Fuego y Amor: Virginia Figal presenta la escritura de la resistencia

El próximo sábado 4 de octubre, el Centro Cultural Medasur de Santa Rosa se prepara para un encuentro único con la palabra, el arte y la memoria. La escritora Virginia Figal presentará dos universos literarios que se complementan en su esencia: Mujeres de Fuego y Mientras tanto amor. Acompañada por la fuerza coral de El Coro Femimusas de General Pico, Figal nos invita a un viaje que arde de resistencia y se sostiene con la ternura más simple.

En estas páginas, la autora no solo narra crónicas crudas de luchas cotidianas, sino que también nos sumerge en la poesía de lo inadvertido, recordándonos que el acto de resistir y el de amar son dos fuegos que iluminan y dan sentido a la vida.

Mujeres de Fuego

Mujeres de Fuego es un libro de crónicas, relatos y poemas que recorre la vida de mujeres resilientes, comunes y extraordinarias, mujeres que en silencio o alzando su voz resisten en sus cuerpos, en sus trabajos, en la memoria y en la palabra.

A través de historias íntimas y colectivas Maria Virginia hila un recorrido y nos ofrece un muestrario de las experiencias de mujeres en distintas circunstancias: una sobreviviente de violencia, una trabajadora sexual sin opciones, una mujer trans que decidió nacer, una madre que cuida hasta desgastarse, una amiga que canta después del espanto.

Hay lugar también para su propia voz en confesiones crudas y poeticas que dialogan con la memoria personal y con la lucha feminista contemporánea. El fuego es aquí un símbolo de fuerza, dolor, deseo y resistencia.

Cada relato enciende una chispa en medio de la adversidad hasta confluir en una esfera colectiva: la de un coro de mujeres que cantan y celebran porque sobrevivir es un acto de rebeldía.

Mujeres de Fuego es un libro y un manifiesto vital sobre el poder de arder sin apagarse al atravesar las luchas que nos imponen las circunstancias. La palabra es el hilo mágico que mantiene la hoguera y la trama del vínculo.

Mientras tanto Amor

Mientras tanto Amor, es un viaje íntimo a través de escenas de la vida cotidiana bajo el lente agudamente focalizado de su autora, María Virginia Figal. Su enfoque revela cómo conviven la ternura y el humor con la crudeza y la fragilidad; sus protagonistas, una madre enferma que va olvidando, una familia que sobrevive a sí misma, los nietos que formulan preguntas insólitas hilan en la trama de los días, silencios que duelen y vínculos que se quiebran y se reinventan. Cada relato es un espejo que devuelve lo que a menudo pasa inadvertido: la belleza de lo simple, el peso de lo no dicho, la resistencia silenciosa de los cuerpos que cuidan a Otros.

En tono confesional y poético Mientras tanto, amor nos recuerda que la vida–aún atravesada por la crueldad y los desencuentros como por la inocencia de los niños y sus nuevas y frescas maneras de ver—siempre se sostiene en las pequeñas chispas del amor, ese fuego que acompaña aún en medio del caos.

