El más importante artista del arte gauchesco contemporáneo Rodolfo Ramos falleció ayer a los 86 años. En él vivió y se representó el campo y lo criollo. Fue también un estudioso, un serio investigador. Pocos son los artistas que penetraron hondamente el simbolismo de nuestro gaucho como Ramos. El paisaje pampeano, la inmensidad de la llanura, el caballo, el viento, son elementos que plasmó en su pintura con personalidad perfectamente definida.
Nacido en Morón 1937, dos vocaciones diseñaron la personalidad de Ramos desde su infancia: el dibujo y el campo. El paisaje de la llanura pampeana, y las costumbres de sus hombres, lo impresionaron durante sus frecuentes veraneos en un campo del sur bonaerense, y los aprendió a reflejar con realismo y habilidad en sus dibujos de autodidacta. Luego, en la adolescencia, estudió pintura y práctica del color con Gaspar Besares Soraire, se hizo “amigo” de la obra de Jorge Daniel Campos y Eleodoro Marenco, de alguna manera “sus maestros”, y conoció la obra de Florencio Molina Campos con su costumbrismo humorístico.
Trabajó como ilustrador publicitario, y plasmó su obra atraído por los héroes de la emancipación argentina, los caudillos y los héroes literarios camperos (Martín Fierro, Don Segundo Sombra, etc.). Dio a conocer sus trabajos un 10 de noviembre en 1968 (Museo Histórico General San Martín de Morón), y de ahí en más en innumerables exposiciones tanto en el país como en el exterior. Volcó en acuarelas y acrílicos de riguroso verismo, de sobriedad tonal y diseño vigoroso, diversas situaciones de trabajo, la vestimenta del gaucho, la pulpería, el payador, el arriero, el indio, el soldado, y especialmente los caballos, otro de sus grandes amores.





