El Salón de Pintura de Paisaje Pampeano de la Fundación Banco de La Pampa rescata el viejo oficio de pintar la comarca, ritual de encuentro permanente entre el hombre y su espacio. Confirma la unicidad inextinguible de lo que habita y es habitado, lo que transforma y lo que es transformado, lo que ama y es amado. La décima edición se puede recorrer hasta el 31 de octubre en la sede de la institución (Pellegrini 366, Santa Rosa), y ese transitar por los colores de nuestra Pampa, sus perfiles, sus siluetas, la marca indeleble de quien la habita y quien la representa, está la reinstalación del pacto de amor con nuestra historia, presente y futuro. Es el compromiso mínimo de la ternura hacia nuestras cosas, a las que siempre le estamos debiendo. Allí están los más de cincuenta trabajos con sus autores, con las venas abiertas de esta tierra que nos guarda.
La imagen, como objeto de arte, siempre es la representación de una porción de mundo que construye sentidos. Es un discurso que circula socialmente y comunica, pone en relación diversidad de miradas que dialogan, se entrelazan, se soportan sobre imaginaciones, sueños, mitos, reverberaciones de lo real. La Fundación del Banco de La Pampa se sitúa en el lugar de canal en este diálogo entre artistas y contempladores. Vía que alienta la simbiosis del arte con el ser pampeano desde el compromiso inalterable de mantener esta reunión cada año en su Salón de Pintura. A través del recorrido de las obras se puede sentir lo que nuestros artistas han vivenciado, lo que nuestra tierra les ha transmitido, generado y que ellos, con su sutil sensibilidad, plasmaron.
El Salón 2014 está integrado por cincuenta y seis obras (de un total de ciento cuatro presentadas y repartidas en las secciones Abstracta y Naturaleza), en donde cada escena es extraída de nuestro paisaje. Hubo autores provenientes de distintos puntos de la provincia como Macachín, Eduardo Castex, Miguel Riglos, Catriló, Trenel, General Pico, Arata, Toay, General Campos, Quemú Quemú, Bernasconi, Intendente Alvear, Santa Rosa, Lonquimay, Quemú Quemú, Anguil, General Acha y Parera. Así, la tela va plasmando la generosidad del paisaje que nos rodea y nuestra historia. La Pampa inspira y se presenta auténtica en todo su abanico: la tierra plana, el monte y el paisaje sereno. La tarde cae suavemente, el viento sopla y despeina a los pastizales, la tropilla avanza, el paciente vigilia, el rancho del puestero corta el horizonte. Los caminos se abren entre huellas de arena, chañarales en flor, álamos, y caldenes. Estas escenas resumen el trazo del pincel pampa cargado de nostalgias, recuerdos, miradas, sueños y añoranzas de estos atentos observadores del escenario natural de nuestra tierra. La muestra puede visitarse de lunes a viernes de 9:00 a 14:00 horas.
La cincuenta y seis obras que se exponen son las siguientes: «Las partes del todo», Luis Abraham (General Pico); «Dinámico extenso», Carlos Sardi (Santa Rosa); «Llegando al monte», Nilda Decimavilla (S.Rosa); «Pampa mía», Celia Starck (S.Rosa); «Amarrado a mis recuerdos», María Matas (S.Rosa); «Camino viejo – Héroe del desierto», Silvia Impaglione (G.Pico); «Sinfonía otoñal», Amalia Fungo (S.Rosa); «Huellas de arena», Rita Bertinat Boffa (S.Rosa); «Pampa de lluvias», María Nazer (Parera); «Yo te anido», Paula Rivero (Trenel); «Paisaje pampeano», María Silvani (Catriló); «Un lugar en La Pampa», Clara Alberdi (Bernasconi); «Paciente vigilia», Marta Acuña (General Campos); «Ñochilei-Có (Bañados del Atuel)», Silvia Canulli (Lonquimay); «Tierra plana», Noemí Fiscella (S.Rosa); «El rancho del puestero», María Gamba (S.Rosa); «Alamos», Graciela Ravera (General Acha); «Casa vieja», Daniel Rodríguez (S.Rosa); «Miradasal sol», María Luisa Casado (S.Rosa); «Nostalgia», Jorgelina Villegas (S.Rosa); «El recuerdo», Nélida Gómez (S.Rosa); «Longevidad», Marta Alejo (S.Rosa); «Atardecer soñado (Ruta 9 a Toay)», Ana Santos Andrade (S.Rosa); «Tiempo de labranza», María Cimadevilla (Toay); «Resistiré», Sandra Velilla (S.Rosa); «Señor de los montes», Aurora Ramos (S.Rosa); «Sopla en mi Pampa», Bibiana Gertie (S.Rosa); «Destino Santa Rosa», Dora Lucero (S.Rosa); «Reparo», Mercedes Sieben (Macachín); «El solitario», María Ordóñez (Lonquimay); «Afortunado», Silvia Vistarop (S.Rosa); «Una mirada», María Schab (S.Rosa); «El ciclo de la vida», Nora Urquiza (S.Rosa); «Entre verdes», Natalia Sander (S.Rosa); «Chañarales en flor», Alfredo Fernández (S.Rosa); «La casa de los cromados», María Virbauskas (G.Pico); «Volviendo al puesto», Daniel Canitrot (S.Rosa); «Tierra de Fabio», Ana Stefanazzi (S.Rosa); «El cielo sobre mí», Verónica Patiño (S.Rosa); «Valle argentino», Claudia Espinoza (S.Rosa); «Corre Salado, corre», Lidia Barbosa (S.Rosa); «Generosidad del paisaje que nos rodea», Ana Kljajo (G.Pico); «Mirá que puesta de sol», Javier Carra (S.Rosa); «Conquista de lo incierto», Rubén Schaap (S.Rosa); «El tránsito hacia el infinito», María García Fava (G.Pico); «Atardecer», José Ferrari (G.Acha); «Cuando vuelva el Atuel», Juana Pellegrino (S.Rosa); «Ramazón», Delia Torres (G.Pico); «Catedral constructiva», Rodolfo Rodríguez (S.Rosa); «Paisaje sereno», Lidia Astengo (S.Rosa); «Agro industria», Carlos Pizzorno (S.Rosa); De la serie de bichos y flores: «Pacha», Andrea Elizondo (G.Pico); «Polvo de ánimas», Viviana Cavalie (S.Rosa); «Señora de las mieses, los médanos, el agua y el fuego», Dora Rossi (G.Pico); «Paisaje con cactus», Mario Eyheramonho (S.Rosa); «Naturaleza transfigurada», Silvina Muzio (S.Rosa).
Las pinturas premiadas fueron: Sección Abstracta: 1° premio: «Agro Industria». 2° premio: «Polvo de ánimas». 3° premio: «Conquista de lo incierto». Sección Naturaleza: 1° premio: «Paisaje sereno». 2° premio: «Chañarales en flor». 3° premio: «Llegando al monte». Fue distinguida la obra «Alamos», y recibieron menciones sin orden de mérito, por unanimidad: «Generosidad del paisaje que nos rodea»; «Pampa de lluvias»; «Cuando vuelva el Atuel»; «Destino Santa Rosa»; «Señora de las mieses, los médanos, el agua y el fuego».
Obras que traducen a imágenes vivas experiencias creativas en las que nociones tan huidizas como belleza, gracia, poesía, ilusión, abstracción, temor y temblor adquieren una dimensión formal. En otras palabras, se hacen obras de la pintura y se transforman en modelos eternos de lo único duradero que es capaz de lograr el hombre en su peripecia vital: el arte.