«Actualmente no hay nadie que tome la bandera de ‘Margarito Tereré’, y eso me entristece mucho»

A la hora de la merienda, en los años 70 y 80, la TV mostraba a un yacaré litoraleño liderando una pandilla de amigos, integrada por otros exponentes de la fauna argentina, interpretando canciones folclóricas que hicieron las delicias de niños y niñas de todo el país. Ese inolvidable y entrañable personaje llamado Margarito Tereré, que marcó la infancia de muchos argentinos, fue creación de una pampeana que ha dejado una impronta destacada en la cultura nacional.

Zulema Alcayaga, poetisa, compositora, guionista y dramaturga, se encargó de darle vida junto a su esposo, el recordado y talentoso pianista, compositor y arreglador Waldo Belloso. Nacida en General Pico el 23 de enero de 1938, Alcayaga mantuvo una larga charla con El Lobo Estepario, haciendo un repaso de su vida, plagada de momentos creativos. «Tuve una niñez hermosa, con muchas amistades, compartiendo juegos en la vereda. Ibamos caminando hasta la Escuela, mi queridísima Escuela 57 donde tuve el enorme honor de ser abanderada en 1950, como también lo fui después en el Colegio Nacional. Trabajaron mi obra allí, algo que agradezco tanto», evocó, recordando su infancia.

«Cuando me vine a Buenos Aires fue para iniciar una carrera universitaria, me instalé con mi madre y mi hermano, en tanto mi padre, que fue el primer piloto civil de La Pampa y uno de los fundadores del Aero Club, continuó ejerciendo su profesión en Pico, por lo que volvíamos siempre a nuestra casa ubicada en calle 7 número 974. Mis padres nos inscribieron en la Facultad de Derecho, y como a mi mucho no me gustaba, me anoté también en la Escuela Nacional de Danzas. Ahí arrancó una relación de amistad con Waldo, quien era profesor de música, y bueno, las vueltas de la vida, después de un noviazgo que duró tres años, nos casamos. Era el destino», comentó.

Waldo Belloso en ocasión del segundo Festival de Cosquín, en 1962.

Zulema contrajo matrimonio con Belloso en 1963. Los caminos de sus respectivas vidas estaban direccionados a reencontrarse nuevamente. «La primera vez que vi a Waldo fue a inicios de los años 50, cuando llegó a Pico una delegación artística que dirigía el gran poeta correntino Osvaldo Sosa Cordero, integrada por músicos, poetas y bailarines. Durante diez días fue un derroche de arte, algo que nos marcó mucho, tanto que al poco tiempo armamos un grupo de danzas que se llamó Anahí, precisamente en homenaje a una de las obras más conocidas de Sosa Cordero. Esa delegación la integraba inicialmente un pianista que próximo a viajar a La Pampa, se enfermó, por lo que Waldo ocupó su lugar. Era un joven de 17 años y yo una niña de 12. Asistí a todas las presentaciones, algunas reuniones se hicieron en mi casa. Me acordaba mucho de él, pero él no de mí, como me confesó cuando iniciamos el vínculo en Buenos Aires», contó Alcayaga.

Con el folclore como fuente de inspiración de la que terminaría siendo una prolífica obra autoral, rememoró de qué forma surgieron las primeras creaciones. «Siempre fui muy lectora, tuve mucha inclinación por la literatura. Fue una semilla para mi carrera. En la Escuela hacíamos un periódico que era nuestra voz, se llamaba Ecos Infantiles, y me encargaba de escribir las editoriales. Hacía buenas composiciones, pero siempre en prosa. Empecé a escribir versos cuando conocí a Waldo, él me animó a escribir letras de algunas canciones que compusimos juntos. En un principio fueron canciones para nuestros hijos, con ritmo folclórico. La primera se llamó El gato de la calesita, que surgió una vez que llevamos a Waldito a la calesita que estaba frente a nuestra casa. Cuando volvimos, se sentó al piano y me dice “se me ocurrió esto…”. Era una melodía linda y sencilla, pensando en lo que había disfrutado nuestro hijo. Después, un día de lluvia que nos impidió salir, nació un valsecito llamado Señora lluvia«.

