Nos quedamos finalmente con esto de «La inscripción en el frontispicio» (aunque más no sea como volanta) para ir presentado esta sección de dedicatorias, porque como dijimos desde un comienzo, la dedicatoria o bien el epigrama solemne, allí solitario y visible en lo alto de la página, es la llave maestra que conduce al mundo de papel. En esta ocasión nos ocupamos de Marguerite Yourcenar y su libro «Una vuelta por mi cárcel», una colección de relatos sobre viajeros y sobre sí misma, naturalmente, porque Yourcenar fue una gran viajera y admiradora de Basho. Inauguramos una nueva especie en este apartado de El Lobo Estepario, esa que dedica el libro al espíritu que ha de levantarse con el correr de las páginas. Y precisamente al gran poeta errante japonés está dedicado el primer opúsculo, donde se abre con una interpolación del mismísimo Basho: “El día y la noche son los viajeros de la eternidad… los que pilotan una chalana o llevan todos los días su caballo al campo hasta que sucumben de vejez también viajan continuamente. Muchos hombres de tiempos remotos murieron por los caminos. A mí me ha tentado, a mi vez, el viento que desplaza las nubes, y me ha invadido el deseo de viajar también”. Yourcenar fue la primera mujer en ser admitida como miembro de la Academia Francesa de Letras allá por 1980, y este libro,entre tantas novelas y cuentos, describe mejor que ninguno al alma que hace del viaje su principio de soledad y conocimiento.
Marguerite Yourcenar dedica a su libro «Una vuelta por mi cárcel»:
«¿Quién puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel?»