Apocalypse Now fue el último santuario de una religión en caída libre donde palabras como arte y grandeza no estaban reñidas con la idea de explosiones justificadas y una aventura con todas las de la ley. La expresión estética más representativa de su tiempo. Catedral y religión construída por el sumo sacerdote Cóppola a quien, en un momento largo como una vida, se pregunta “si los dientes de mi alma no tendrán caries” después de descubrir en un diccionario que la palabra apocalipsis significa “revelación de un conocimiento oculto”.
Cóppola logró un retrato humano caótico, oscuro, dantesco y hasta surrealista. Un oscuro viaje a lo más hondo de la degradación humana, la locura, la obsesión, el horror. Todo ayuda a crear esa atmósfera hipnótica de la película que termino de ver por sexta vez. Esa película que te hace viajar por ella. Ese principio con la jungla ardiendo bajo la mítica “The end” de Doors, la sublime dirección del ataque con helicópteros al poblado al son de la “Cabalgata de las Walkirias” de Wagner, el cada vez más ambiente acopalíptico y malsano que va tomando el viaje en busca de Kurtz.
He vuelto a verla. Y tiene la virtud de dar nuevos matices. Falsa. Sucia. Asesina. Paranoica. La guerra se ve tal cual. Y las tropas yanquis quedando muy bien retratadas con sus maneras criminales. Y su pseudo cultura. Puede aplicarse a Vietnam pero también a cualquier guerra. La mirada que se da busca el realismo, pero en el impacto psicológico del militar que observa (a veces) sorprendido. Los planos detallistas y la espectacularidad se logra, pero es un ingrediente más que forma parte de esa locura donde se meten los soldados, de una lucha sin sentido que, además, no tiene salida.
El propio ser humano, en este caso occidental, es el enemigo visible. Y la capacidad de poder controlarse, luego de procesar el horror que se filtra a través de sus ojos y que llega con fuerza devastadora a su mente. No sólo Martin Sheen es el único conmovido por tanta inmadurez e impotencia. Misterioso, enigmático, ese dios caído que nos presenta Marlon Brando, ya ha pasado por todo lo que el espectador ve mediante el personaje de Sheen.
El verdadero encanto de Apocalypse Now tiene que ver con su condición de especie extinta, de último y mejor exponente de una inconmensurable bestia perfecta. Hay muchas similitudes con “En busca del tiempo perdido”. Los dos –film y novela-son viajes por la superficie de la memoria colectiva para llegar a las profundidades de la memoria individual. Las dos son crónicas sobre la necesidad de recuperar una época difusa y de encontrarle un sentido. La única diferencia es que, mientras Proust moja su magdalena en té, Cóppola lo hace en napalm. Y quema a todos.
– He visto un caracol, se deslizaba por el filo de una navaja, ese es mi sueño, más bien mi pesadilla, arrastrarme, deslizarme por todo el filo de una navaja de afeitar, y sobrevivir.