«La mujer roja”: La primera pesadilla literaria de La Pampa

«La mujer roja: El despertar del terror pampeano»

En la quietud de la vasta y árida provincia, donde el viento se cuela entre los rincones polvorientos de pueblos olvidados, se esconde una historia que desafía la lógica y la razón, una historia en la que las sombras cobran vida y las inquietudes más profundas de la naturaleza humana se entrelazan con lo inexplicable. La mujer roja, del piquense Héctor Massara acaba de irrumpir en el escenario local para ocupar un lugar histórico en nuestra literatura: es la primera novela de terror de La  Pampa.

En La mujer Roja encontraremos un personaje, Moldavo, que no es un hombre común. Su vida está marcada desde temprana edad por el maltrato y la incertidumbre, dos elementos que lo forjan en una personalidad reacia a la aceptación de su realidad. Criado por una madre distante y un padrastro cruel, Moldavo crece en un ambiente donde las agresiones, tanto físicas como emocionales, forman parte de su día a día. Sin embargo, la revelación que lo cambiará todo llega en los años de su adolescencia: descubre que no es hijo legítimo de la pareja que lo crió, que su madre tuvo una relación oculta con un hombre europeo, un extranjero cuyo nombre jamás conoció, pero que, según él, se convierte en el origen de todos sus males. El dolor por la verdad, por la traición de quienes lo rodean, lo empuja a alejarse de su hogar y, sin un rumbo claro, emprende su camino. Moldavo se adentra en una investigación que lo llevará a descubrir secretos que preferiría no haber desvelado. La búsqueda de su verdadero padre se convierte en una obsesión, pero pronto se ve envuelto en una red de intriga, tragedia y fenómenos que no puede explicar. En su travesía, conoce a una tía materna que, al principio, le ofrece refugio y compañía, pero pronto se hace evidente que su familia no es tan sencilla como parece. Los lazos sanguíneos no bastan para disolver las tensiones que nacen de los oscuros secretos.

Mientras se adentra en la vida de su padre ausente, descubre que hay personas que lo reconocen por lo que es: el hijo de Moldavo Esquerra, un hombre cuyo pasado está tratado por la tragedia y la sombra de una historia que se extiende más allá de su propia existencia. Cada pista que encuentra lo lleva a un lugar más sombrío y desolado, y a un sinfín de historias sobre su padre, algunas que parecen demasiado fantasiosas para ser verdad. Los relatos hablan de sucesos extraños, de seres sobrenaturales y, sobre todo, de una mujer enigmática que aparece en las historias de aquellos que lo conocieron. La mujer roja, un ser de apariencia mortal, pero con un aura oscura que parece arrastrar a todos los hombres que entran en su órbita hacia destinos trágicos.

Es imposible evitarlo. Moldavo, imbuido por el deseo de conocer la verdad, no puede escapar de la figura que lo acecha, de la presencia insidiosa que lo sigue como una sombra. Cada paso que da lo acerca más a un abismo del que no puede regresar, pero la búsqueda continúa. El rastro lo lleva por diversos lugares, desde las calles desiertas de su pueblo natal hasta los barrios más apartados de la Serranita en Córdoba, donde las huellas de su padre parecen desvanecerse con cada intento de encontrar respuestas. En el camino, entabla relaciones con personas que parecen tener más respuestas que él mismo, pero a medida que avanza, se hace evidente que cada nueva pista lo hunde cada vez más hacia su destino.

Entre las personas que Moldavo conoce en su viaje está Marina, una joven cuya vida está marcada también por el sufrimiento y el misterio. Su madre falleció bajo circunstancias extrañas y su padre, un hombre que ha estado involucrado en prácticas ocultistas, ha sumido a la familia en una espiral de desesperación y traumas. El amor entre Moldavo y Marina, aunque genuino, no es suficiente para resistir las fuerzas oscuras que parecen dominar la vida de ambos. Las tensiones en su relación crecen, pero la necesidad de conocer la verdad sobre su padre y, al mismo tiempo, liberarse de la mujer roja, lo obliga a tomar decisiones que lo arrastran cada vez.

