Nació como una canción del espectáculo “Doña Disparate y Bambuco” y se convirtió en símbolo de la infancia; claves de la vigencia de una tortuga que aparece en estatuas, estampillas y juegos de mesa, además de libros, discos y obras de teatro
En el Mundial de Qatar, un grupo de jóvenes argentinos que viajaban en subte al estadio para ver el partido de la selección nacional contra Croacia empezó a cantar “Manuelita, la tortuga” para consolar a un nene que se había asustado con el barullo de la hinchada. Apenas lo escuchó (en español y a los gritos, como todo cántico de cancha, según refleja el video que se viralizó en las redes), el chico se calmó. La mujer, que lo llevaba a upa, sonrió agradecida.
La anécdota demuestra que la tortuga más famosa no solo viajó a París, como cuenta la letra: llegó hasta Doha en su idioma original y a varias ciudades del mundo traducida a otras lenguas. A 60 años del nacimiento de uno de los personajes inolvidables de María Elena Walsh (1930-2011), Manuelita sigue vigente y la podemos encontrar en discos y espectáculos musicales, claro, pero también en películas y cortos animados, libros, muñecos, títeres, esculturas, cartas, estampillas y hasta juegos de mesa.
Aunque la letra del tema escrito por la poeta dice que “Manuelita vivía en Pehuajó”, su presentación en sociedad fue en un teatro porteño: el 23 de abril de 1963, en la sala Casacuberta del Teatro San Martín, debutó el espectáculo Doña Disparate y Bambuco, en el que Walsh estrenó varias canciones infantiles: entre ellas, la hermosa “Canción del jardinero” y “Manuelita, la tortuga”. “Una nueva y feliz creación de M.E. Walsh” fue el título de la reseña que publicó LA NACION, en la que habla también del musical Canciones para mirar, con María Elena y Leda Valladares en escena, estrenado un año antes en la misma sala con gran convocatoria de público familiar.
Desde entonces, Manuelita se convirtió en un símbolo de la infancia. La protagonista de la canción infantil que marcó la cultura popular argentina le dio nombre a la mayoría de las tortugas adoptadas como mascotas por familias de todo el país. ¿O quién no conoce una Manuelita?
Este martes, la Fundación María Elena Walsh, presidida por Sara Facio, organiza un homenaje a su genial creadora. En la sala D del Centro Cultural San Martín, en el marco del festival de cine Bafici,se proyectarán cuatro cortometrajes que rinden tributo a la obra poética y musical de la cantautora, y se presentará un concurso dirigido a alumnos y docentes de la red de jardines de infantes que llevan el nombre de María Elena o de algunos de sus personajes. Es que, claro, también hay escuelas, jardines y bibliotecas por todo el país que se llaman Manuelita.
“Queremos celebrar los sesenta años de la obra en una sala oficial vinculada con el teatro donde nació. Es todo un símbolo para esas canciones y esas historias que cambiaron para siempre la literatura infantil nacional y el teatro para niños”, dijo a LA NACION Graciela García Romero, vicepresidente de la Fundación MEW. Luego de la proyección, Facio y otros representantes de la institución creada en 2018 para preservar y difundir el legado de la escritora contarán detalles del concurso cuyo premio es una invitación a alumnos y docentes a tomar el té en la sede de la fundación.
El escritor e investigador Rodrigo Ures, que trabaja en un documental sobre Walsh titulado Y a París ella se fue, tiene una colección de “Manuelitas” con muñecos, dibujos, mazos de cartas, un tablero parecido al del Juego de la oca para recorrer “El viaje de Manuelita”, ediciones de libros y discos en distintos idiomas e, incluso, la traducción de la letra al hebreo. “Es, sin dudas, la heroína nacional en el reino de nuestra literatura infantil. Como Caperucita, Alicia, la sirenita, Matilda y la rioplatense Hormiguita Viajera, Manuelita comparte el podio de ser el personaje femenino más potente y admirado. Todas fueron homenajeadas con estatuas. En el caso de Manuelita, solo en Pehuajó hay cuatro monumentos; este año, el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires llamó a concurso para la realización de otro por los 60 años del personaje”, dijo Ures, que conoce de primera mano el origen de Manuelita porque se lo contó la mismísima Walsh.
“María Elena creó este personaje inspirada en la tortuga que tenía Susana Rinaldi en su casa de infancia. Se llamaba Lili y tenía como particularidad que respondía al llamado. Le decían Lili o le chistaban y se acercaba con andar vivaracho. Que Manuelita haya nacido en Pehuajó es por pura sonoridad y rima, aunque en aquella ciudad gira una leyenda urbana que dice que se inspiró en una tortuga gigante (como las de Galápagos) que apareció una vez y que fue adoptada por un verdulero que la utilizaba para cargar los pedidos y realizar las entregas. María Elena sonreía ante esta versión y sus ojazos celestes se les iluminaban”.
