«No sé cómo es vivir sin escribir»

En la poesía hay algo ancestral que nos convoca. Es una forma de pensar lo que vivimos, una ventana abierta para expresar los sentimientos. A decir de Octavio Paz, en la poesía hay revelación. Y convierte al mundo en algo soportable. La poesía adopta la forma de lo que contiene. Un buen poema tiene el poder de remover lo más profundo del espíritu. El leer poesía resulta un cálido recordatorio que, con simples pero airosas descripciones, se le puede dar un sentimiento de vivacidad a todo cuanto nos rodea. La poesía te sitúa. Te señala. Te plantea.

«Desde que aprendí a leer, leí, sobre todo poesía. Los manuales que usábamos en la primaria incluían muchos poemas. Yo los memorizaba. Después, escribir fue casi natural, siguiendo siempre esa resonancia que me dejaban las palabras. Al terminar el secundario vine a vivir a General Pico. Graciela Pascualetto, compañera de la Facultad y amiga, que también escribía, me llevó a la casa de Juan José Sena. En la piecita del fondo, la Ruka Mará, Juanjo me hizo sentar en un cajón de fruta y mayestáticamente me conminó: Leé. Yo sentía que estaba en un tribunal. Nunca había leído ni dado a leer mis poemas. Mezcla de timidez y vergüenza. Fue como un bautismo: reconocerme, soy escritora, soy esto, aunque tenga otros oficios para ganarme la vida”, contó Águeda Franco, nacida en Buenos Aires en 1957, y residiendo en General Pico desde 1975.

Franco es una de las reconocidas poetas en nuestra Provincia, y tiene cinco libros publicados: Laberintos Antiguos (2000, Fondo Editorial Pampeano), No le digas (2010, FEP), Raspando los días (2017, En Danza), El año que no hubo verano (2018, Lamás Médula) y Estar en el cuerpo (2024, Del Callejón). Es socia fundadora de la Asociación Pampeana de Escritores y del Grupo de Escritores Piquenses, y ha participado en distintas antologías. «Por Juanjo (Sena) conocí la poesía de Olga Orozco -con quien él mantenía correspondencia- y Bustriazo Ortiz, y fue como internarme en el bosque del lenguaje. Enseguida también conocí a Edgar Morisoli, tan diferente su decir, pero dejó una honda huella en mí. Recién en 2010 hice un taller de escritura de poesía con Alicia Genovese, y dos años después, con Irene Gruss, en ambas ocasiones tras ser seleccionada por el Fondo Nacional de las Artes».

Junto a otras seis poetas, Franco integró a partir del 2010 el grupo Desguace y Pertenencia, con el que recorrió La Pampa, visitando escuelas y diciendo presente en eventos poéticos y ferias de libros. El colectivo, conformado además por Daniela Pascual, Susana Slednew, Lisa Segovia, Marisa Cascallares y Marcela Zuazo, publicó una plaquete y los libros El hilo invisible (2012, Desguace), Donde el viento (2016, Dunken) y Hoja de ruta. Entre la niebla y otras zonas de duda (2019, En Danza). “En el primer taller del FNA conocí a las poetas con las que formamos el grupo, enriquecedora experiencia de potenciarnos en la creación, la crítica y el crecimiento poético individual. Durante diez años anduvimos por aquí y por allá, compartiendo y convidando poesía”, recordó Águeda.

En otro momento de la charla con El Lobo Estepario, la poeta señaló que “tengo dos libros terminados que buscan editor, y material para uno o dos más, en los que trabajo. No sé cómo es vivir sin escribir. En los períodos de sequía -que los hay- ando como perdida de mí. No me importa si no salen a luz, si no toman forma en libros, si nadie los conoce. Lo que no quiero es dejar de sentir ese soplo del poema, esa voz que alienta la escritura, esa conexión profunda que me ayuda a entender lo inexplicable de la existencia. Los días lunes, de 19 a 20,30 horas en la Vecinal de San Etelvino acompaño un taller de lectura de poesía. Abierto a todo el mundo, no se necesita saber nada, sólo tener ganas de dejarse atravesar por la palabra poética. Escuchar poesía. Y hablar sobre lo que nos emociona, lo que nos despierta, reflexionar, hacer un alto para que la realidad no nos aplaste. Para poder encontrarnos en la palabra».

¿Qué le hubiese gustado ser?

Psicóloga.

¿Un lugar para vivir en el mundo?