A lo largo de la historia, Moldavo se enfrenta a una serie de dilemas internos y externos. La violencia de su pasado, la semilla de venganza y el deseo de respuestas se entrelazan con una creciente sensación de que su destino está marcado, de que es solo una pieza en un juego mucho más grande y aterrador de lo que podría haber imaginado. La figura de la mujer roja no solo persigue su cuerpo, sino también su mente. Lo atormenta, lo empuja a tomar decisiones erráticas, y a medida que avanza en su investigación, el peso de la culpabilidad, el miedo y la locura se apoderan de él. Los recuerdos del abuso, la angustia de no conocer su origen y la presión de enfrentar lo desconocido lo sumergen en una espiral de autodestrucción.

Lo peor de todo es que Moldavo no está solo en su sufrimiento. Cada persona que se cruza en su camino, cada amigo o familiar que intenta ayudar, termina también marcado por la tragedia. El sufrimiento se convierte en un mal contagioso, y las relaciones se rompen bajo el peso de las revelaciones que van saliendo a la luz. La tía que le ofreció refugio se aleja de él, los amigos desaparecen, y la relación con Marina se ve cada vez más desgastada. La mujer roja se convierte en el epicentro de su tormento, y su presencia se hace cada vez más opresiva, como si todo lo que Moldavo amaba estuviera destinado a ser destruido.

Al final, la búsqueda de Moldavo por conocer su origen y escapar de la mujer roja lo lleva a un punto de no retorno. En su desesperación, recurre a métodos que nunca imaginó, contactando con círculos espiritistas, tratando de desentrañar los secretos que atan su destino al de su padre. A medida que se adentra en estos oscuros territorios, las consecuencias de sus acciones se hacen cada vez más destructivas. El final, inevitable y trágico, nos deja con una sensación de vacío profundo, como si nunca se pudiera escapar.

“Siempre estoy tratando de escaparme un poco de lo costumbrista”

Este es el argumento que encierran las tapas de la mujer roja, la primera novela que inaugura el género de terror en nuestra literatura. Así como el género de terror tuvo también una aparición tardía en la literatura universal, las letras vernáculas también se demoraron en dar su primer hijo. Pero La mujer roja no vale sólo por eso, tiene peso propio y es además la consolidación de Massara en un estilo narrativo ameno y popular. Sorprende, eso sí, que la tercer novela del piquense no fuese anticipada, porque ni “Tierraplana” ni “Mala leche, Duggan” se asemejan siquiera al género de terror: Si bien es cierto que empecé a escribir una novela que era del estilo medio costumbrista –explica el propio Massara-, siempre me fui este acercando a lo fantástico.  Creo que se ha ido viendo en mis novelas ese acercamiento. Bueno, en la última, en La mujer roja me fui a diablo y me puse a incursionar en lo que es el terror, pero bueno, supongo que al respecto es difícil frenarme a mí mismo. Siempre estoy tratando de escaparme un poco de lo costumbrista, no por nada, porque no tengo nada contra el costumbrismo, sino que trato de escapar un poco porque me parece que es un poco gordo también.”

-Quizás sea un modo de escaparse de este presente…

-Me escapó de lo que es la época actual, es verdad. Lo contemporáneo, no sé. Me parece que vivimos en un mundo un poco chato, un poco plastificado como quien dice, que podemos copiar de acá y de allá asustados por la inteligencia artificial, cuando en realidad no tendríamos que estarlo porque ese bicho no nos va a superar porque nuestro cerebro es inigualable ¿No? Y esto no tiene nada que ver con el talento o la capacidad ni nada por el estilo, esto es algo que es propio de la creación y que es indiscutible.

-Incursionaste en otro género pero mantuviste un mismo estilo que ya es característico en tu narrativa, fraseo corto, párrafos ágiles y dinámicos.

-En cuanto al estilo trato de guardar siempre el mismo, creo que también es cierto que no es que sea una búsqueda en mí en guardar el estilo sino que es algo que me sale naturalmente, o sea yo después que termino de escribir y leo, veo que los formatos son en realidad muy parecidos de una novela a otra. Yo guardo un saludable respeto por el fraseo medio corto, evito las grandes descripciones porque me parece que son un hartazgo, describo justamente lo que me sirve a mí para acompañar a la acción de cuando esta se produce, y con las menos filigranas que pueda hacerle.

 -Volviendo a lo anterior, en eso de evitar esta época, no ocurre siempre con la geografía.

