“La educación y el entorno nos han adiestrado a todos para que nuestras metas sean la ganancia personal y la seguridad, y para que luchemos en beneficio propio. Por mucho que lo disimulemos con eufemismos, se nos ha educado para que desempeñemos una diversidad de profesiones encuadradas en el marco de un sistema cuyas bases son la explotación, la ambición y el miedo que ésta genera. Semejante adiestramiento ineludiblemente ha de ser fuente de confusión e infelicidad para cada uno de nosotros y para el mundo, pues crea en cada individuo barreras psicológicas que lo separan y aíslan de los demás. La educación no consiste en adiestrar la mente. El adiestramiento nos hace personas eficientes, pero no seres humanos completos. Una mente a la que se ha adiestrado sin más es una continuación del pasado, y no está en condiciones de descubrir lo nuevo. Por eso, para averiguar en qué consiste la verdadera educación, tenemos que examinar el significado de la vida en su totalidad”, este preámbulo de Jiddu Krishnamurti para uno de sus discursos de hace casi cincuenta años puede que haya caído en el vacío, que haya rebotado en los oídos sordos de la humanidad y que ahora no quede más que un lejano eco que misteriosamente sirve como un nuevo preámbulo a la charla con la educadora piquense Rosana Rodríguez, como si fuera la “intro” salvaje a un nuevo “disco” de notas disonantes por lo extraordinario de su mensaje. Y escribimos disonante porque a nuestra raza (tal es su estado) también le parece disonante un ángel o una paloma que vuela.
Dicho disco se empezó a escuchar hace un tiempo, y una de sus pistas fue tocada en la cátedra de Psicología Educacional a cargo del profesor Marcos Cravero en el Instituto de Bellas Artes de nuestra ciudad. Ahí estuvo Rosana contando la experiencia ganada en esto de replantear la educación desde el rol mismo del docente. El inicio de esta breve pero agitada historia se produce en el año 2012, cuando “yo estaba trabajando como vicedirectora, junto con Silvia Pettiti (directora) en el colegio “Zampieri Quaglini” –narra Rodríguez-. El tema que nos preocupaba era el fracaso escolar y nos preguntamos cómo modificarlo, entonces decidimos reestructurar las materias. A partir de ese año en vez de que los alumnos tuvieran todas las materias simultáneamente, se reformaría la estructura teniendo sólo tres o cuatro materias por trimestre durante tres trimestres. Los grupos de alumnos estaban organizados en tres secciones, lo que permitió esta reestructuración, y se rotaban para que cada uno de ellos pasara por todas las materias, en tanto que la cursada era de las mismas materias durante todo el trimestre. En relación a Educación Física, “realizamos una consulta a través del cual armamos los talleres conforme a lo que la mayoría quería -relata-, éstos se realizarían a contra turno, sólo uno lo decidimos nosotros , natación, el resto se decidieron por mayoría.”
Toda esta nueva estructura tenía una razón de ser muy específica, mejorar los resultados académicos de los chicos, la de lograr que “cada profesor pensara las clases para toda la semana de manera más intensa, y de paso les permitía encontrarse casi todos los días durante todo el trimestre con los mismos alumnos”, agrega la educadora siempre en referencia a los primeros esbozos por conseguir un resultado distinto al que estamos acostumbrados. La dirección era clara: permitir a los profesores conocer a fondo a los alumnos además de mecanizar a los mismos tres docentes de cada grupo trimestral a que se juntaran entre sí para enriquecer su propio trabajo. Y naturalmente, “el primer trimestre fue ensayo y error”, aclara Rosana, pero se alegra al mencionar que “los profesores reconocieron la riqueza y las posibilidades de dicho sistema, de hecho se mejoró entre un 15 y un 20 por ciento de la aprobación. Los chicos iban rindiendo las materias a medida que terminaba el trimestre (no debían esperar a diciembre como es lo usual), por lo que los conocimientos los tenían más frescos.”
Más allá de este primer y alentador pantallazo habían notas que no cuajaban en esta nueva música: “Si bien se rompieron muchas estructuras, se siguió repitiendo el modelo tradicional, donde el profesor escribe en el pizarrón, los alumnos escriben, y así”, admite. Es que con este nuevo modelo se deseaban lograr nuevas competencias por parte de los alumnos, no tanto la memorización: “no queríamos que los chicos repitan como loros, queríamos que los chicos tengan la posibilidad de crear, de pensar. Y terminamos por entender que si bien la estructura era ideal, no modificamos la esencia, el corazón del sistema”, reconoce una vez más Rodríguez.
Sin embargo, como esbozo, tal como decíamos, se ganó mucho terreno. Si “bien los chicos al principio estaban desconcertados y el formato demandaba mucho por parte de los profesores, al final todos terminamos por tomarle la mano, además que se pudo incluir a muchos alumnos integrados, con un seguimiento rea, mientras que el boletín de notas se había modificado, y la evaluación era todos los días a través de una planilla que evaluaba los procesos de los alumnos”, recuerda Rosana. ¿Por qué se interrumpió este planeamiento? Simplemente porque este año “hay otra gestión y no se siguió el formato que se había trabajado conjuntamente con los docentes”, cuenta Rodríguez en medio de lo que a esas alturas era un interesante debate junto a la nutrida asistencia de alumnos de la cátedra, y subraya que “el proyecto nunca estuvo aprobado, pero igual seguimos adelante durante todo el año”.
Y desde luego que el disco no se terminó allí, porque la educadora está actualmente trabajando en el Colegio Juana Azurduy, y para el próximo año tiene en carpeta un formato flexible, con dos grandes proyectos por cuatrimestre, “proyectos que impliquen trabajar interdisciplinariamente un grupo de las materias que tengan los alumnos”, tal fue una de las últimas frases que quedaron resonando en ese aula del ISBA. Resonando en todos esos alumnos que acababan de escucharla y que algún día también serán educadores. Y ya veremos si lo que Rosana predicó esa tarde y la siguiente oración del filósofo de la conciencia, Jiddu Krishnamurti, puede valer a modo de bonus track, de cierre a una música que ojalá pronto comencemos a oír con naturalidad.
Los sistemas educativos
(Por Jiddu Krishanmurti)
“Han fracasado por completo en todo el mundo porque hay algo radicalmente equivocado en el modo en que educamos a nuestros hijos.
“Si nuestro objetivo es producir maquinas eficientes, es obvio que nos hace falta un sistema. Pero los sistemas sólo pueden producir maquinas con ciertas respuestas. Ningún sistema fabrica individuos en estado alerta. Por esta causa, la actual civilización se está destruyendo a sí misma.
“La dificultad estriba en que la educación moderna enseña al niño lo que debe pensar, en lugar de enseñarle a pensar. Sólo se puede hacer frente a la vida cuando se tiene la capacidad de pensar inteligentemente. Como a nuestros niños se les enseña a pensar en términos fragmentarios, no se convierten en seres integrados. No es posible educar a un niño para que sea un individuo integrado, si uno no comprende la integración en uno mismo.”