Virginia Figal nos cuenta su historia con la escritura

La escritura empezó mucho antes de animarme a  escribir. Comenzó en las siestas largas de mi infancia, bajo el sol de Trenque Lauquen. Mi madre leía, tenía siempre un libro sobre la mesa de luz y mi tía Leonides, maestra de lengua, exigente,me repetía como un conjuro “Tenés que leer un libro por mes, Virginia, para que la cabeza no se te duerma nunca”.
Yo me tendía a su lado en una lona con un libro y un reloj que marcaba cuanto había que exponerse al sol. Así llegaron a mi los primeros libros. Recuerdo que me regalo “ Mi planta de Naranja Lima”,hasta hice un relato con esa historia.  Luego llego Poldy Bird, con sus relatos que hablaban de amores y pérdidas, Alfonsina, Alejandra Pizarnik,Miguel Hernandez. Así, mis primeras escritoras  fueron las que ellas me entregaron: Storni, con la rebeldía escondida en cada verso; Gabriela Mistral, y otros libros del círculo de lectores, los libros se compraban por folleto  y, Simone de Beauvoir, llego más tarde, de adulta,  y  me abrió los ojos a un mundo donde ser mujer era también un acto de resistencia.
Así fui aprendiendo que cada libro era un refugio y, al mismo tiempo, una provocación. Que leer era escuchar  mujeres que me hablaban desde otro tiempo y que pensaban y entendían lo que yo todavía no sabía decir.
De esas tardes nació mi historia con la escritura: primero como lectora que obedece el mandato de una tía maestra y una madre lectora; después como mujer que escribe para no olvidar ni dejar que la vida pase en silencio.
Con la Psicología Social, comencé a  interesarme por la escritura desde la observación en
de la vida cotidiana. Sobre todo en Pandemia, cuando me anime a Publicar. 

La  imaginación acompaña y me encanta escribir textos fantásticos pero lo realista se basa  en lo pequeño y no tan pequeño, en las crisis que nos atraviesan como seres sociales, como individuos en encuentro con el Otro. Mi escritura surge, pienso, de en una situación particular, en una charla en una cola del banco o, en una plaza llena de adolescentes conectados con celulares y, a la vez desconectados de la realidad o, en una situación en el mercado, siempre está presente un análisis psicosocial. Ha influido, ahora lo veo,la lectura de la carrera, leer a autores como Pichon Riviere, Ana  P de Quiroga con su “Critica de la Vida Cotidiana”, Matrices de Aprendizaje”, “Alfredo Moffat, discípulo de Pichón; También Françoise Dolto y si visión en “La causa de los Adolescentes”, toda literatura formadora como profesora,  pedagogos como Paulo Freire o Fernando Savater, actualmente habrá otros autores y autoras en las carreras. Mi lectura ha sido variada y a la altura de mis gustos bien definidos,  García Márquez y su Macondo con la magia, Neruda con su poesía, Federico Garcia Lorca, (a quien le dedico un poema en uno de mis libros), Edgar Allan Poe que me conecta con lo fantástico, con el misterio, Galeano,con quien me identifico en causas y como cronista  y escritor. De las argentinas contemporáneas Claudia Piñero, Camila Sosa Villada, he leído todo; Gabriela Cabezón Cámara, una de las voces que me conecta con lo transgresor y descubrí  a Han Kang, quien me fascina. Aprendí mucho de mis compañeros y compañeras del taller de escritura, y empecé a destinar un tiempo para ello. Tengo mis rituales, el café, la radio, la música suave, un sahumerio, la noche.

Dejo descansar lo que escribo y retomo cuando la idea vuelve, reformo tres o cuatro veces mis relatos, soy muy exigente y demasiado ansiosa a la vez,( si se me va  la idea en el momento después no me acuerdo),  soy noctámbula.

Todo influye en mi escritura, como así también mi experiencia laboral.  Fui profesora de música en todos los niveles y trabaje como operadora y  Psicóloga Social con adolescentes en riesgo y con pacientes de salud mental. Escuchar a mis alumnos, a mis hijos, a mi madre con demencia, a mis nietos que me preguntan cosas inesperadas, integrar un coro feminista y además ser muy compañeras, ayuda, nos escuchamos mucho. La escritura llegó como una forma de darle voz a todo eso: a lo que a veces no se podía decir  en la vida diaria, pero insiste en ser contado.
Mis libros Mujeres de Fuego y Mientras tanto, amor nacieron de ahí: de la necesidad de guardar memoria, de resistir con palabras, de reírme también de lo que pesa. La escritura me transforma, me sostiene y me empuja a mirar con otros ojos lo que me rodea.
No escribo desde un pedestal, escribo desde la cocina, desde el cuidado, desde el cansancio y la ternura. Porque creo que las palabras tienen que mezclarse con la vida para ser verdaderas.

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