-Me gusta también ubicar bien los espacios, ubicar la geografía, que acompañe al relato, que se ajuste al mismo y que le aporte algo que sirva. En cuanto a la temporalidad también, o sea me parece que tengo tendencia a ir para atrás en los tiempos. Y eso es bueno para mí, es bueno porque me siento más cómodo escribiendo en un tiempo que ya pasó. Me parece que también a la gente le sirve, le puede llegar al lector, le puede llegar a gustar esto de escapar de lo cotidiano y de lo que ya conocemos hasta el hartazgo, entonces bueno, de esa manera se puede lograr algo distinto, yendo para atrás o yendo para adelante.

 -Pero hasta ahora siempre fuiste para atrás en tus novelas.

-Es cierto. Hasta ahora en mis novelas he ido para atrás, pero en mi cuarta novela que ya está terminada fui hacia adelante y hacia atrás, porque es una novela que atraviesa un montón de años y que tiene acciones tanto en tiempos muy pretéritos, mucho antes de la era cristiana y  llega hacia adelante también.

-Entonces venís de la novela realista, pasaste al género de terror y ahora se viene la ficción científica.

-Así es, una novela de ciencia ficción. Siempre digo que cuando escribí algo de terror o cuando escribí algo de ciencia ficción empecé con una sensación de que era una irresponsabilidad tratar de escribir algo que ha tenido cultores del género que han sido de excelencia, pero bueno, también es cierto que últimamente sobre todo el género de terror ha estado bastante bastardeado y que ha habido cosas de muy mala calidad y dentro de esa mala calidad quizás este yo y pueda hacer un aporte, que por lo menos no digo que pase desapercibido pero que se acerque a algo un poco mejor y que sea atractivo para que la gente lo lea. Traté de escapar de los efectos muy buscados pero que son repetidos, o sea también es cierto que cuando uno se aleja de estos grandes efectos por ahí se pierde fuerza, pero aun así intenté buscar un terror de tipo más bien psicológico si se puede llamar de ese modo, y creo que es más válido que el otro.

-Así fue como empezó el género de terror, que luego se fue llenando de monstruos y demás.

-Creo que obviamente en estas cosas en las cuales uno es nuevo, seguramente habrá algo que haya escapado o algo que a lo mejor no se ajusta muy bien a lo que necesitan los seguidores de género. Lo que sí es cierto que estoy tratando de escapar lo más posible de lo cotidiano porque no me parece interesante. Aunque por otro lado reconozco que hay muchos lectores que se sienten cómodos leyendo eso. O sea se sienten cómodos leyendo de situaciones de geografías, de tiempos en los cuales los ve más cerca y los ve más suyos, los reconoce a veces como propio, pero eso puede ser hasta comercialmente atractivo se podría decir, pero desde el punto de vista de lo que yo busco como escritor no lo es. A mí me gustaría que la gente haga como yo, escape y vaya en busca de otras cosas, de cosas que quizás no conozca o que le sean ajenas o que puedan llegar a venir a futuro. Yo sé que es difícil porque hay tanto escrito de todo que es difícil ser original. Pero bueno, mi búsqueda va por ahí.

-Se han escuchado algunas críticas a tus textos como misóginos.

-Sí, y es curioso porque he notado también en mis escritos, de hecho en mis tres novelas publicadas, que siempre hay mucha fuerza de protagonismo en las mujeres, cosa que me parece bien a pesar que tampoco lo planee. Pero bueno, por ahí aparecen para las amantes del feminismo digamos, aparecen sus heroínas ¿verdad?, y por supuesto que como son escritos sobre cosas que han pasado seguramente la gente advierta, las lectoras adviertan, que hay cosas narradas sobre los viejos tiempos que están reñidas con lo que hoy pensamos de lo que  está bien y lo que está mal. De hecho hay algunas confusiones al respecto, digamos. Muchos creen que los escritos están un poco reñidos con lo que hoy son los ideales dominantes, los que hoy se defienden, pido disculpas por eso y vuelvo a recordar que en realidad son ficciones y las ficciones son relatos de cosas que han pasado, que retratan una época porque hay en ellas algo de costumbrismo, por lo tanto no están muy unidas a cuestiones éticas y morales. Son lo que son, realmente son sucesos que quienes escribimos los tomamos y los vertimos en el papel y rezamos para que a la gente les guste.

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Autor

Eduardo Senac