«Desprecio de la salvación» un breve relato de Héctor Massara, satirizando una circunstancia cotidiana y cuyas respuestas a más de uno se les habrá cruzado por la cabeza…
Las cuatro de la tarde. Un sol de fragua y un par de cervezas en el almuerzo me dejan reducido a esto. No hay música que levante mi ánimo, no hay serie suficientemente atractiva, no hay mujeres. Hace rato.
El timbre no es lo que esperaría a esta hora, hace tanto calor que veo por la ventana el aire reverberando sobre el asfalto. Dos tipos jóvenes esperan en posición de firmes. Camisas blancas impecables, corbata oscura con alfiler, cabellos rubios casi rojizos cortados al rape. Ambos soportan en sus hombros gigantescos portafolios. Creo saber quiénes son, pero no está de más echarles un ojo por la mirilla. ¿Los dos se llaman Elder?
La curiosidad mató al gato y se cargó a los dos yanquis religiosos. Les abro la puerta.
—Buenos días, señor—recitan a coro.
—Buenos días ¿qué desean? —pregunto con impostada amabilidad.
—Venimos a anunciar la llegada del Mesías —afirma el más alto y granujiento.
—Y el final de los tiempos —corrige el más bajo gravemente.
—Me parece bien lo segundo. El tiempo no debería existir. Cuando lo necesité no lo tenía, ahora me sobra y no sé qué hacer con él. Tampoco puedo guardarlo para peores épocas.
—No entiendo —dice el bajito acomodando sus gruesos anteojos.
—No importa ¿de dónde son?
—De América.
—Yo también. América del Sur. Digo de qué ciudad.
—Salt Lake City —dice el alto.
—Utah Jazz. Me simpatizan. Buena distancia y defensa férrea. Y Malone.
—No sabemos de qué habla —pluraliza el bajo.
—Básquet. No saben nada. Son un fraude.
El bajito teclea el traductor con furia y se defiende:
—Nou, Nou —dice mientras niega abanicando las manos.
—Fraude —insisto —. Y no vendrá ningún Mesías.
— ¡Sí que lo hará! —se amosca el alto.
— ¿Cuándo?
—Pronto. Las señales están entre nosotros.
Le muestro una publicidad que cuelga del poste de electricidad en la vereda.
— ¿Esas señales? ¿Ése es el Mesías? —El político nos mira con una dentadura centellante y un apendejado cabello ceniza.
—Nou, Nou. El Mesías vendrá a ayudar a los necesitados y castigar a los pecadores.
—Ese tipo promete lo mismo y no amenaza con el fin. Tal vez lo vote.
—Usted es un sacrílego. Y un cínico —dice cansadamente el granuja.
—Nunca es triste la verdad… —canturreo como Serrat.
Los hombres se dirigen a la salida, se los ve derrotados.
—Moron —dice uno.
—Fool —dice el otro.
Creo reconocer esos insultos de las series americanas y los veo discutir y echarse en cara el haber perdido los estribos mientras sus zapatos lustrosos los llevan por la vía ardiente.
-¡Stupids! —les grito. Es la única que me sé.
–