Hay muchos lugares que me gustan. No sé si echaría raíces, porque una cosa es visitarlos en modo vacaciones, y otra vivir allí. Tilcara, en Jujuy o Villa Los Coihues, en Bariloche, me fascinan.

¿Qué desea para su vejez?

Que me alcance la jubilación para vivir dignamente.

¿En qué tarea no se siente inteligente?

En todo lo relativo a informática.

¿Cuál es su palabra favorita?

Solidaridad.

¿Cuál fue el momento más feliz de su vida?

Muchos, por suerte: nacimiento de hijos y nietos, publicación de libros, abrazos con amigas y amigos, encuentros con poetas, viajes. Tengo una vida sencilla, pero con muchos afectos, que es lo que realmente vale.

¿Su primer trabajo?

Allá por 1975, recién llegada a General Pico, en el supermercado De León.

¿Cuál es el buen cine?

El que me interpela, me hace pensar y me muestra puntos de vista que yo no había considerado.

¿El último libro que leyó?

La legión extranjera, de Clarice Lispector (es relectura),  y Si alguien tiene que ser después, poesía, de Juana Bignozzi.

¿El mejor libro que leyó?

No tengo un mejor libro que leí. A veces una obra me atraviesa en un momento de mi vida, me parece que sintoniza conmigo, ilumina ese momento.  Si la releo años después, la impresión no es la misma. No sé qué me pasaría ahora con Cien años de soledad; tengo ganas de releerla y sé que no me va a impactar como lo hizo en la adolescencia. Pero seguramente  descubra otros aspectos que antes pasé por alto. El libro del verano, de Tove Jansson, lo leí en 1978. Hace poco volví a él. Creo que es uno de los que se mantiene entre mis predilectos, igual que Pedro Páramo.

Un personaje de la literatura que le parezca imprescindible.

Rodión Románovich Raskólnikov, el protagonista de la novela rusa Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski.

¿Mira TV?

Veo noticieros y canales de películas.

¿Qué escritor/a influyó en su camino?

Tres pampeanos fueron fundamentales: Olga Orozco, Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Edgar Morisoli.

¿Qué hito de la historia mundial le hubiese gustado vivir personalmente?

Me hubiera gustado conocer la Biblioteca de Alejandría, fundada en el siglo III a.C.

¿Cuál fue la vez que más lloró?

Cuando murió mi padre.

¿El mejor político en la historia de su país?

Juan Domingo Perón.

 ¿La mejor persona que haya conocido?

He conocido y conozco muchas personas de gran calidad humana. No puedo nombrar sólo una. Seres empáticos, solidarios, preocupados por sus semejantes. Hacen el mundo un poco menos hostil.

¿Extraña algo de su niñez?

No. La niñez no es el paraíso que romantizamos de adultos.

¿Qué profesión u oficio nunca ejercería?

Integrante de fuerzas de seguridad.

¿Un personaje nefasto de la historia?

José Alfredo Martínez de Hoz. Y una lista larguísima…

¿Le preocupa la muerte?

No.

¿El arte salva?

Sí. Pero no hay que confundirlo con autoayuda.

¿Qué párrafo de inicio de la historia de la literatura universal elegiría?

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. De la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

¿Qué opina del aborto?

La mujer debe decidir sobre su cuerpo. El estado debe brindar educación sexual y acceso a métodos anticonceptivos para que no sucedan embarazos no deseados. Y garantizar aborto seguro de ser necesario.

¿Qué le gustaría saber del futuro?

Nada.

¿A quién no dejaría entrar a su casa?

A los genocidas.

¿Donaría sus órganos?

Soy donante.

¿Recuerda su primera maestra?

Alicia Pomarez, en la escuela San José de Villa Urbana, en Lomas de Zamora.

¿Qué opina de la religión?

Que es el opio de los pueblos. Pero ya lo dijeron antes que yo.

¿Una película?

El ministro de propaganda, de Joachim Lang.

¿Un héroe de ficción?

El Eternauta. Y desde hace muchísimos años, no porque está de moda ahora.

¿Su héroe de la vida real?

Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

¿Un disco?

Mediterráneo. El Serrat de mi adolescencia.

¿Qué género de música escucha?

Rock, folclore, música de cámara, música que no sé cómo clasificar.

¿Su compositor, intérprete o grupo favorito?

Mozart, Chopin, Vivaldi, Charly García, Ligia Piro, Gabo Ferro, Ana Prada, Atípica Pampa y un largo etc.

¿Cuál es la persona que más le gustaría ver en estos momentos?

A un queridísimo amigo que se fue demasiado pronto y sin avisar.

