«Nunca hice un papel así, tan jugado e intenso»

El teatro siempre ha sido un acto único, irrepetible y casi indescriptible. En el teatro reside una magia que a casi ningún arte se le confía: la espontaneidad, la imposibilidad de que dos obras representadas sean iguales, cosa que no ocurre con una película o con una obra de literatura; que por mil veces que las veas o leas nunca cambian. El acto puede transformar todo lo que se le ocurra, el odio en amor, la tristeza en alegria, la incredulidad en esperanza, la desesperacion en calma, el final en principio, la muerte en vida.
A la idea de Sthendal de que la novela es un espejo que recorre las calles, podemos añadir, por tanto, que el teatro es un espejo que refleja las emociones de los seres humanos que habitan esas calles (a la vez que reflexiona sobre las causas y las consecuencias de ese comportamiento emocional). Hacer teatro es una reapropiación del mundo. Pasiones,deseos, magia, ilusión, comedia, tragedia. La naturaleza del ser humano expresada de todas las formas imaginables. Eso es el teatro. El teatro es la vida. Es el día a día y las grandes preguntas trascendentales, es el amor y el odio, la paz y la guerra y es, sobre todo, un veneno poderoso. Si el veneno del teatro se mete en tus venas, estás perdido: no hay antídoto posible.
Ese veneno está instalado en José Manuel Miranda. Actor, integrante del Grupo Municipal de Teatro Comodín desde el mismo momento en que fue parido, a comienzos del año 2000. Fue alumno de Daniel Ayerza, el primer director que tuvo el grupo. Su último trabajo en Lombrices, escrita por el bonaerense Pablo Albarello, no pasó desapercibido. Asentado en la escena pampeana, en su foja de servicios aparece una nada despreciable lista de obras en las que dejó su impronta sobre las tablas: Parcelas de teatro, Inodoro Pereyra, La bolsa de agua caliente, Míster Zoca y los pobrecitos, Cuánto vale una heladera, Colón agarra viaje a toda costa, Gris de ausencia o Venecia, entre otras.
Y en esa variedad de universos que despiertan sensaciones en distintos lugares de la imaginación, de reflexión, de cuestionamiento, de hacer del teatro una función, «el desarrollo, caótico en apariencia, de las imágenes del sueño en el cerebro, y esto por un encadenamiento eficaz, por un verdadero esclaricimiento de la atención», como escribió Artaud, Miranda se prepara para afrontar un nuevo desafío, quizás, el más exigente, algo que también va de la mano con el camino atravesado cargado de sensaciones diversas.
Comodín estrenará el próximo sábado 28 del corriente la obra Potestad, de Eduardo Pavlovsky. Tato, quien falleció recientemente, fue actor, dramaturgo, director teatral y además psiquiatra, y en su actividad artística traspuso la práctica terapéutica a la escena teatral siendo ésta el canal y soporte de la crítica social que conformó su ideología. Entre sus obras más conocidas también se encuentran Telarañas, El señor Galíndez y Rojos globos rojos. La obra, dirigida por el santarroseño Gabriel Peralta, encarna uno de los temas que nos legó la dictadura militar: la problemática del «raptor de niños» a través de un plan organizado por las fuerzas armadas. La complejidad de la represión. Será en el Auditorio de MEDANO, a partir de las 21:30 horas, y con entrada gratuita.
«Este año que finaliza ha sido particular. Lo hablábamos el otro día al terminar de ensayar. Incorporamos a personas como Leticia Hernando, que vino para acompañarlo a Gabriel (Peralta), y es alguien que conoce mucho de teatro. Ella desconocía qué habíamos preparado y si bien vivió bastante de lo que trata la obra, la sacudió mucho, nunca pensó que, aún conociendo el texto, le iba a pasar lo que le pasó con lo que transmití. En un momento mi personaje se «desarma» por un motivo particular y nunca se dio cuenta en qué momento sucedió de lo involucrada que estaba con lo que veía. Esa era la idea, crear ese pensamiento», contó Miranda, en el inicio de la charla con Lobo Estepario.

– ¿En qué momento nació la idea de encarar esta obra en la que interpretás a un hombre que se cree víctima y en realidad es victimario?
– La idea de hacer Potestad surgió cuando Daniel Ayerza estaba con nosotros como director. Soy el único sobreviviente de quienes arrancamos con Comodín en el 2000 y cuando se terminó la temporada anterior, con un balance muy bueno, planteamos hacer algo distinto a lo que veníamos haciendo, que era más volcado hacia el teatro costumbrista. Todos propusimos un vuelco. Hay dos directores con diferentes obras pero el grupo es uno solo, somos todos lo mismo. Entonces estaba necesitando que se armara algo por los quince años que se cumplieron, como una especie de auto-homenaje, algo trascendental para el grupo, y cuando nos sentamos a consensuar qué hacer, coincidimos con Leandro (Ghiglione) no encarar obras grandes porque implica mucho tiempo, esfuerzo, vestuario, y como Norberto (Tojo) ya estaba elaborando algo con varios personajes, pensamos con Gabriel en un primer momento hacer Burkina Faso, una comedia escrita por Daniel Dalmaroni, y enseguida me acordé de Potestad. Todas las veces anteriores que había intentado, no había podido pasar de la primera hoja…No sé, no podía, no me creía preparado en ese momento para hacerla. Es una obra que me atrapó enseguida, por el desafío que constituía, donde se mezcla el humor negro con el sarcasmo.

