La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí (Danilo Incerti)
No estamos seguros que sea una nueva sección y que ni siquiera se trate de una Biblioteca como se anuncia en la volanta. No lo será porque aquí no habrá bibliotecarios acomodando cada libro en su anaquel, y si de figuras se trata dibujemos mejor la imagen de una vieja mesa de saldos desordenada donde se podían encontrar valiosos textos y por sobre todo, donde era más divertido revisar.Así será que iremos colgando libros,relatos, poesías, opúsculos, con el doble propósito de difundir a nuestros escritores y entregar una opción de lectura a un país que la necesita más que nunca. En esta primera entrega ponemos a disposición el último poemario del santarroseño Danilo Incerti: «La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí”, que fuera presentado en el local de Arte Propio General Pico durante el pasado 2014. Adjuntamos además y a modo de prólogo las notas publicadas para la ocasión. Buena lectura.
No es el peso que lleva. Y no lo es de ningún modo, porque su peso quedó atrás, abajo. ¿Cómo hizo? Cualquiera lo sabe, simplemente se detuvo a observar el mundo de los rostros en marcha, el principio de toda poesía y principio de todo universo. ¿Cómo podría si no Danilo Incerti haber escrito “nos llaman las estrellas a su cama de sábanas negras” y de un modo más extendido, hecho libro, “La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí”?
“Los ruidos que hacíamos al vivir”, “no soy el peso que llevo”, “he venido al desierto porque vengo con el bosque”, “oler los nubarrones de tu cabello azul/ir a todas las sombras”, “llevar sol y ser el núcleo del hielo”, “soy ese alguien que madura día a día las frutas”, son todos versos extraídos de su libro que sirven para graficar el sentido visual de sus poesías. Danilo Incerti es un poeta visual, no quedan dudas, pero sólo en el sentido semántico, al modo de Olga Orozco. Como ella, Danilo tiene todo un subtexto cargado de significados y de un yo expandido, omnipresente, rememorando a Whitman, algunas veces.
Fue capaz de escribir: “Estoy en la arena y el viento donde las olas/ saltan del mar al mar/en los Andes azules/soy abejas y es noviembre.” Junto a las transpolaciones anteriores este puñado de palabras no hablan de textos sumamente epigramáticos donde se suceden las metáforas y se enlazan sin nexos, lo cual es sumamente extraño, si no con la atmósfera de una idea a modo, en varios casos, de intrincadas enumeraciones caóticas. Todo eso, que es de ejercicio difícil para un escritor, termina resultando gratamente sonoro al lector, y quizás sea allí precisamente donde Incerti da la medida de su categoría. Allí y en los enfáticos aciertos de sus metáforas.
“Este es un libro artesanal y creativo hecho con mucho amor y atención. Tiene tapa en forma de caja de fósforos. Y un interior de 26 poemas plegados a la manera de un acordeón. Huele a café como los valles altos de Mesoamérica porque está teñido con esta infusión, y si bien no es un libro de viajes, hay en su cantar ecos de países conocidos durante años de viajar y vivir en América Latina y Europa”, dijo Incerti desde la gacetilla de difusión. “Descubrí la literatura a los 17 años aproximadamente. Pero escribo desde antes. Siempre me gustó hacerlo. Un amigo me prestó dos libros. ´Crimen y castigo´ y ´Así habló Zaratustra´. No recuerdo cuál leí primero, pero entre ambos me movieron hasta el tuétano, sobretodo el de Nietzsche. Después de esas lecturas me hice adicto a los libros. De niño leía la revista ´Conozca Más´ y amaba ´Los viajes de Gulliver´. En la adolescencia, ´flashé´ con ´El cerebro de Broca´ de Carl Sagan, descubrí que la ciencia soñaba con el infinito. Leía con mi propio orden, saltaba de la economía a la poesía y así me la pasaba, de los presocráticos a los periódicos o a textos científicos. Durante ese tiempo escribí ´Del tomate´, mi primer libro, y lo publiqué de manera artesanal con ilustraciones de un amigo, Roberto Aguilera. Un libro que quiero mucho porque en el dejé espacio para que la imaginación se desplazara a gusto, y el resultado fueron esos relatos que tanto disfruté escribir. Al tiempo dejé el trabajo y me vine a Santa Rosa a estudiar Letras. Pasé unos años en la facultad, enamorado de las personas que encontraba en aulas y pasillos, enamorado de la biblioteca y de lo que hacíamos junto a otros en la facu. Como