Los elegidos de Jesús Dahir (músico y cantautor)

Un libro: Papillon, de Henri Charrière.

«Lo leí a los 17 años, en el ’77, y a los pocos meses entraba en la colimba, la primera de 18 como digo en la canción Por mis recuerdos. Y me abracé a esa idea de libertad que se puede huir del malestar programando la mente. Fue tan así que al poco tiempo conseguí una orden de salida permanente. Y una mañana el suboficial del puesto uno me dijo: – “la mierda milico ¡¡como se borra usted!! Ya parece Papillon!!!” –. Fue un mimo a mi ego. Fueron 13 meses y 22 días. Y un bonus track de una semana más por el conflicto del Beagle. Al que afortunadamente zafé. Ese es otro capítulo».

Fragmento: «Con un cuartillo de café en la mano, el especialista en asesinatos en serie me despierta y, como si nada hubiera pasado, me da los buenos días con una sonrisa magníficamente cordial. El día se ha levantado.
— Toma, bébete el café. Cómete una galleta: ya tiene margarina.
Después de haber comido y bebido, me lavo afuera, tomando agua de un tonel que está siempre lleno.
— ¿Quieres ayudarme, Papillon?
— Sí — le digo sin preguntarle a qué.
Tiramos de los pies de los cadáveres medio quemados. Advierto, sin decir nada, que los tres tienen el vientre abierto. El simpático Cuic-Cuic debió de buscar en sus intestinos si llevaban un estuche. ¿Seguro que eran cazadores de hombres? ¿Por qué no cazadores de mariposas o de bestias? ¿Los ha matado para defenderse o para robarles? En fin, ya he pensado bastante en eso. Volvemos a colocarlos en un agujero de la carbonera, bien cubiertos de madera y arcilla. Abrimos dos chimeneas de aireación y la carbonera reanuda sus dos funciones: hacer carbón vegetal y transformar en cenizas los tres fiambres.»

Una canción: A whiter shade of pale (Con su blanca palidez), de Procol Harum.

«Indudablemente una de las melodías que parecen pactadas con el diablo. Para silbarla o canturrearla hasta el desmayo. La historia juega con la ilusión palpable que la muerte no se lleva todo y de aquello que amamos nos quedan a fuego momentos que no pudo. Ni podrá».

Un disco: Lay lady lay, de Bob Dylan.

«Viajar en la pluma celosa, punzante y ágil del viejo Robert debe ser muy parecido a flotar en una nube y desde allí saludar a todos».

Una película: Cinema Paradiso, de Giussepe Tornatore.

«Desde mi infancia feliz y libre en esa aldea con grandes luces de neón que alguna vez abandoné hacia mi lugar de nacimiento, siempre quedó prendado a mi memoria visual y olfativa esas calles regadas, el sonido de las hojas de los eucaliptus con el murmullo en la fronda de esas palomas elevadoras de vuelos urgentes ante algún tañido lejano …y si fue verla y trasladarme al Principado de Moris Meier (Mauricio Mayer). Alguna vez me fui desde Santa Rosa escuchando un casete al que le había grabado de los dos lados el tema de amor de esta película. Fue bello, muy bello.»

Un poema: Poema XV, de Pablo Neruda.

ME gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

«Con 13 años compré un mini librito de Neruda que me ganó el cuore y más allá de no recordar todo el texto ese comienzo ya tiene la magia suficiente para un día más y otro y otro».

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Autor

Raúl Bertone