Coleccionista y amigo personal de María Elena, Ures agregó: “Lo cierto es que Manuelita nace cómo canción con ritmo de habanera con letra y música de Walsh y arreglos de Valladares. La versión original estaba compuesta por siete estrofas y un estribillo (el que todos conocemos) y junto con ‘La calle del Gato que Pesca’, ‘Los castillos’ y ‘Twist de Mono Liso’ integraron un disco simple de autogestión que se vendía en la casa de María Elena. Titulado Doña Disparate y Bambuco, era un souvenir para recordar a los personajes, que también aparecían en programas de televisión y el público podía encontrar en el halla del San Martín los fines de semana antes de la función”.
Según el archivo de Ures, el poema “Manuelita, la tortuga” apareció por primera vez en el libro El reino del revés (Luis Fariña Editor), en 1965, en una edición ilustrada por Jorge Garrido. “El dato curioso es que omitieron ilustrar a Manuelita. A lo mejor no pudieron prever la repercusión que este poema iba a tener hasta nuestros días –opina el investigador-. Tampoco apareció en la segunda edición, que tenía otras ilustraciones del prestigioso artista plástico Juan Cavallero. El primer ilustrador en darle forma a Manuelita fue Pedro Vilar, quien creó con técnica combinada (dibujo y collage) una Manuelita caminando muy oronda por las calles de París”.
Vilar, tal vez el ilustrador más asociado a la obra de Walsh, no solo dio vida a Manuelita en los libros, sino que fue el responsable de crear una serie de juegos de mesa donde Manuelita aparece en rompecabezas y en un tablero que representa el viaje desde Pehuajó a París y viceversa. Otros que se animaron a dibujar a Manuelita fueron: Eduardo y Ricardo Fuhrmann, equipo creativo denominado Lancman ink, y Nora Hilb, otra asidua ilustradora de la obra de Walsh.
“La vigencia de María Elena es indiscutible y el personaje de Manuelita forma parte de nuestra cultura popular. Las canciones y las diversas versiones ayudaron a sostenerla como un clásico en la infancia que se sostuvo de generación en generación”, asegura María Amelia Macedo, directora literaria de la división infantil y juvenil de Penguin Random House, grupo que maneja los derechos de la obra de Walsh desde la fusión con Alfaguara. En la actualidad se consiguen Doña Disparate y Bambuco, en versión obra de teatro, y dos libros: Manuelita la tortuga, para los más chicos, con letras de cinco canciones, y Manuelita ¿dónde vas?, para lectores de entre 5 y 9 años. Entre las ediciones internacionales hay curiosidades como traducciones del poema al hebreo y al guaraní y una versión de Manuelita ¿dónde vas? en vietnamita.TRES BIOGRAFÍAS ILUSTRADAS DE MARÍA ELENA PARA CHICOS
“En el escenario, la actriz que encarnó por primera vez a Manuelita fue la recordada Teresa Blasco. Quienes la conocieron aseguran que destacaba con orgullo exagerado haber sido la primera –agrega Ures-. Entre las más recordadas está Selva Alemán, en un homenaje organizado por el gobierno de Polonia a María Elena para otorgarle la Orden de la Sonrisa. En 1988, llegaron Los requetepillos, una versión renovada de Doña Disparate y Bambuco, con Nora Zinski como una extraordinaria Manuelita que tenía la característica de hablar tan lento y pausado como su andar. También Sandra Mihanovich se calzó el traje con caparazón para protagonizar La tortuga de Pehuajó, versión libre de Marisé Monteiro con dirección de Gipsy Bonafina”. Son solo las puestas más destacadas porque, en realidad, por todo el país se presentaron cientos de adaptaciones de la obra.
En 1999, de la mano de Manuel García Ferré, Manuelita llegó al cine a través de una historia animada que funciona como precuela. “El éxito de la película fue inesperado. Convocó a casi dos millones y medio de espectadores y ese año fue elegida por el INCAA para representar a la Argentina en los premios Oscar”, completa Ures.
En una nota sobre la película publicada en LA NACION en julio de 1998, Walsh dice: “Al cabo de los años a Manuelita la hice viajar y tener otras aventuras. Y ahora a Manuel se le ocurrió otra cosa: contarnos cómo nació y cómo era su hogar”. Allí se cuenta que la única condición que puso la autora al director fue que participara de la trama Larguirucho, personaje entrañable de García Ferrer. A él le preocupaba qué aspecto físico y qué personalidad darle a la tortuga ya famosa. Hasta que se dio cuenta de algo clave: “Afortunadamente fui conociendo a María Elena y me di cuenta de que aunque ella no lo sepa, Manuelita es María Elena.”
La vigencia de Manuelita no se detiene: esta tarde, en el homenaje a María Elena, dos músicos jóvenes (protagonistas del corto Serenata para la tierra de uno, dirigido por Tamae Garateguy) interpretarán la mítica canción con ritmo de rock y de trap. Habrá que ver si sucede algo parecido a lo que pasaba en 1968, en el teatro Regina, cuando María Elena presentaba el concierto Juguemos en el mundo, destinado al público adulto. Después de cantar temas como “Serenata para la tierra de uno” y “Los ejecutivos”, Walsh pronunciaba la palabra mágica: “Manuelita”. Desde la platea respondían con tres palmadas y el estribillo: “Manuelita, Manuelita, Manuelita, ¿dónde vas? Con tu traje de malaquita y tu paso tan audaz”.
Fuente: Natalia Blanc, La Nación