La amistad que el matrimonio mantenía con el cantante Hernán Figueroa Reyes posibilitó que un día, esos temas inicialmente compuestos para convivir de alguna manera con el aire familiar, empezaran a tomar otro rumbo. «Con el crecimiento de los chicos seguimos escribiendo temas para ellos, hasta que un día viene a casa Figueroa Reyes, buscando algunas zambas y canciones románticas. Hernán tenía cinco hijos y le digo “te voy a cantar estas que hicimos para nuestros niños y vos que sos papá, seguramente las querrás cantar para los tuyos». Interpreté varias, el quedó encantado, y me respondió: “se las voy a cantar, pero también las voy a grabar”. Pidió autorización a CBS Columbia, su sello grabador de ese momento, lo autorizaron y así nació el primer disco de canciones infantiles con ritmos folclóricos».

Belloso y Alcayaga junto a integrantes de uno de los elencos formados.

Alcayaga agregó que «después, siempre pensando en nuestros hijos, Waldo comenta “ellos ven todo el tiempo a estos personajes de ahora, El Zorro, Batman y tantos otros que están muy bien hechos, pero vienen de afuera. No tienen nada que ver con nosotros, tendríamos que tener un personaje que les guste y les muestre cosas de su país…». Así fue que empezamos a dibujar y buscar un prototipo de algo regionalista, con buen humor, que sirviera de motor para permitir ese conocimiento. Fuimos dos o tres veces a los Esteros del Iberá acompañados por Sosa Cordero y ahí, en ese mundo tan maravilloso de fauna y flora, nuestro Margarito asomó por primera vez la nariz. Le puse una margarita en el sombrero, y lo llamamos Tereré, que es el mate frío que tanto se toma en esa región. Empezamos a escribir canciones para Margarito, que también las cantó Hernán, hasta que un buen día nos dice que quiere hacer un espectáculo».

El accidente de tránsito sufrido por Figueroa Reyes en 1973, que le costó la vida a la prematura edad de 36 años, trastocó en ese momento todos los planes. «Empezamos a armar la comedia que ya teníamos un poco en nuestra mente, y resultó que Hernán tuvo ese accidente fatal. Fue tremendo para nosotros. Guardamos ese proyecto con mucho dolor ante la pérdida de nuestro amigo, al tiempo fue a Cosquín una delegación de Chaco, donde estaban Luis Landriscina y Jovita Díaz, a quien le hicimos conocer este proyecto y entusiasmada nos dijo que quería hacerlo. Así completamos la primera comedia con Margarito en los escenarios. Eran cinco personajes del litoral. Ya estaba el disco que había grabado Figueroa Reyes en 1968 llamado Margarito Tereré – Cantocuento«.

Fue entonces como el yacaré correntino vestido de gaucho, que toma tereré y lleva una margarita en su sombrero, comenzó a transitar el camino del éxito, tanto en televisión como en teatro y cine. «Todo arrancó despacio. En los festivales que se hacían en cada ciudad, actuábamos por la tarde con el llamado Festivalito. Así recorrimos el país, por lo que los chicos del interior lo conocieron antes que los de Buenos Aires, una ciudad que nos costó, que es difícil de conquistar. Cuando Margarito tuvo la oportunidad de aparecer en televisión fue a prueba, nos habían dado tres meses ya que no creían en el proyecto, pensaban que no iba a gustar. Entonces, como ahora, decían que el folclore era aburrido, que los chicos no se iban a prender. Era media hora diaria por Canal 13, de 17 a 17:30. Fue increíble lo que ocurrió, tanto es así que permanecimos ¡diez años¡».

La compositora pampeana enumeró luego los personajes que integraron el grupo para la primera comedia. «Estaban Margarito, el pato Corbata Cuá, el mono Capote, y dos personajes de la mitología guaraní como el Pombero y el Duende de los árboles. Después, para que el mensaje tuviera más connotación federal, agregamos personajes de otras provincias. Así fue que aparecieron la lechuza Misia Pataca, el burro Alfajor, el pingüino Fortunato, entre otros. Fueron más de 20 que completaron la troupe de Margarito y su pandilla. Hicimos 14 comedias musicales, se grabaron no sé cuántos discos y en 1978 se filmó una película, que se hizo en la zona de Cardales, en el Delta y nos fuimos a la Quebrada de Humahuaca, donde Margarito necesitaba encontrar una llave para abrir un tesoro, y así conoce a los nativos de ese lugar».