¿Cuál es su idea de la felicidad?

Estar en paz conmigo y con lo que me rodea.

¿Qué es lo que más valora en sus amigos?

Su silencioso acompañamiento.

¿Qué hábito ajeno no soporta?

La falta de higiene.

¿Qué siente nos dejó la pandemia?

Agudizó el individualismo.

¿A quién le gustaría parecerse intelectualmente?

A nadie.

¿Tiene un lema?

No.

 ¿Le niega o le negó el saludo a alguien?

Sí, alguna vez. No me arrepiento.

¿Qué cualidad aprecia más en una persona?

La sinceridad.

¿Qué le gustaría saber ante todo?

Si hay algo más allá de la muerte.

¿Qué instrumento musical le gustaría tocar?

El piano.

¿Su peor defecto?

Soy reacia a perdonar.

¿Qué le gusta regalar?

Algo significativo para el destinatario/a del regalo.

¿Su color favorito?

Azul cielo.

¿La flor que más le gusta?

Jazmines, violetas, lavandas.

Si fuera un animal ¿cuál sería?

Una loba. Soy la loba que rompió con el rebaño, diría Alfonsina.

¿Qué piensa del periodismo en general?

Es una profesión importante, muy bastardeada, desacreditada desde el centro mismo del poder. Me solidarizo con los que investigan e informan con la verdad, siendo blanco de ataques feroces, que ponen en riesgo sus vidas. Esos honran la profesión.

¿Su artista favorito?

Gustav Klimt.

Se incendia su casa, sólo puede llevarse una cosa, ¿cuál?

Mi biblioteca de poesía. Bah, son como tres bibliotecas.

¿Una canción?

Construcción, de Chico Buarque, e interpretada por Ligia Piro.

¿Una obra de arte?

Armonía, de la pintora Remedios Varo.

¿Cuál lugar de la casa es el mejor para leer?

La cama, en las noches de invierno. Bajo los árboles del patio, en verano.

¿Sus autores favoritos en prosa?

Juan Rulfo, Alejandra Kamiya, Ángela Pradelli.

¿Sus poetas?

Alicia Genovese, Irene Gruss, Liliana Ancalao, Graciela Cros, Natalia Litvinova y tantos más. Hay tanto para leer y releer.

¿Si fuese presidente, qué es lo primero que haría?

No tengo condiciones para ser presidenta, ni ganas de serlo.

¿Si fuese Dios, qué es lo primero que haría?

No creo en Dios.

Si pudiera viajar a su infancia y darle un consejo a su yo pequeño, ¿qué le diría?

No seas tan temerosa.

¿Cuál fue la persona que más le ayudó?

Mis viejos, siempre.

Desde la perspectiva del ciempiés

o del bicho bolita

una mata de helechos es un bosque precioso

enmarañado y primitivo.

Apenas llega el sol,

caricia que despereza tallos.

Los árboles se alzan a la luz

graciosamente conmovidos.

La hormiga cruza sin detenerse a ver.

La urgen otros asuntos:

llevar el alimento sin apartarse del camino.

Pero el ciempiés explora

con sus cincuenta pares de patitas

la formación rocosa de unos granos de arena,

el valle que talló el escarabajo

donde anida la sombra,

los arroyos sutiles nacidos a la hora del riego

que se desvanecen al atardecer.

Eso sabe el ciempiés

porque camina el bosque día a día.

Yo persigo el poema

como a una hierba inmaterial

que brota en ese bosque,

que fue semilla

bulbo

desflecada raíz

y emerge quebradiza

y a lo mejor se muere entre mis dedos

y a lo mejor

se salva.

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Avanza ese rumor.
Abejas, colibríes.
El perfume se expande.
Agazapada bajo el musgo
mariposa precoz
la primavera.

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… por qué a mí las tareas imposibles,
hilar la arena
dibujar el rostro del viento?
                    Elena Caricatti Penella

Caminé larga marcha
sobre piedras quebradas.
Fui pie cansado y fui camino.
Me golpearon los vientos
calientes látigos del norte
chicotazos helados desde el sur.
Pero no me detuve.
Cuando aborté fui condenada
sin posibilidad de defenderme.
Y nadie preguntó qué me asustaba
qué reloj
marcaba sombras en mi corazón
qué silencio laceraba mi boca
y me dejaba sin salida.
Cuando parí fue con dolor
con alegría desgarrada.
Fui madre de los míos de los hijos de otras
amamanté cuidé crié
resguardé la familia en la tormenta
hilé la niebla
junté la arena grano a grano
hasta fundar la casa
apacenté los vientos
extendiendo los dedos como un arpa
para que se durmieran.
Zurcí cristales por su quebradura
impidiendo que la locura se desmadre
y filtre con su ácido los días.

