
El Choque propone ritmos y percusiones con un talento singular que invitan al baile. Foto: Pablo Rivero Maldonado.
Ese “punchi, punchi” que te hace rebotar contra el piso. Una base rítmica en casi todos los actos de la performance que nos instala en un túnel de música electrónica en su estado más puro. Una experiencia abrumadora volver a ver y escuchar al Choque Urbano. Conmueve. “Ritmo -dijo Stephen-, es la primera y formal relación estética entre parte y parte en un conjunto estético, o entre el conjunto estético y sus partes o una de sus partes, o entre una parte del conjunto estético y el conjunto mismo”, escribió James Joyce. Luces, sonido, maquillaje, vestuario. Un combo escenográfico que trasciende más allá de lo musical. Una estética que involucra improvisación, clown, gags y coreografías por igual.
Palos. Botellas. Latitas de gaseosas. Caños de PVC. Pelotas de básquet. Tachos de metal. Barriles industriales de plástico cortados a la mitad. Mangueras. Todos instrumentos no convencionales que se convierten en los mejores emisores de sonidos musicales. Ritmos sincopados con los elementos más diversos. El grupo de percusión teatral, aclamado en festivales internacionales, otra vez mostró lo suyo ante un público piquense. Fue el viernes por la noche sobre el escenario montado en un sector del Paseo de los Inmigrantes, con un show que formó parte de la programación elaborada para el 2° Encuentro Nacional de Jóvenes Solidarios.
Atronó el ambiente. Fue contundente. No resultó la primera vez entre nosotros, de ahí que entre la asistencia que ocupó los alrededores, se encontraban muchos de sus fieles. El espectáculo propuesto por la troupe que dirige Santiago Ablin tuvo impacto, belleza, despliegue. La combinación perfecta de música, juego y danza. Alcanzando un grado de expresividad increíble con materiales mínimos.

El grupo contagia al público de energía sin límites en cada una de sus presentaciones. Foto: Pablo Rivero Maldonado.
El Choque ofreció su ritmo con pulso y emoción, pariendo una noche a pura acción a través de singulares personajes nocturnos que transforman un espacio en un inmenso terreno sonoro. Paletas de madera que golpean sobre caños de desagüe de diversos tamaños, tambores de petróleo metálicos pintados de distintos colores. Un sonido que mucho tiene de atávico y que motivó el entusiasmo de una concurrencia cómplice.
Con su propio cuerpo y los diferentes objetos, los artistas cumplen con esa búsqueda que es piedra basal del grupo. Personas jugando, bailando y haciendo música a partir de su propio cuerpo y de los diferentes objetos que allí se encuentran, resignificándolos y transformando el espacio en un vasto campo lleno de ritmo y climas fantásticos. El Choque continúa en su búsqueda sonora, estética y performática, comprometida con las expresiones urbanas. Una verdadera fiesta para los sentidos.