Alcayaga señaló que «siempre tuvimos mucho cuidado en la elección de quienes interpretaban los personajes, buscábamos bailarines, algunos eran integrantes del Ballet Folclórico Nacional. Quien hacía Margarito, por ejemplo, bailaba correctamente el chamamé, y los otros tenían que saber zapatear y bailar. Uno de nuestros principales objetivos era hacer conocer nuestra música, que prendiera en el sentimiento infantil. Cada una de las temporadas nos brindaron enormes satisfacciones, tanto fue así que la gente se sigue acordando de la mejor manera. Los niños empezaron a conocer cosas de la Argentina. Los mayores tenemos la obligación de mostrarles lo que tenemos, lo que les pertenece. Actualmente no hay nadie que tome la bandera de Margarito Tereré, y eso me entristece mucho. Nadie se ocupa. En la década del 2000 creamos el espectáculo musical Canciones para argentinitos, que dio dos discos que son utilizados en las escuelas. Hacen falta más canciones, sería fantástico que apareciera gente nueva escribiendo».

Belloso falleció de forma repentina en junio de 1985. Zulema, inmersa en el dolor, tuvo que continuar con el proyecto sin la presencia del alma mater. «La partida de Waldo fue tremenda, murió muy joven. En ese momento estábamos con una comedia de Margarito en el teatro Astral y próximos a debutar en el Maipo con Frutillitas, una nueva que habíamos escrito. Veníamos del ensayo general y esa noche falleció. Estaba fantástico, pero bueno, le llegó la hora en ese momento. Hubo que seguir, y después de dos semanas, haciendo de tripas corazón, debutamos con Frutillitas, que tenía la música de Waldo y fue un éxito enorme. Fueron ocho años seguidos con distintas comedias, y quien escribió luego la música fue mi hijo, un muy buen compositor».   

Alcayaga tiene alrededor de 400 canciones registradas. Entre el repertorio se destacan José correntino, Don Manuel, Mercedes, niña Mercedes, El malambo del hornerito, Lombriz con lombriz, El gato de la banderera, Mariposa es panambí, Jugando a la copla, Mi abuelo chacarero, o Las campanas de Tucumán, por citar algunas. «La televisión es un medio que hay que alimentar contínuamente, y tener un programa diario durante tanto tiempo hacía que me rompiera la cabeza buscando temas –yo escribía los guiones- tanto para la apertura como el cierre de cada programa. Siempre había un musical que se componía cada tanto y eso nos animaba permanentemente a escribir nuevas canciones. Por suerte la mayoría están grabadas», destacó.

Claro está que Himno a Cosquín, la icónica canción que representa al tradicional Festival de Folclore, logró con el transcurrir del tiempo una enorme popularidad. «Con Waldo asistimos a Cosquín desde la primera edición. Tengo una casa de verano, que por suerte aún conservo, en Valle Hermoso. Él me visitaba y así fuimos al primer festival que se hizo en la calle, con un escenario casi improvisado. Ya en la segunda edición Waldo integraba el elenco artístico y después participó de mil maneras, como pianista solista, como director de su conjunto pequeño, y después como director de la Orquesta Sinfónica de Córdoba. Conocíamos muy bien de qué se trataba. En el invierno de 1971 llegó a Buenos Aires una delegación con integrantes de la vieja y querida comisión del Festival, con el objetivo de hablar con los artistas pensando en la programación del año siguiente, y nos pidieron que escribiésemos una obra para la apertura de cada una de las noches. Cosquín no tenía ninguna canción símbolo y conociendo muy bien lo que significaba todo lo que convocaba, la hicimos. En un primer momento se llamó Cosquín empieza a cantar, pero nunca pensamos que sería el Himno a Cosquín, como fue llamado después. Pensábamos al escribirla que sería utilizada simplemente para ese año, pero desde la primera noche que la cantó Figueroa Reyes, y la bailaron El Chúcaro y Norma Viola, tuvo una aceptación tan increíble del público, que la misma gente la hizo suya. Así fue que se siguió cantando y bailando. Fue versionada en varios idiomas. Es el misterio que tiene la música, una vez que está hecha y llega a la gente, tiene ese destino que nadie puede manejar», concluyó.

                    

Foto de portada: Cosquín. Enero 2024. Zulema Alcayaga recibiendo el Premio “Nelly Omar” a la trayectoria artística de mujeres.

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Autor

Raúl Bertone