– Un personaje muy diferente a los que mayormente has interpretado sobre las tablas…
– Totalmente. Nunca hice un papel así de dramático, tan jugado e intenso. Fijate que vengo de hacer Lombrices. Le presenté el proyecto a Gabriel, le pareció que estaba bien, y como la actriz que íbamos a necesitar para hacer Burkina Faso ya había decidido participar en la obra de Norberto, decidimos encararlo. Sentí que Potestad tenía que ser ahora. Es una obra muy intensa, yo era un niño en la época de la dictadura militar por lo que mi desafío pasó por lograr mostrar lo que Tato quiso mostrar, alguien que fue víctima de esa etapa oscura de nuestro país, y aplicó su mente particular para hacerla. Leticia me contaba que cuando concluyó la obra, tuvo la sensación de que todo estaba ahí latente aún, como que algo quedaba abierto…

– De alguna manera termina resultando también un homenaje a Pavlovsky ¿lo sienten así?
– Sí, lo sentimos de esa manera también. En el programa de mano siempre colocamos alguna frase, pero esta vez no vamos a poner nada. Solamente dirá “En homenaje a Tato Pavlovsky”. El no quiso cobrarnos nada para autorizarla, nunca supimos el motivo de ese gesto especial, si fue por su personalidad o porque sabía que estaba enfermo y su cabeza estaba en otra cosa. Yo no había leído casi nada de él, y este año, cuando empecé a conocer cómo escribía, me metí más en su obra y también a indagar en otros autores que pertenecían a su entorno. No es nada fácil interpretar esos mensajes, me pasó cuando arranqué con Potestad. Estaba bastante perdido, leía el texto y se hacía difícil encararlo. El personaje refiere a un tipo muy esquemático, alguien que es todo lo contrario a lo que soy. Gabriel me dijo algo que me dejó tranquilo, que le había gustado mucho lo que me había pasado, de tomarme el tiempo para entender el personaje y a partir de ahí, empezar a trabajar. De hecho en la mitad de la obra estuve frenado casi un mes en una parte, me quebraba, no podía seguir, y hasta que no logré entenderla, no avancé.

– ¿El hecho de estar saliendo ahora a escena con dos obras hace un poco más sencillo empezar a rodar en la próxima temporada?
– Pienso que de alguna forma salimos armados al ruedo. Cuando buscamos encarar la última parte de este año, para cerrarlo, pero pensando además en lo que deparará el año que viene, también decidimos este tipo de obras por su sencillez escénica. Cuando vean la obra de Leandro sucederá lo mismo en lo que respecta a la puesta. Es todo laburo actoral en un ambiente despojado, si hay un juego de luces está bien, y si no hay, también está bien. Yo soy alguien que no tiene ningún inconveniente en mirar al público y si encuentro gente distraída o dispersa, me tiro de cabeza ahí, intensifico el mensaje. La idea es que no resulte algo masivo el día del estreno, necesitamos generar un clima más intimista por situaciones que suceden y que queremos se vean bien. No se tiene que dispersar.

– ¿Sentís que este presente actoral te encuentra con la madurez necesaria como para escarbar en otros textos?
– La otra noche, en una cena con amigos, a quienes muchas veces seguramente canso hablando de teatro y demás, necesitaba decir algo, a modo de resumen. Y lo que dije fue que ahora, con esta obra y después de 15 años, había logrado sentirme actor. Estoy cómodo, respeto a la obra pero le perdí el miedo. Lo conocí al tipo y sé lo que quiere decir. Me siento orgulloso de haber laburado donde laburé en todo este tiempo, integrando un grupo que pasó por diferentes gestiones y nos mantuvimos durante quince años a fuerza de trabajo y humildad. No importó nunca quien era la persona que estaba al frente del área municipal de cultura. Lo importante ha pasado por trabajar y establecer un ida y vuelta, algo que es fundamental para transitar cualquier propuesta.

– ¿Cómo definirías el momento de la escena provincial?
– No concurrí a la última Fiesta del Teatro pero sí me encontré con mucha gente que me comentó lo que sucedió y en ese sentido recordaba algo que sostenía a rajatabla nuestro anterior director, quien era de la idea de no participar cuando se planteaba una competencia, que no fuera algo por plata. Sí como un selectivo donde todos muestren sus obras y todos tengan las mismas oportunidades, algo que esta vez no pasó. En esta edición las devoluciones no fueron hechas por los jurados, la devolución la hizo otra persona, que más allá de si sabe o no de teatro, nunca expresó una mínima crítica, de ahí que todos se fueron contentos…Una colega lanzó una frase que me quedó marcada: “yo me siento provinciana en Capital Federal, pero ¿sentirme provinciana en mi provincia…?. La Fiesta tiene que empezar a rotar por distintos lugares de La Pampa como tiene que ser, pero parece que algunos santarroseños estaban como muy ansiosos por recuperar algo que creyeron siempre que les pertenecía y se lo habían quitado. Gracias a la rotación se origina la aparición de grupos que muchos desconocían que existían, como los de Guatraché, Toay, Quemú Quemú, Realicó, Alvear, Rancul. Hace que también tengan otras posibilidades y surjan más alternativas para sumar a su tarea en cada pueblo.

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Autor

Raúl Bertone