RESONANCIAS
8º FESTIVAL NACIONAL DE CINE DE GENERAL PICO
IMPRESIONES TEXTUALES II
UN ENCUENTRO ENTRE LA PELÍCULA APERTURA Y LA DE CIERRE.
Diálogos entre Sombra grande y Vinci, cuerpo a cuerpo
En ambas películas hay una presencia imponente de la naturaleza, en Sombra grande estamos ante una comunidad que vive en fraternidad con el entorno, que valoriza la diversidad de lenguas y que son gentes que principalmente trabajan con sus manos en tareas casi rurales.
Por otra parte, Leo Vinci también cimenta su obra de ese modo -homo faber- y asimismo, con la mente activa mantiene sus convicciones a través del tiempo -entender el sufrimiento del otro- por sobre todas las demás cuestiones estéticas.
En ambos casos, pareciera que las nuevas generaciones poco a poco se van alejando de esos códigos.
Tanto Blas Jaime, el último chaná parlante como Leo Vinci, el escultor que se autodefine como predicador, son materia indisoluble del universo.
Sombra grande (2024) dirigida por Maximiliano Schonfeld
La acordeona.
A partir de lo que significó para una población entrerriana la aparición de Blas Jaime el último chaná que hablaba la lengua -suceso que se convirtió en una noticia internacional-, se pone en valor la existencia de esos descendientes, su sincretismo con la de los alemanes del Volga allí instalados y con criollos y mestizos del lugar. Lantéc Chaná, dirigida en 2017 por Marina Zeising, había dado cuenta de este hecho singular, en ella Blas Jaime y el lingüista Pedro Viegas Barros se proponen rescatar la lengua y la cultura chaná -pueblo habitante de la cuenca del Paraná en épocas de la conquista española- del olvido.
La proyección Apertura del Festival Nacional de Cine instituye un momento de reflexión que se acompaña con los ojos bien abiertos cual antropólogo en contacto con una comunidad desconocida. No obstante, lo significativo del documento visual es la mixtura de tres comunidades que de alguna manera se la fueron arreglando para integrarse y sostenerse a través del tiempo.
Destaca el momento de la lectura al unísono de las tres lenguas -la de los chaná, la española y el dialecto alemán- en donde es posible disfrutar la armonía de ese decir, como si se tratara de una partitura musical.
Las interrelaciones personales estructuran la filmación, los mayores -con sus actividades de sustento y conexión con los seres vivos, gallinas, cerdos, vacas, perros y gatos- junto a los más jóvenes -que en la mixtura se van desprendiendo de las tradiciones- con sueños y frustraciones a cuestas.
Los amores y las obligaciones laborales se conectan necesariamente con la naturaleza pródiga de verde y río, lo percibimos de manera extraordinaria a través de la diversidad de sonidos que se escuchan a cielo abierto. Una boda, los bailes y las conversaciones dejan un sabor a autenticidad a su vez acompañado con ritmos diferentes para cada acontecimiento particular, los de Antonio Ríos, La Konga, Pappo, El Dipy y Sergio Denis, entre otros.
En el final cada uno de los habitantes camina hacia el horizonte en busca de un momento de esparcimiento, y lo hace, de espaldas al espectador.
¿Se perderán para siempre esas voces rescatadas? ¿Quedarán los ecos de la acordeona?
De nosotros y de nuestro presente líquido llegará la última palabra.
Vinci, cuerpo a cuerpo (2024) dirigida por Franca González
El predicador
La secuencia se abre con bosque y mar en imagen y sonido -un modo perfecto de situarnos- y se cierra, primero con Leo y Marina dentro de su carpa ubicada bajo solemnes pinos, para continuar con una caminata de ellos hacia la playa como si ambos fueran materia del universo; una brisa suave los acaricia y el sonido se mezcla con el de sus conversaciones.
Es posible que su padre lo llamara Leonardo Dante Vinci Greco para tal vez, señalarle un rumbo, a Ennio Morricone su padre lo instó a estudiar música cuando él prefería estudiar medicina y a Leopoldo Torre Nilsson que deseaba ser escritor, su padre lo influenció hacia la dirección cinematográfica. Todos sabemos que los padres a veces se equivocan.
Leo Vinci confiesa que se formó académicamente y que le costó mucho tiempo descubrir lo que verdaderamente quería hacer, ese transcurso implicó desaprender los códigos enseñados.
Artista reconocido por sus principios humanos al que no le es ajena la angustia del otro, su insistente búsqueda de la verdad que traerá la belleza por añadidura, el hacer con esas manos que el paso del tiempo engrosó y tornó callosas, el aprecio por cada material usado, la arcilla, el hierro, la madera y el mármol. Leo es un hombre que hace, no solo esculturas, sino también una salsa, enciende un fuego con soplete para unas rabas al pincho espolvoreadas con ajo y perejil y a su vez, rastrilla su jardín primoroso. Para él la movilidad del cuerpo hace funcionar la mente.
Somos testigos privilegiados de su andar en el taller -en otros tiempos refugio de perseguidos-con esculturas y herramientas -algunas fabricadas por él mismo- que completan todo espacio disponible. También hay un hacer de sus alumnos y de la propia Marina Dogliotti -su compañera de vida- trabajando un maravilloso torso de mujer con puertas rojas, hojas en su interior, ramaje como piernas-faldas y pies de yeso o cemento.
Aparecen sus tiempos con el Grupo del Sur con Carlos Cañas, Aníbal Carreño, Ezequiel Linares, Reneé Morón y Mario Loza, los ideales nunca abandonados, asistimos a la búsqueda de la foto que alguna vez le tomara la importante fotógrafa Sara Facio, al recuerdo de la valorización que le hiciera André Malraux -Ministro de Cultura de Francia- hecho que lo llevaría a París, su cara pícara al escuchar la radio y oír sobre Madres de Plaza de Mayo y sobre el Restaurant Perón Perón y también a un momento íntimo en la lectura del filósofo Byung-Chul Han.
Su pensamiento lo ubica en el bombardeo-masacre de la Plaza de Mayo en junio de 1955 momento en el que salvó su vida de milagro y posteriormente, en el levantamiento del General Juna José Valle en junio de 1956. Franca González con gran sensibilidad incorpora material de archivo enriqueciendo la propuesta cinematográfica.
Diría que Franca observó a la pareja con amor y entendió que son parte de un todo mucho más grande, su cámara se detenía golosamente en la geometría de la luz que todo lo cubría o descubría, rincones, ventanales, techos transparentes y sombras proyectadas. La sumatoria de la luz, las obras y los artistas son parte indisoluble de la naturaleza prodigiosa.
Imposible no pensar en Todo está iluminado (2005) dirigida por Liev Schreiber y en La nostalgia de la luz (2010) dirigida por Patricio Guzmán y por ende, en esa trama terrenal y cósmica que nos contiene.
Una película ideal para el Cierre del Festival Nacional de Cine con el plus de que la directora además de querida y respetada intelectual, es nacida y criada en General Pico.
La presentación a cargo de Estela Filippini sumó aún más poesía a la proposición fílmica.
Por Rosa Audisio