Se sabe que su vuelo es aún incipiente y que recién ahora comienza a saborear la cálida temperatura del aire. No porque sea poca altitud, al contrario, si no porque sus alas son poderosas y se espera una altura que le permita obtener una visión de conjunto y un planeo apacible. Mientras tanto tiene que lidiar con algunas cosas a ras de tierra, pero así y todo la de anoche fue quizás la más importante de su vida artística.
El vuelo y la noche a las que nos referimos es el de Antonela Alfonso, quien pasadas las 22,30 hs. del sábado se subió al escenario de Médano para presentar su disco, su primer disco, que aún no tiene nombre y al cual le faltan tres pistas por editar, pero al que se lo espera como se debe, es decir como a una criatura nacida desde sus vísceras más internas.
¿Y cómo es entonces que a Antonela no la iba a ganar el nerviosismo, el mismísimo llanto que afloró cada tanto, entre canción y canción, entre saludos y agradecimientos? Indudablemente son cuestiones inherentes a los despegues, pero ciertamente a estos despegues jamás de los jamases deberían olvidarlos los artistas consagrados (si es que existe tal cosa), porque la presentación de anoche lo tuvo todo: músicos de altísimo nivel, bailarines de altísimo nivel, y una voz que fue consiguiendo equilibrio a medida que pasaban las canciones y que terminó dando lo mejor de sí, una extraña conjunción de inocencia (que es precisamente lo que no debe olvidarse nunca), naturalidad y flotación, necesarios ingredientes para transformar una cadena de tangos melódicos en una suerte de mantra tranquilo y envolvente, tan suave que rememoraba las bases del Canon de Pachelbel, es decir un ángel cantándole a Dios, un lejano parentesco con los ritmos del silencio.
En buena compañía
El Auditorio de Médano tuvo una mediocre asistencia de público. Una pena. Y una pena superlativa al considerar que fueron pocos los músicos y la gente del ambiente que se acercó a acompañar. Julio Ortiz (guitarrista) por un lado, Jesica Peralta (cantante), Darío Echeverría (traversista) por otro, y no mucho más. Una pena escribimos porque con un repertorio seleccionado con melodías inéditas de Alejandro Zswarcman, composiciones de Néstor Basurto y algún tango popular como Marioneta, Antonela arribó al escenario de Médano muy bien acompañada por el propio Basurto, los bailarines Laura Molina y Emanuel Riquelme, y Daniel Chappet.
Cada uno brilló con luz propia, aunque es cierto que una buena parte del protagonismo de la noche se la llevó Basurto, quien ha conformado duplas compositivas junto a Hamlet Lima Quintana, o Julio Olivera Chazarreta, por caso, y que tiene la extraña virtud de la polifuncionalidad: desde hace doce años dirige su propio estudio de grabación, en el cual trabaja como arreglador, productor y director, y por el que ha pasado Teresa Parodi, entre otros. Pero además es un músico con todas las letras, y como no podía ser de otra manera, es solista, sesionista, cantor. Su paso por nuestra ciudad no deja de ser un halago para todos, pero como suele suceder con los buenos músicos, son ellos quienes halagan a los demás, en este caso a nuestra Antonela Alfonso: “es una persona con un talento increíble, la vi maravillosa sobre el escenario, y es tan joven que tiene un mundo por delante para innovar, aprender, superarse, y le pasa lo mismo que un montón de artistas sobre todo del interior, que no cuentan con los recursos para poder hacer su disco, por eso en estos casos, cuando encuentro a una artista talentosa me gusta ponerme al pie del cañón”, nos dijo Basurto al terminar la velada artística, en clara referencia a su mecenazgo como productor, y no conviene tampoco desconocer que también lo podemos catalogar como su padrino artístico: “y, mientras yo pueda estar al lado de ella, bienvenido sea, pero estando del modo que hay que estar, dándole un reto si es necesario, aconsejándola siempre –detalló-. Cuando la escuché por primera vez tenía una voz muy impostada, algo que no era de ella, y se lo fui cambiando hasta conseguir más fluidez, naturalidad. Esto es así, Antonela es como mi hija, y ella sabe que esto de andar con la música no es una cosa fácil, se requiere mucho compromiso, no es sólo cantar bien, acá hay que saber qué repertorio elegir, por qué se canta, estar en función de la música, y no al revés, tener esa cuestión vocacional y profesional al mismo tiempo.”
Tan claro como lo que se escuchó anoche.