Enhebré caracoles de océanos remotos
y los dejé sobre mi mesa
vocera de un infierno conocido
que socava en incendios.

Un destello me recordó quién soy:
mujer en marcha
mujer que se sacude los vestidos
después de los derrumbes.

Camino afilados espacios
con los hijos al hombro
con los muertos queridos.

Soy la que cuida el fuego
mientras marcha en la noche.

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Anduve clandestina

muro de los lamentos

la mirada entrampada

morral decomisado mis poemas

incolora pasé por las ciudades

donde la vida escrita

era la única posible

escribir y ocultar

las palabras yacían a la sombra.

caminé clandestina

por pueblos clausurados en los mapas

sin la gracia del nombre

vidas amontonadas en casuchas oscuras

junto a los animales de costillas expuestas

de ese andar marginado

vigilando los gestos

fiel al anonimato

habla la marca de mi frente

eso era caminar

pero la arena suelta no registraba pasos

no quedaron indicios

escribir clandestina era el salvoconducto

ahora estoy de regreso.

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Quemamos palo santo.
Sahumamos debajo de las camas
dentro de los roperos
en las esquinas
de las habitaciones.

No quisimos guardar
el olor de la pena.

La casa se llenó
de un humo perfumado
que enrojeció los ojos.
Quemamos asimismo
pedazos de pasado
lo que no ocurrió nunca
lo que ya no seremos.

Humo de palo santo
purificando el alma de la casa.

Después
en el umbral
esperamos la luna
con la espalda liviana.

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Entre palabras de sonido agreste
vengo a buscarte.
No pude venir antes.

No me dejó la lluvia
no me lo permitió el monte de espinos
que hacía de coraza

Estoy aquí
ama de la fragilidad
vacía ante la luz de la llanura
avasallada por el horizonte.

Habré tardado mucho
que tu mirada
no me acusa recibo.

Me habré desorientado
culpa del espejismo de la sed

Habré tardado tanto
que no tengo lugar donde la arena
se amontona junto al alambrado.

mis amantes levitan en la noche

aparecen sencillos caminando en mis sueños

como si nos hubiéramos despedido ayer

vienen del inframundo

hombres que amé desoladamente

hombres que alguna vez me amaron

 (mi piel tenía olor a violeta

 nacida en los resquicios ese húmedo aroma)

¿querrán anunciarme algo?

¿que mi tiempo se agota, por ejemplo?

¿son mensajeros?

¿son advenedizos que permean la seda

que separa los mundos?

hombres que me quisieron a mansalva

o con una locura difícil de domar

si me amaron

¿qué amaron?

¿mis ojos como pozos de tristeza?

¿mi silencio de brea

mi compañía austera pero fiel?

¿la estrella en fuga que me cruzó la frente?

¿qué habré sido para ellos?

¿una raya de luz en el cielo nocturno?

no exigen no intimidan

aparecen de a uno cada noche en un acuerdo tácito

figuras mudas contra un decorado

algo tienen de mí

algo me dieron

viento de otoño los arremolina

los sube a la memoria

los desgrana sobre un colchón de hojas

para que ya no duela

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con esto también puedo hacer un poema

trabajé en el jardín

corté pasto rastrillé junté ramas

dispuse en nueva formación unas macetas

descubrí lo que brota

y lo que languidece

y es un asombro cada vez

espinas invisibles quedaron en mis yemas

en el dorso de los dedos

terminé la tarea con la felicidad del sol poniente

dorando la punta de los árboles

bajando a los malvones

derritiéndose

mientras el té me inundaba la boca

con su sabor a sombra

el escozor de las espinas que no vi

volvió en la noche mientras dormía

espinillas mejor

ardían en los dedos

invisibles

ese era su poder

por la mañana

el aire amarillo del otoño

dejó en la almohada finísimas hojitas secas

que atravesaron con gracia

el tejido mosquitero de la ventana

volví a pensar en mundos diminutos

dentro de otros que los abarcan

contenidos a su vez en uno mayor

cajas chinas matrioshkas

así hasta el infinito

hasta salirme de la tierra

y verla diminuta

dentro de la galaxia

entonces

para qué tanto ego

digo yo

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Autor

Raúl Bertone