El recuerdo de un amigo se entrelaza con un sueño premonitorio en este relato de Dardo Cuellar. El Rafa, un hombre de pueblo con una vida simple, regresa en un sueño para despedirse, dejando una invitación a celebrar la amistad y los momentos compartidos. Un réquiem sentido que nos recuerda la importancia de valorar los lazos afectivos.
El Rafa
¿Que será del Rafa? ayer me pareció verlo. Caminaba junto al Duke por el sendero al costado de la ruta. Perro hermoso y desobediente, tan así que salió corriendo junto a él. Y ahí fue cuando lo vi, creo que era él.
Paso lento, cabeza gacha, un amigo y compañero de trabajo que hace años no trato. Recuerdo cuando decía: “El fin de semana me voy con mi fitito a Gonzales Moreno, llevo la ropa a lavar, ver a mis hermanos, cuñadas y sobrinos. ¡Esa es toda mi vida!”
Conmigo fue como una adopción en cierto modo, estaba en los cumpleaños, comíamos asados en la laguna. Momentos tan especiales de contemplar el agua, el juego de mis hijos y charlas interminables. Pero los chicos crecieron, la fábrica cerró y perdimos el contacto, la vida nos fue llevando a otras búsquedas. Hace un buen tiempo estaba trabajando en la clínica, relevando el circuito del grupo electrógeno y teníamos que pasar con cañerías por las habitaciones. Y lo encuentro en una cama:
-¡Dardo! ¿Eras vos el que golpeaba? No sabes cuánto me duele y cuanto me he acordado de ese que golpea.
-¡Disculpá! ¡Qué te pasó!
Contó que tuvo una operación complicada de divertículos y su estado era delicado, después de un rato, le sostuve la mano y me fui sin antes prometer hacer el menor ruido posible. Esa fue la última vez que lo vi, porque después me enteré que lo trasladaron a Buenos Aires, su estado había empeorado.
Pasó mucho tiempo y supe que mejoró, mi señora lo vio en el supermercado. Recuerdo que él tenía un campito de los padres ya fallecidos, en Gonzales Moreno. Y un fin de semana nos invitó a comer, fuimos todos, con mis hijos chicos y después de comer un rico asado, me recosté a dormir una siesta debajo de una planta frondosa y dejada a la buena de Dios.
Y en un momento, dormido siento:
-¡Despertáte, se prende fuego el campo!
Y veo una humareda y llamas debajo de una planta.
-¿Qué hicieron?
-Quisimos quemar hojas.
-Bueno… pensemos…
Y hasta el día de hoy se acuerdan de esa frase, en esa circunstancia. Veía como corrían el Rafa, mi señora y los chicos en fila, trayendo agua de una pileta casi abandonada.
Y yo estaba sentado pensando.
Había un galpón viejo y supuse que algo debe tener, encontré unos caños viejos, los uní con bolsas de nylon y trapos tratando de hacer una tubería desde el río imaginario que era la pileta. Hasta las plantas ardían. Como no tenía presión por la falta de altura los fui colgando de donde podía.
Llegó un chorrito de agua, poco sirvió. Ahora, el olor a humo que trajimos fue inolvidable, era como para dormir afuera tres días. Ese era mi amigo el Rafa.
Cuento esto como algo anecdótico. Porque en un programa de noche, estaban entrevistando a una señora en silla de ruedas que no conozco. Era psicóloga.
Después que le preguntaron si era feliz, ella agregó que fue salvada y que ella misma salvó a otros, que su vida tiene sentido a partir de la mirada de su esposo y no me puedo permitir vivir dejando de lado esa mirada.
Apagué la tele y fui a dormir con esas palabras en la mente, trataba de analizarlas, cuántas son las miradas que nos sostienen, la de mi esposa, hijos y amigos. Era tarde ya. Y soñé.
Una fiesta como si fuera de sorpresa, en un pueblo, toda la gente se movilizaba, trabajaban en una oficina y estaban organizando donde alguna vez fui a cobrar una cuenta en la realidad.
El agasajo no sabía muy bien para quien era, pero tenía la intuición de algo placentero. En el mismo sueño aparezco en General Pico, en una especie de sala de espera, como si fuera algo público, apoyado en la ventanilla. En ese instante se abre la puerta y entra el Rafa.
Cansado, agitado, como quien viene de largos caminos, se sentó y me miró, como diciendo: “¡A vos te parece!”
Yo me acerqué y dije:
-¿Rafa no te gustaría que con Evy y los chicos, vayamos a Gonzales Moreno el fin de semana?
Sentía que tenía que convencerlo para ir a esa fiesta que era para él. Pero movió la cabeza mirando el suelo.
Insistí: “Tengo algo preparado. Estoy escribiendo para vos.”
Cuando terminé de decir eso el Rafa levantó la cabeza, con ojos claros y llenos de lágrimas.
¡Y me desperté!
Poesía
Ayer me pareció verte
con ojos llenos de brillos.
Con una luna plateada que brillaba,
derramando su luz sobre las ultimas hojas.
Lo que es espina, espina será.
Lo que es agua siempre seguirá siendo agua.
Agua turbia o espina quebrada.
Se ha secado el río,
muda quedó la voz que encumbraba el día.
Quiero ver con el ojo del trueno
y ser el eco de un tiempo.
Los cuadros desalineados
y el espejo hizo poco para atrapar los sueños.
Cardo que luchaste en la sequedad,
contempla en paz
el infinito cielo y mar.
Por Dardo Cuellar (General Pico)
Fotografía: Federico Lederhos