El tango atravesó diferentes etapas. Estuvo ese momento de la indiferencia, trastocando en el tiempo con el período de esplendor. Los aires renovadores se impusieron. El presente lo encuentra en un camino con amplio abanico de propuestas, y si bien los reductos tangueros no son muchos en el interior del país, están quienes buscan acallar las viejas discusiones entre lo tradicional y la vanguardia, y siguen saliendo al ruedo para ofrecer lo suyo.
Alberto Pelizzari continúa en la senda. Insistiendo como referente en estos pagos. Un músico que “olfateó” sensaciones siendo un pibe durante las muchas tertulias amenizadas por el fuelle de su tío Domingo. Los años se sucedieron y ese niño que correteaba las veredas del barrio Pacífico mutó en eso que tanto soñaba con ser. Cuando adolescente integró la emblemática orquesta «Spléndid», y luego su sucedieron «Los Diamantes», «Trío Tango» y “Cuarteto Moderno de Tango”. Fue en ese momento cuando los maestros Erberto Benuzzi y Salvador Santángelo fueron grandes aportantes de enseñanza a la causa del aún joven Pelizzari.
La inquietud estaba. Formar su propia agrupación musical lo sacudía. Así fue como consiguió armar una orquesta que recorrió durante veintitinco años, y de forma ininterrumpida, diferentes escenarios del país, con la impronta vocal de dos fenómenos como Oscar “Cancha” Arp y Juan Carlos Corso. Desde hace más de quince almanaques, Pelizzari dirige la Orquesta de Cámara “Ciudad de General Pico”, con la que repasa obras clásicas, populares y, obviamente, el tango también se incluye en ese repertorio ofrecido ‘ad honorem’. No es un dato menor en tiempos donde el dinero se ha instalado, casi, como único movilizador.
“Lamentablemente no quedan orquestas de tango constituídas en la provincia. La ausencia de trabajo motivó esta realidad, el tango está hoy por hoy en Buenos Aires por lo que el interior del país se vió afectado ante la ausencia de lugares donde se cobije a ese tipo de agrupaciones. Esto sucede desde hace más de veinte años. También un poco de culpa es nuestra, hay muchos jóvenes que aparecieron en los últimos años, haciendo arreglos hermosos, y apuestan a propuestas de mucha calidad, pero cuando vamos a una disquería compramos a los clásicos, a Troilo, Fresedo, Pugliese. Hay que apuntar a la juventud”, contó Pelizzari en su Conservatorio, donde brinda clases de violín, viola, violoncelo y contrabajo a más de cuarenta personas de todas las edades. La música produce eso.
– ¿Qué te impulsa a seguir en el camino trazado desde hace tanto tiempo cuando los contratiempos están agazapados para entrar en acción?
– Es algo que también me pregunto al ver en televisión a determinados cantantes o músicos que no se dejan vencer y continúan actuando a pesar de la edad. Este año cumplo setenta, a veces me digo que tengo que dar un paso al costado pero enseguida pienso que lo que estoy viviendo es muy lindo, no somos seis músicos, somos veinticinco, a veces treinta, y bueno, el entusiasmo de ellos es fundamental para mí.
– Seguramente ese registro sonoro de tu infancia te impregnó de inquietudes que se arraigaron de una forma decisiva y que permite explicar estas sensanciones que continúan ganándote…
– Y sí, era como el “dueño de la pelota” cuando ensayaban en la casa de mi tío. Estaba metido siempre ahí, le agarraba el bandoneón, o el violín al que se descuidaba…Y si no, hacía que tocaba con el estuche cuando ellos utilizaban los instrumentos. Bismark Ruiz fue decisivo en ese momento. A mis siete años se dio cuenta enseguida de que tenía un poco de oído. Cuando ya «jorobaba» bastante y Domingo me sacaba afuera, le agarraba el plumero a mi tía y hacía, con un palo, cómo que tocaba el violín. Después aparecieron en mi vida dos músicos consagrados como Benuzzi y Santángelo, y tuve la inmensa suerte de estar con ellos. Erberto (Benuzzi) era como un hermano mayor para mí, los dos juntos pasábamos horas y horas tocando el piano.
– Transcurrieron 42 años desde el armado y presentación de tu propia formación…
– Así es. Fue en el 72, era un cuarteto y al poco tiempo agregué otro bandoneón y un violín para pasar a ser sexteto. Recién me había casado y sentí que era el momento de comenzar a ganar algo de dinero con la música. Desde ese instante no paré más. Cumplí veinticinco años con la orquesta, donde se produjo un homenaje muy lindo en El Viejo Galpón, y en esa época tenía tres o cuatro bandoneones, cuatro violines, violoncelo…No ganábamos tanta plata pero la orquesta sonaba muy bien. La muerte de «Oscarcito» Arp me golpeó fuerte, cumplí con las presentaciones que tenía concertadas y estuve un tiempo sin hacer nada de nada. Fueron seis meses, hasta le había dado el violín a un amigo castense. Puse un aviso en el diario donde decía que enseñaba violín, para ver que pasaba, nadie había seguido con la orquesta, y en una semana tenía a catorce personas interesadas en aprender. Otra vez me metí, enseñando lo que podía enseñar, y con la colaboración de Mabel, una mujer que toca música clásica, me decidí con una Orquesta de Cámara. Debutamos el 31 de mayo de 1998. Y aquí estoy. Dispuesto a seguir.
“El tango me sedujo de forma rápida”
Alejandro Avalos es el actual solista de Pelizzari. Luego de un paso por el Coral “XX de Setiembre”, un buen día se dejó ganar por el tango. Su mujer es parte de la Orquesta de Cámara, donde ejecuta violín y violoncelo, y en ocasión de ser testigo de una presentación donde interpretaron “canzonetas” italianas, se decidió a sumarse. “Nos presentamos en algunos lugares hasta que una vez Alberto me dice “¡Querido, vos tenés que cantar tango!”. Nunca me había imaginado eso, realmente fue algo que me sedujo de forma rápida. A mí me gusta mucho la poesía, le doy mucha importancia a las letras de lo que tengo que cantar, y el tango es profundo en ese sentido, conmovedor, más allá de lo instrumental”.
Avalos transita por su cuarto año junto a Pelizzari –“caí en el mejor lugar, rodeado de personas que hacen música todos los días y principalmente por el hecho de tener cerca a Alberto, el me enseña todos los secretos”-, y a la hora de hacer una semblanza del momento actual, señaló que “ojalá hubiese vivido la época más importante, si bien los jóvenes se arriman al tango, cuando se lo compara con otros géneros musicales, como el rock, el folklore o la cumbia, el porcentaje es bajo”.
En cuanto al repertorio, hay una búsqueda de algunas perlitas, aunque no faltan los tangos con temáticas actuales. “Hay varios que interpretamos y un tango que me gusta mucho es “Cosas olvidadas”. Otros que también están y los elegiría son “Por la vuelta”, “Tristeza marina” y “La luz de un fósforo”. Son cientos los que me encantaría cantar, pero la falta de tiempo conspira mucho. Interpretar tango es muy difícil, implica mucha responsabilidad y cuando uno se atreve a decir que canta tango, el público espera con mucha expectativa lo que se le va a ofrecer, está esperando que uno demuestre. Si te sale bien, te lucís, de lo contrario, te «quemás para todo el viaje». El hecho de que Alberto me haya aceptado hoy como su cantante me pone muy bien, y saber lo que opinan personas que tienen autoridad para opinar, es algo que te empuja hacia adelante», concluyó.