».
Una canción: Como una estrella, Las Pelotas.
«No es de una banda que siga ni que me haya gustado siempre, pero si la escucho ocasionalmente en el lugar que sea, me emociona tremendamente hasta llegar al borde las lágrimas. Me pasó algo muy fuerte».
Un disco: The head on the door, The Cure.
«Antes de escuchar esto, la música me pasaba por el costado y yo ni la miraba. Después de poner este cassette en el auto de mi abuelo, fue un flechazo, un amor a primera vista…Y creo que será una relación para toda la vida. El disco por el que me metí de lleno en la música».
Una película: Kill Bill I y II, de Quentin Tarantino.
«Muy díficil elección, pero no imposible. Por el concepto estético, la música, las influencias notables de su director, por argumentos, por su eclecticismo, por los elencos elegidos y por la manera de filmar podría decir: -«Cualquiera de Tarantino»-, pero sería trampa. Por eso me quedo con lo que elegí».

