Los elegidos de José Duhart (actor y titiritero)

Un libro: El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.

«A diferencia de mucha gente con la que hablé sobre el libro y me contaron su sensación al leerlo de niños, y lo que sentían al volverlo a leer de adultos, yo no recuerdo que me pasó de niño con El Principito, ni siquiera recuerdo si lo leí en mi infancia. Pero sí tengo muy presente cuando decidí, pasada mi adolescencia, leer este libro. A medida que avanzaba en la lectura y me sumergía en el mundo que plantea el autor me sentía cada vez más afín con la mirada del Principito y me cruzaba con los personajes en diversos aspectos de la vida. Lo leí y lo releí, hasta escribí una adaptación teatral. Hoy lo sigo leyendo y me sigue atrapando, es el libro que está siempre en la mesita de luz y me recuerda que lo esencial es invisible a los ojos».

Fragmento: «Para mi no eres todavía más que en muchachito semejante a 100.000 muchachitos. Y no te necesito, y tu tampoco me necesitas, no soy para ti más que un zorro semejante a 100.000 zorros, pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro, serás para mí único en el mundo, seré para ti único en el mundo. Si me domesticas, mi vida se llenará de sol, conoceré un ruido de pasos que será diferente a todos los otros…tus ruidos me llamarán fuera de la madriguera, como una música.
(…)
Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que calman la sed. Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber.
– ¿Por qué vendes esto? -Dijo el principito.
– Es una gran economía de tiempo – replicó el comerciante. – Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
– ¿Qué se hace con estos cincuenta tres minutos?
– ¡Se hace lo que cada uno quiera!
– Yo, -dijo el principito – si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría lentamente hacia una fuente.»

Una canción: Sea, de Jorge Drexler.

«Esta canción está relacionada con el momento en que decidimos, junto con mi pareja, venir a vivir a General Pico. Cuando estábamos en pleno análisis de qué hacíamos, si nos quedábamos o nos volvíamos a La Plata. Una mañana manejando solo, tratando de desenmarañar todos esos nudos que tenía en el balero, en la radio suena: -«y que sea lo que sea…lo que tiene que ser que sea y lo que no su razón tendrá»-. Sentí la sensación del tema que cae en el momento justo, de la conexión con el autor que debe haber pasado por una situación similar. Ahora estoy acá compartiendo estos pensamientos con vos».

Un disco: Songs from the Wood, de Jethro Thull.

«Es el disco con el que conocí a Jethro Thull y me lleva a muchos momentos. Primero, me lo regaló uno de esos amigos que creen en lo que uno hace y ese es uno de los motores que impulsan y dan fuerza en mi profesión. Al escucharlo recuerdo las palabras de Fernando Larriestra, mi amigo: -«vos te tenés que dedicar al arte que hacés en Naturales…”-. En ese momento estudiaba Zoología en la Facultad de Ciencias Naturales de la UNLP. También este disco me enamoró de la flauta traversa, cuando Ian Anderson ejecuta este bello instrumento y te saca de la visión del instrumento dulce con el que todos asocian a la flauta traversa haciendo feroces cabalgatas. Además este disco me acompañó y me acompaña durante largas hora tallando títeres o haciendo máscaras».

Una película: El Gran Hotel Budapest, de Wes Anderson.

«Qué grato es mirar una película y en cada momento sorprenderse y disfrutar de los detalles. Eso es lo que me pasó con este film. A mi parecer tiene una fabulosa fotografía, y actuaciones muy teatrales, eso es lo que más me llamó la atención. La estética lograda a través de la actuación y el minucioso trabajo en la calidad de movimiento de los actores. En esta película descubrí al director Wes Anderson. Algo que me pasó después de verla es que haciendo zapping encontraba una película que me llamaba la atención y era de Anderson. Como si su estética se me hubiera fijado en la retina».

Un poema: Configuración, de Tristan Tzara.

Los cabellos blancos de las piedras, cabellos
negros de las aguas, cabellos verdes de los
niños, cabellos azules de los ojos
Las aguas cierran sus ojos pues del cielo can sus cabellos
las piedras tienen en su bolsillo derecho
mantequilla y en su bolsillo izquierdo pan y
cada uno los toma con gran consideración
por sandwiches.
Los sandwiches de piedra llevan una raya a
la izquierda y los sandwiches del niño
llevan la raya en medio.

«Mis estudios secundarios transcurrieron en la EET N°5, una escuela técnica de la ciudad de La Plata, y mi orientación fue Electromecánica. Esto lo cuento a título de que en esta formación me transmitieron muy pocos conceptos de literatura, por lo que una vez terminada la secundaria decidí de inmediato tomar un taller de literatura para profundizar en el tema. Así fue que conocí con este poema al dadaísmo. Fue instantáneo, el dadaísmo me atravesó y me marcó para siempre. La provocación y el aparente sin sentido, premisa de esta corriente, me deslumbraron».

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Autor

Raúl Bertone