«Este disco es quizás el registro de un tránsito»

Oscar García sigue andando caminos con la música y la poesía a cuestas. Esa poesía que busca capturar la esencia del paisaje que lo rodea, de esta pampa que nos revela. Vivencias rescatadas transportadas a la imaginación de la palabra hecha canción. La música logró capturar su atención siendo joven, y a esa experiencia iniciática con Los tres del sur, junto a Delfor Sombra y Andrés Díaz, grupo que pasó a llamarse luego Las voces de Huitru Mapu, le sucedieron acontecimientos diversos en un camino de búsqueda permanente.

El músico santarroseño se muestra por estos días con un nuevo trabajo, como una manera de reforzar tanta inquietud. Se trata de Toma mi copla, otro registro rebosante de sensaciones. En plena pandemia, García le puso el pecho a un tiempo difícil para todos. Y lo hizo ofreciendo música. A finales del 2020 le dio forma a El bardo lejos, después de haber editado Pulsaciones y calandrias, en el 2015. Quien fuera también integrante de Los Ranquelinos (con Lalo Molina, Pelusa Díaz y Carlos Urquiza), o de ese excelente quinteto vocal e instrumental llamado Cantizal (junto a Andrés Díaz, Omar Urreaga, Luis Montoya y Osvaldo Di Pietro), siente que armó una interesante sociedad creativa con Obi Homer, por lo que no quiso que el tiempo transcurriera demasiado.

«Este disco es quizás el registro de un tránsito. Con algo de lo que he sido y algo de lo voy siendo ahora. Algo que no termina de concluir y algo que, sin dudas, comienza. Y algo también que ya comenzó en el disco anterior. En Obi Homer encontré un compañero magnífico. Arreglador y músico exquisito, siempre cuidando y hermoseando cada canción con su creatividad. Y sobre todo respetando la centralidad que las letras tienen en mis canciones. Tengo mucha suerte de contar con su talento y su amistad. Por ello se van a encontrar con algunas canciones de mis trabajos con Bustriazo Ortiz y con Edgar Morisoli, y a su vez con obras nuevas, donde asumo letra y música para seguir contando y cantando mi universo», relató García, iniciando la charla con El Lobo Estepario.

Aquellos deseos juveniles fueron sostenidos por Carlos Groisman y Ani Grunwald, hasta que surgió su primera composición: Agüita de médano, sobre el poema de Juan Carlos Bustriazo Ortiz. El Penca fue un poeta decisivo en la búsqueda de García, como también lo fueron Morisoli, Julio Domínguez El Bardino o Ricardo Nervi. La patria del corazón, que apareció en 2007, fue su primer trabajo solista, y contempló obras musicalizadas y arregladas por él mismo. En Toma mi copla, esa faceta dice presente con Balada del río ausente, Ani, flor en la niebla, Mi casa era pequeña y Como por casualidad. Los restantes temas que aparecen son construcciones compartidas, aportándole la música a la poesía de Bustriazo (Mujer de vientos besada y Pueblitos de yesca) y de Morisoli (Toma mi copla, El llamado, Tomero del Sauzal Viejo y Muchacha Valentina). «Algunos amigos me vienen haciendo saber que vale la pena que cuente, además de cantar, porque en algunos casos la obra se completa con el relato. Les llevó tiempo convencerme, o tal vez animarme, pero por esto estoy trabajando en un espectáculo que se llamará El contar de los cantares”, agregó.

García, nacido en Santa Rosa, y con parte de su primera infancia transcurrida en el paraje conocido como Bajo de las palomas, en el campo de su abuelo, para regresar luego a la capital pampeana y afincarse en el barrio Villa del Busto, desgranó historias que son el contenido de algunas de las canciones del disco. En ese sentido, al referirse a Mujer de vientos besada, indicó que «es una pintura hermosa y sensible de Juan Carlos de una siesta en Quehué», para luego hablar de Pueblitos de yesca. «Aquí aparece el Bustriazo más niño de todos los que ustedes conozcan. Rescata de forma lúcida la sensación, la emoción y la ilusión que le despertaban las noches cuando niño, viviendo en Trilí. Ese pequeño caserío en torno a la Estación, que no contaba con luz eléctrica, de modo que a la noche él divisaba las luces o el resplandor de algunos puebtos cercanos como Quemú Quemú, Miguel Cané, y algunos más, imaginando todo un mundo en ese templo nocturno».

En cuanto a las obras de Morisoli, señaló que cada una de ellas tiene su motivación. Y El llamado adquiere mucha significación para García. «Un domingo se comunicó y cuando lo hacía, era para pasarme material o para contarme algo. Entonces fui, ya me esperaba con el mate preparado, cuando llegué me dice: «me pasó algo extraño. Dos domingos atrás me desperté temprano oyendo ruido de agua. Me levanté, constaté que en el baño y en la cocina no había ninguna pérdida, pero ese sonido seguía. Fui al patio y comprobé que tampoco había nada. Estuve oyéndolo hasta la mitad de la mañana, cuando cesó. Y después me di cuenta que ese ruido es el mismo que me acompañó durante 50 años». Edgar había vivido en La Adela, que fue su primer destino en La Pampa, y luego en El Zauzal, en 25 de Mayo, donde también vivió cerca del río. Ese viejo sonido, esa vieja canción del agua, lo acompañaba desde hacía todo ese tiempo. Entonces me dice: «escribí esto, fijate si te gusta y si querés, ponele música». Por supuesto me gustó, hablamos de otras cosas y me fui», recordó.

