Una explosiva puesta sonoro-estética. Quizá los factores que siempre mejor maneje El Choque Urbano sean seguramente el tratamiento musical y el manejo de climas escénicos. Pulso y emoción son transmitidos por sus intérpretes, creando un show a pura acción. El Choque es un grupo de percusión teatral que no toca cualquier cosa. Convierten en emisores de sonidos musicales a botellas, latas, palos, tachos de todo tipo y tamaño, barriles, tapas, pelotas de básquet y cajas de cigarillos. Una propuesta de ritmos y percusiones con un talento singular que invitan al baile junto con una estética que combina coreografías, clown, tap, gags e improvisaciones.
El Choque Urbano integra en sus espectáculos música y acción con recursos potentes, poéticos y originales, entrecruzando los lenguajes del teatro y la danza. La música, creada a partir de la utilización de esos instrumentos no convencionales, contagia al público de energía sin límites en cada una de sus presentaciones. Nacido en el seno de las manifestaciones de teatro popular más importantes que ha sabido producir la Argentina, como fue el grupo Catalinas Sur, de esa multitudinaria y formidable compañía arrancó un grupo de jóvenes con su proyecto propio: Caturga, que luego derivó en lo que hoy es El Choque Urbano. Y en esta aventura se valen de elementos de descarte para trasmitir la idea de “la calle”, como espacio de resignificación artística y sonora.
Construyen sobre el escenario una verdadera fiesta rave, que junto con la coreografía invitan, como mínimo, a marcar el ritmo con el pie. Claro que también aparecen números más intimistas, en los que el cuerpo se convierte en instrumento, y la atención puesta en la coordinación y la escucha de esos golpes en los muslos, el pecho o los chasquidos de dedos está amparada por un intenso silencio. Una verdadera cosmogonía del sonido.
«Este proyecto ya tiene catorce años, todo nació a finales de 2001 y nos hace muy felices poder recorrer el país. A lo largo de la historia del grupo hemos armado tres espectáculos distintos como Fabricando sonidos en 2003, La nave en 2008 y el último fue Baila!, y lo que estamos haciendo actualmente tiene un formato más musical. Estamos en el proceso de un cuarto espectáculo, por lo general tardan más de tres años en hacerse. Los procesos más arduos son los previos a estrenar, en los momentos de creación, después uno se relaja un poco y va trabajando más sobre la marcha», contó Santiago Ablin, intérprete, director musical y uno de los fundadores de Choque, cuyo espectáculo volvieron a disfrutar los piquenses el pasado mes de febrero.

Ablin remarcó que lo más interesante del grupo es que “puede expresar lo que hace en cualquier ámbito». Foto: Pablo Rivero Maldonado.
Comenzaron allá por 2002 haciendo performances de los ingleses de Stomp, que luego desarrollaron y sostuvieron en el tiempo hasta encontrar su propio camino, que hoy se consolida a través de la composición de música electrónica y la danza, siempre a partir de elementos reciclados. «Stomp ha sido mi grupo de referencia desde pibe, diría que es la formación más antigua en el mundo entre la camada de los grupos que hacen este tipo de shows. Tengo mucha admiración hacia ellos. A medida que fue transcurriendo el tiempo fuimos encontrando nuestro propio camino, nuestra sonoridad y estilo. Los que más tocamos en el grupo por ahí involucramos en mayor parte los brazos y las piernas para zapatear, mientras los bailarines tienen también un gran desgaste desde lo físico. Varios estamos desde el comienzo, otros se fueron y muchos que se sumaron también. A lo largo de catorce años el grupo pasó por tres audiciones», destacó Ablin, quien brinda, además, clases de percusión corporal.
Con la incorporación, por primera vez, de un cuerpo de bailarines de danza contemporánea de la Compañía en Movimiento (CEM), El Choque Urbano continúa planteando la posibilidad de resignificar el uso de los objetos cotidianos como instrumentos sonoros, en el marco de una puesta en escena que se liga a lo fantástico, lo musical y coreográfico. «Siempre tuvimos ganas de trabajar con bailarines profesionales para potenciar la calidad musical del grupo, la capacidad de los tocadores y esta cosa hermosa de generar música con objetos. El resultado de ese trabajo lo presentamos en Baila!. Continuamos con ese estilo electrónico que se impuso en La nave, aunque con muchos más matices. Volvimos a los ritmos de raíz y también presentamos escenas con coreografías donde todos utilizamos un mismo elemento, como pueden ser palos, latas o las varas de mimbre. En definitiva, la capacidad de crear la tenemos todos, es una cuestión de cómo la desarrollamos y cómo la incentivamos. La educación musical hace su aporte para que eso suceda. Los bailarines del grupo son muy profesionales, estudiaron danza toda su vida, y nosotros, los percusionistas, nos formamos en Caturga, un grupo de percusión callejero donde hacíamos música con tambores tradicionales».
El barullo más delicioso y poético ha recorrido otros países. La compañía realizó su performance en lugares disímiles como Corea, Holanda, Ecuador o Siria. Y en cada sitio esa amplia gama de ritmos mimetizada con la danza y el teatro, forjó un vínculo intenso con el público. «Por ejemplo, en Holanda hicieron un análisis muy profundo de nuestro primer show, «Fabricando sonidos», que consistía en una puja de poderes dentro de una fábrica. En Corea por ahí no entendían tanto o se sorprendían, ellos tienen otra manera de expresarse. Igualmente considero que todos reciben bien el mensaje. Si algo nos ha caracterizado es que nos reconozcan por lo que hacemos, ya sea en un teatro, en la calle o en una plaza. Por ahí el hecho de que hagamos percusión con objetos produce que gente que conoce nos vincule directamente a Stomp, pero hoy día rescato haber encontrado nuestra identidad en un rubro ya explorado», concluyó Ablin.