una fotocopiadora autogestionada por estudiantes que aun funciona. Lo que menos hice fue estudiar lo que proponían los planes de estudio. Y no era por rebelde, sino que la curiosidad no me dejaba tiempo para los textos de las cursadas. En Santa Rosa me relacioné con personas que escriben y aprendí mucho de ellas, además de quererlas como amigos. Cada una a su tiempo fue generosa conmigo. Miguel de La Cruz, al responder unas cartas que le había enviado cuando todavía vivía en el pueblo y tenía dudas si quedarme o ir a estudiar, al motivarme y además al invitarme a formar parte de Bueyes Perdidos un grupo literario que había creado. En ese grupo conocí a Sergio De Matteo, entre otras personas, que también me invitó a formar parte de La Neurona Poseída, un grupo con el que organizábamos eventos literarios, allí conocí a Patricia Malone, Eugenio Conchés y Sergio Mirabelli, entre otros bellos amigos. Con La Neurona Poseída, impulsados por las ganas de Sergio y su experiencia, organizamos unos cuantos eventos. Gracias a estas actividades tuve la suerte de conocer personas que escriben de otras regiones del país y el mundo. También conocí a Bustriazo, un día nos caímos con Sergio (De Matteo) y tocamos el timbre. Luego de eso fuimos cada semana a visitarlo. En esos años escribí de todo, una novela, cuentos y cientos de poemas. Pero un verano me robaron la computadora cuando viajaba por Patagonia a dedo hasta Ushuaia. Con ella también partieron los textos. Durante los años de facultad y grupos, leí a Alberto Laiseca, Gonzalo Rojas, Walt Whitman, Rimbaud, Céline, Miller, Artaud, Deleuze, Spinoza y muchos otros autores que adoro pero que hace mucho no leo. Leí todo lo que tuve en las manos, desde los envases plásticos hasta ´La Divina Comedia´. Pero lo que más me atraía era la filosofía y la narrativa. Al comienzo estaba enamorado de todos esos grandes nombres y quería conocer sus secretos. Fui publicado en España en una antología de poetas jóvenes de Argentina dirigida y prologada por Rodrigo Galarza, Los poetas interiores en el año 2005. En un momento que me encontraba atiborrado de pensamientos y teorías conocí a Charlotte y nos fuimos a viajar. Dejé la facu, vendí lo que tenía y salimos con la idea de ir a Porto Viejo, Ecuador, y terminamos viviendo en Nogales, en la frontera entre Sonora y Arizona. Antes de partir publiqué mi segundo libro, también de forma artesanal, esta vez de poesía, ´Cánceres´. Cuando estábamos viajando trataba de leer cada tanto literatura local, pero ya leía menos, la atención estaba puesta en los descubrimientos asombrosos que no cesaban, en la Naturaleza, en las personas, en las ruinas de ciudades antiguas y contemporáneas, los volcanes, las increíbles playas del Caribe, el Darién, la Baja California, en fin, en un continente absolutamente bello que jamás dejaba de sorprendernos. Amo los libros, pero me cautivan más los bosques que las palabras. En el estado de San Luis Potosí comimos peyote en Estación Wadley, y si bien había leído un par de libros de Castaneda, desconfiaba de la antropología experiencial. Hasta que tuve la maravillosa suerte de conocer y probar el cactus y experimentar por mí mismo. Durante el primer viaje, vivimos en Ecuador, Costa Rica y México, y viajamos por Bolivia, Perú, Colombia, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. En 2010, luego de este primer viaje regresé al país y fui invitado al V Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro, allí tuve la suerte de conocer y compartir lecturas con personas que aman escribir del mundo entero. Para entonces mis poemas venían desde otro sitio, uno mucho más cercano a mí. El primer viaje había resquebrajado la personalidad, pero el esqueleto todavía estaba allí, ardiendo. Viajar cortó las amarras que me anclaban en unas coordenadas de vida, después de eso vino un largo tiempo, que aún perdura, de “naufragar-navegar” valiéndome de una brújula que ni siquiera sabía que existía. Para entonces leía mucho menos y comenzaba a atraerme la poesía cada vez más. Después de unos meses en Argentina, fui a vivir primero a Francia y luego a Guatemala. Países maravillosos, plenos de magia y belleza. En GuateMaya viví casi tres años. Conocí un poco más la hermosa poesía de Humberto Ak’ab’al y también, a través de unos amigos chapines, leí ´Fragmentos de una enseñanza desconocida´ de Ouspensky, y después de ese