García continuó su relato, expresando que «de regreso a mi casa fui canturreando los dos primeros versos, y con esa hebra de música nada más, apenas llegué, con la guitarra a mano, puse la letra arriba de la mesa  y encendí el grabador. Empecé de inmediato y la canción salió de punta a punta como si alguien lo hubiese soplado en ese momento. Así como estaba grabé y la guardé en la computadora. Pero me olvidé lo que había pasado. Después, con el tiempo, Edgar se nos fue, hacía como seis meses de su muerte y cuando me pongo a revisar cosas en la computadora, doy con un archivo que decía El llamado. Le di play y me encontré con esta canción que Edgar no llegó a conocer. No se qué conexión hubo para que la encontrara, de modo que la arreglé y la grabé como homenaje a su memoria. Y a mi deseo de que ojalá la esté escuchando».

Sobre el cierre de la larga entrevista, quiso referirse a las cuatro canciones que tienen su impronta personal bien marcada, expuesta fuertemente. «Balada del río ausente está basada en un relato que Edgar siempre me hacía sobre Ramón Farías, que vivía en un puesto llamado La porfía, en el oeste pampeano. Cuando se produjo el éxodo por el corte del río, él estaba a orillas del cauce del Arroyo de la Barda, e intuyó que en el cauce podía encontrar el río subterráneo, que seguiría corriendo el alma del río. Cavó un jagüel y a pocos metros encontró el agua. Pudo subsistir, quedándose en ese lugar con su familia, su majadita, sus caballos…Una anécdota maravillosa, por lo que pensé que así como el alma del río persistía y seguía viviendo, quise darle voz, imaginando qué piensa y qué siente».

En cuanto a la composición de Ani, flor en la niebla, García manifestó que «tiene que ver con el recuerdo a mi maestra de canto, una mujer admirable con quien hice una hermosa amistad. Ella me ayudó, me enseñó a confiar en mí y a cómo asumir este camino del canto. Nos comunicábamos de tanto en tanto, hasta que un día me llama desde Bariloche una persona que no conocía, y hoy es mi amigo Sergio Cuartucci, diciéndome que quería hacer un programa con mi música, una entrevista. Hablamos, le cuento que en Bariloche tenía una amiga llamada Ani Grunwald, y ante esto me lanza que no podía ser, que iba a revisar algo. Al rato me confirma que había fallecido dos años atrás, que era el tiempo que yo había dejado de tener contacto con ella. No pude seguir conversando con Sergio, le pedí disculpas, y a la tardecita volvió a llamarme para disculparse él. Le dije que no debía hacerlo, que fue una noticia que me tenia que dar y le conté que no había podido seguir debido a que me atropellaron todos los recuerdos en ese momento».

«En la última clase que tuve con ella, me dijo que trabajara la canción Cuando tú no estás, de Gardel y Le Pera. «Me gusta que hagamos algo de Gardel porque a vos también te gusta», me dijo. Lo tengo grabado en algún lugar. Recordé eso último juntos. Ani me ayudó a ver la maravilla que era Gardel desde un aspecto que nadie habla siempre, ya que se lo recuerda como el gran cantor que fue, como el tipo pintón y si le faltaba algo para ser un ídolo inolvidable, su muerte tan temprana. Pero nunca encontré que se rescate lo tremendo compositor de melodías que fue. No conozco en la música popular argentina alguien como Gardel en ese sentido. Es maravilloso. También me acordaba que cierta vez en Buenos Aires, de madrugada, cuando ella ya vivía en Bariloche, y mientras esperaba me habilitaran la entrada al hotel, me fui a desayunar a un bar y en ese momento escuché Fuga y misterio, interpretado por Buenos Aires 8, con Ani cantando. Recogí todos esos elementos en la canción. Fue una manera de contarlo, de llorarlo y ponerle fin a esa tristeza que me produjo su partida».

Finalmente, García añadió que «a través de Mi casa era pequeña cuento cuando nos vinimos a vivir a Santa Rosa corridos del campo por la sequía. Tenía seis años, mi padre había estado toda su vida en el campo, y llegamos a una ciudad incipiente para instalarnos en un pequeño caserío que era Villa del Busto, donde abundaban los baldíos y las tunas. Era la orilla de Santa Rosa. Allí se fue desarrollando nuestra vida, la de mis padres y la mía. En tanto, Como por casualidad es algo muy personal, no es nada más ni nada menos que el relato sintetizado de una larga historia, de mi romance interminable con mi compañera Alejandra. De cómo nos conocimos, y cómo afrontamos la vida y la creación de un hogar».

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Autor

Raúl Bertone