libro, comenzó a despertar en mí una nueva curiosidad, comencé a ir a ceremonias Mayas, a conocer el Tzolkin, a interesarme por la astrología occidental, el Tarot, el I Ching y la psicología profunda de Karl Jung entre otras cosas. Desde Guatemala viajamos a Europa nuevamente y también a Cuba, República Dominicana y Belice. Aunque con otro nombre, comencé a escribir ´La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí´, en La Antigua, Guatemala. Para entonces ya había decidido que el libro iba a tener 26 poemas. En enero de 2013 regresé al país de vacaciones, pero dos acontecimientos cambiaron el libro y mi vida. El primero, conocí a Lu, la amo y por ella decidí quedarme en Argentina, y el otro, me robaron la computadora nuevamente y con ella se fueron el libro de poesía y otros textos, además de todas las fotos y filmaciones de los viajes. Con la potencia que da amar, volví a escribir los 26 poemas, disfrutando cada verso, con la mayor verdad de mis ojos y cantándole a la terrible belleza de la locura.” Esta larga tirada de párrafo que Danilo Incerti escribió para El Lobo Estepario bien puede valer como la condensación de una autobiografía y ante todo, como la lectura de una metamorfosis necesaria, indispensable y acaso, primer y único sentido de la vida. Cada quien encuentra las manos exactas para recibir el empujón necesario, pero cuando se lee “Ouspenski”, ese gran metafísico ruso, entendemos la clase de viento que sopla por las venas de Danilo Incerti. Entendemos también que su poesía, aún antes de leerla, no estará hecha con los gestos del abandono o con murallas de lluvia o con los huecos de los rostros vacíos, sino más bien con la arquitectura del viento, precisamente, y estando ligeros de pies se puede más fácilmente volar con el soplo que nos ubica porque al fin y al cabo, nadie es el peso que lleva. Y a Danilo lo ubicó en Guatemala, y eso “me transformó –reconoce el poeta santarroseño-. Y por una simple razón, al convivir con las personas de ese hermoso país comencé a ver con sus ojos, y al ver desde otra perspectiva y sobre todo al observarme a mí y a las personas desde nuevos sitios por así decirlo, cambiaron mi mapa mental. Desde entonces vivo en un Planeta Vivo. Lo siento. Y desde ahí canto. Somos unos afortunados viviendo en el vientre de una madre tierna y mágica que viaja por la espacio. La verdad es que escribo sintiéndome parte de un Universo que me maravilla y que desconozco, escribo atravesando los problemas que atravesamos hoy las personas y escribo soñando.”
Tal como puede leerse el de Danilo no es un idioma olvidado, de hecho es una suerte de “esperanto” para la cal y los ladrillos del espíritu: una poesía que se escribe soñando, como hacía Faulkner. Ojalá que en esta provincia, que levanta tantos íconos falsos, se pueda leer a Danilo Incerti en la dimensión que corresponde.
Entre el temblor y el entresueño
Danilo Incerti presentó anoche su nuevo libro “La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí”, en el espacio de Arte Propio en el Multiespacio Médano, bajo la coordinación de Silvia Peinado y el violín de Fabiana Silva Ávalos.
“La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí” había ciertamente despertado bastante curiosidad por un puñado de motivos. A saber, se trata de un libro artesanal con las hojas acordeonadas con olor a café; es un segundo libro muy distinto al primero; su autor no está en el parnaso de las letras pampeanas pero el libro es realmente bueno; su autor vino en silencio y con humildad, sin pompas aparatosas, y el libro es realmente bueno.
Durante una breve entrevista a Incerti publicada días atrás justamente para esta ocasión, hablábamos de la gran cantidad de imágenes que proliferan en su poesía, quizás como sello distintivo, y también que esas metáforas, prosopopeyas, alegorías y sinécdoques tienen un corte epigramático y escasamente narrativo, con pocos nexos, pero que sin embargo Incerti consiguió con ellas armar un ambiente y contar poderosamente su asombro.
De todos modos, quizás lo más impresionante de “La chica que apaga cigarrillos a la mitad está aquí” sea su estructura de felicidad, o de suave contemplación, que vendría a ser la misma cosa, e incluso que dicha felicidad no se parezca en absoluto a los temidos libros de autoayuda y que se remonte lúcida, por debajo y por arriba del temblor y el entresueño. (Eduardo Senac)